El pueblo cubano anhela la visita del Papa, expone el episcopado de la Isla

Asegura el presidente de la Conferencia Episcopal

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 2 mayo 2008 (ZENIT.org).- Los obispos de Cuba han presentado este viernes a Benedicto XVI la súplica de los cubanos por una visita del Pastor universal.

Durante la audiencia que ha concedido el Papa a los obispos de la Isla caribeña, presentes estos días en Roma por su quinquenal visita «ad limina», el presidente de la Conferencia Episcopal cubana se hizo portavoz de este deseo, enmarcado en un Año Jubilar mariano.

Y es que se aproxima, para la Iglesia local, la celebración de los 400 años del hallazgo de la Virgen de la Caridad en la Bahía de Nipe, en 1612, «Madre y Patrona del pueblo cubano».

«A las muchas iglesias y casas donde se encuentra su imagen acuden y rezan los cubanos de toda clase, condición y pensamiento»; entorno a la advocación mariana «se da la unidad de hijos y hermanos», confirmó, en su discurso ante el Santo Padre, el arzobispo de Camagüey, monseñor Juan García Rodríguez.

En la gran celebración del Año Jubilar, representaría para Cuba «un gran gozo poder contar con la presencia del Sucesor de Pedro», expresó el prelado.

«El pueblo lo desea, lo pide, lo suplica al Pastor Universal, al Padre de todos los católicos –aseguró–. Le esperaríamos con alegría».

Otro acontecimiento eclesial ha sido motivo de gratitud del presidente del episcopado cubano hacia Benedicto XVI: la aprobación de la beatificación, el próximo 29 de noviembre –precisamente en Camagüey–, de Fray José Olallo Valdés (1820-1889), de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

En poco más de un año la Isla celebrará a su segundo beato, pues el primer cubano en subir a los altares, durante el rito celebrado en la plaza de San Pedro del Vaticano el 28 de octubre, fue José López Piteira junto a otros 497 mártires de la persecución religiosa del siglo pasado en España.

Sin embargo, en el caso de Fray José Olallo Valdés, sí será la primera vez que Cuba acoge una beatificación. En su [actual] archidiócesis, Camagüey, el futuro beato vivió heroicamente las virtudes cristianas atendiendo a pobres, enfermos, leprosos, moribundos, presos, soldados heridos durante la guerra de cubanos y españoles. Había emitido su profesión religiosa a la edad de quince años. Murió antes de cumplir los 54.

El religioso cubano «dio testimonio de que se puede ser santo aún en las más difíciles circunstancias»; «es una nueva luz en el camino hacia la santidad», subrayó ante el Papa el arzobispo de Camagüey.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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