“El pueblo de Nicaragua tiene que despertar”

Afirmó este domingo monseñor Báez, obispo auxiliar de Managua

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MANAGUA, martes 28 de septiembre 2010 (ZENIT.org).- Ante la grave crisis económica, social y moral que atraviesa este país centroamericano, el obispo auxiliar de Managua declaró este domingo, tras celebrar en la catedral, que “el pueblo de Nicaragua tiene que despertar”. Monseñor Silvio Báez explicitó más su visión de la actual situación en declaraciones a los medios de comunicación.

El auxiliar de Managua declaró ante los medios poco después de la liturgia dominical, tras clausurar la primera Jornada Bíblica. La jornada fue calificada de exitosa por el padre Edgard Estrada, a cargo de la Escuela Bíblica de la catedral.

En su homilía monseñor Báez afirmó: “Cada vez nos convencemos más de que la política en Nicaragua es corrupta, de que hay deseos de poder y de lo que mueve a la mayor parte de los políticos es la ambición económica, el deseo de tener”.

“Hay un lamentable vacío de valores éticos y a eso es lo que llamamos una política que está viciada, indudablemente que hay que empezar con la purificación del corazón, pero luego el pueblo tendrá que hacer valer sus derechos también”, sostuvo el auxiliar de Managua.

El celebrante citó el pasaje bíblico de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro precisando que se trata de una llamada que se hace a los políticos, “para que piensen en Nicaragua y renuncien a esas ambiciones de poseer y de tener, y renuncien a todo acto de corrupción, que lo único que hacen es hundir cada vez más a nuestra Patria a la miseria”.

Y también, dijo, es una llamada a la población, “porque como ciudadanos tenemos la obligación de pedirles cuenta a los políticos y de exigirles que no hagan de la política un medio de enriquecimiento personal, y que no utilicen los instrumentos del Estado para hacer pasar como legal lo que es ilícito, que no utilicen los poderes del Estado y las leyes de la nación para beneficio propio”.

Tenemos que exigirles –insistió- “honestidad y que vivan su participación política como servicio a la sociedad. Esta parábola nos recuerda que cuando hay esa desigualdad, cuando la sociedad se estructura de manera injusta, es contrario al plan de Dios y tenemos nosotros los cristianos una gran responsabilidad”.

Afirmó que es momento de volver la mirada a los pobres y propiciar una sociedad cada vez más solidaria, más fraterna, “más capaces de comunión y de compasión que podamos acudir y ayudar siempre a aquél que necesita más que yo, aquél que sufre y vive excluido o en la miseria, donde está Cristo clamando hacia nosotros”.

En su reflexión sobre el pasaje bíblico, señaló que la ambición desenfrenada y el vivir de modo indiferente ante la necesidad de los más pobres, no contribuye a la construcción de una sociedad justa y sobre todo es contrario al plan de Dios.

Posteriormente, explicitó más su pensamiento en declaraciones a los medios de comunicación: “El pueblo de Nicaragua tiene que despertar y tiene que pedir que rindan cuentas y que no continúen actuando ni a espaldas del pueblo, ni contra los intereses de las grandes mayorías, pero aquí la solución es la manifestación popular, sobre todo en un año preelectoral, creo que la población tiene que hacerse sentir”.

De continuar con una estructura política que está tan vacía de valores éticos, lo que le espera a la nación, aseguró, “es permanecer en un lamentable subdesarrollo, en una situación de pobreza cada vez más notoria y generalizada y eso es lo que no queremos para Nicaragua”.

Mientras monseñor Báez hacía estas declaraciones, se celebraba un pleno extraordinario en la Asamblea Nacional, para debatir el próximo presupuesto del Estado. El prelado dijo no entrar en materia por tratarse de cuestiones técnicas. Aunque expresó su confianza en que hay personas capaces en la Asamblea, indicó que “el problema no es que falte capacidad, lo que falta muchas veces es honestidad, es limpieza del corazón”.

“Creo que parte de la humildad política es que el político sepa ceder su lugar y saber que nadie es imprescindible, dar lugar a rostros nuevos y sobre todo, saberse retirar cuando la propia persona está siendo más obstáculo que de provecho” para la unidad y progreso de la nación, dijo.

Por ello –indicó- se debe “ir renunciando a las ambiciones personales de poder y de dinero, todo aquello que favorezca el bien de los más pobres, proyectos de solidaridad son bienvenidos y los alabamos, pero nos queda siempre la duda hasta dónde eso es verdad”.

Sobre todo, “en una política tan corrupta como la de Nicaragua, ya los ciudadanos en realidad no saben a quién creerle y ya no tienen confianza de creer o de apoyar un proyecto como favorable para la población y la causa es porque el sistema en totalidad está viciado”.

Recordó que en los dos últimos años el mundo ha podido observar la crisis del sistema financiero mundial: “Vimos caer bancos tras bancos, compañías que quebraban, países enteros poderosos que entran en crisis, el mundo entero vive una crisis económica, se manifiesta de mil modos, y a la raíz de esa crisis lo que hay es la idolatría del dinero y de los bienes, un sistema económico, que no conoce ni la solidaridad ni la compasión y crece y se infla indefinidamente hasta autodestruirse”.

Advirtió que cuando a la ambición del dinero se une el poder político, la situación se vuelve todavía más grave porque ya el dinero es poder. “Si al dinero se une el poder político, el ídolo es mayor y las consecuencias son más graves”, concluyó.

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ZENIT Staff

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