El Réquiem de Verdi: “un grito a Dios ante la muerte”, según el Papa

Tras un concierto en su honor

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<p>CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de (ZENIT.org).- “Un momento de verdadera belleza capaz de elevar el espíritu”. Así valoró Benedicto XVI la “excelente” interpretación del Réquiem de Verdi, el sábado por la tarde en el Vaticano, por el maestro Enoch Zu Guttenberg a la dirección del Coro de Neubeuern y de la orquesta Klang-Verwaltung.

El Papa se dirigió a la asamblea, en alemán y en italiano, después del concierto, para agradecer al director de orquesta y a los músicos y para referirse a los sentimientos expresados en esta extraordinaria obra de Giuseppe Verdi, que llegó a definirse como “un poco ateo”.

El Pontífice ve, al contrario, en esta obra “una gran llamada al Padre eterno en el intento de superar el grito de desesperación ante la muerte”.

Verdi expresa “toda una gama de sentimientos humanos ante la muerte”, observó.

El Papa recordó que Verdi (1813-1901) compuso esta misa de réquiem en 1873 con motivo de la muerte del escritor Alessandro Manzoni, a quien Verdi, destacó Benedicto XVI, admiraba y profesaba una especie de veneración.

“En el espíritu de gran compositor -explicó el Papa-, esta obra debía ser la cumbre, el momento final de su producción musical”.

“No era sólo un homenaje a un gran escritor, sino también la respuesta a una exigencia artística interior y espiritual que la confrontación con la estatura humana y cristiana de Manzoni había suscitado en él”.

Para el Pontífice, la misa de Verdi refleja una visión trágica de los destinos humanos, sobre todo cuando se trata de la realidad ineludible de la muerte, y de la cuestión fundamental de la transcendencia, en un género musical en el que el artista ya no debe preocuparse por la puesta en escena.

“Libre de los elementos de la escena, Verdi expresa, sólo con las palabras de la liturgia católica y con la música, la gama de sentimientos humanos ante el final dela vida, la angustia del hombre frente a su fragilidad natural, el sentimiento de rebelión ante la muerte, el desconcierto en el umbral de la eternidad”.

En su discurso, el Papa citó una carta de Verdi al editor musical Ricordi en la que el músico se definió como “un poco ateo”.

Pero cuando escribe esta misa, destacó Benedicto XVI, es como “una gran llamada al Padre, en un intento de superar el grito de desesperación ante la muerte, para reencontrar la aspiración a la vida que se hace oración silenciosa y del corazón: Libera me Domine”.

Verdi describe también, según el Papa, “el drama espiritual” del hombre frente a Dios, a quien aspira en lo más profundo de sí mismo y únicamente en quien puede encontrar la paz y el reposo.

Benedicto XVI citó en este sentido la famosa frase de las Confesiones de san Agustín: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

El concierto fue difundido posteriormente en diferido por la televisión católica italiana TV 2000: se pudieron apreciar entonces los espectaculares pianissimo de la orquesta en sintonía con la súplica del reposo eterno –Requiem aeternam dona eis Domine-, en contraste con el terror atronador del Dies Irae y el confiado apaciguamiento del Libera me final.

La excelencia del cuarteto de voces se expresó por ejemplo en las notas agudas de la partitura de Verdi para la mezzosoprano -Gerhilde Romberger-, o la soprano -Susanne Bernhard-, con el característico arte vocal del lied alemán en el que las notas más acrobáticas se presentan pianissimo, redondas, suaves, en ningún momento forzadas.

Ver este concierto televisado permitió también apreciar la voz del tenor, Reto Rosin, y la del bajo, Yorck Felix Speer.

La calidad de las voces y de la técnica vocal -del coro y de los solistas- fue uno de los puntos fuertes de esta interpretación musical bajo la dirección de un director de orquesta de renombre insuperable, cuyo talento se acompaña de sensibilidad y temperamento.

[Por Anita S. Bourdin, traducción del francés por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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