El «rey del aborto», arrepentido de su pasado, defiende la vida

Alarma ante la sistemática violación de la despenalizadora ley del aborto

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MADRID, 3 diciembre 2002 (ZENIT.org).- «Asesino de masas» y «responsable de la muerte de 75.000 niños inocentes» –como él mismo se califica–, Bernard Nathanson participó a mediados de noviembre en el congreso de conversos «Camino a Roma» celebrado en Ávila (España), promovido por el movimiento Miles Iesu.

Al ofrecer su testimonio, este médico, arrepentido de su pasado y convertido al catolicismo, explicó que dirigía la «mayor clínica abortista de Occidente, en Nueva York. Tenía 35 médicos a mi cargo, con 85 enfermeras. Hacíamos 120 abortos cada día en 10 quirófanos».

«Durante los 10 años en que fui director –reconoce Nathanson–, realizamos 60.000 abortos. Además, supervisé 10.000 y personalmente realicé 5.000. Tengo 75.000 muertes inocentes en mi haber», recoge el diario «La Razón».

Conocido como el «rey del aborto», «tenía barcos, avionetas, fincas, mujeres… pero era todo en base a una gran mentira, la mentira de que la persona en el vientre materno no vale nada», prosiguió.

Aborto, ignorancia y conversión
Hijo de un prestigioso médico judío especializado en ginecología que había renunciado a su fe, Bernard Nathanson narra el camino que recorrió hasta llegar a esa situación: «me crié judío, 3 veces a la semana iba a la escuela judía. Mi padre, educado como judío pero alejado de la fe, me preguntaba por lo que yo aprendía, se reía de mí y ridiculizaba lo que me enseñaban».

«A los 13 años, tras la ceremonia de entrada en la vida adulta judía, dejé de acudir a la sinagoga. Era un judío ateo», comenta el médico. «Tuve mi primera experiencia con el aborto en la universidad. Mi novia se quedó embarazada, y nos parecía imposible casarnos. Mi padre me dio dinero para pagar el aborto, ilegal que se complicó. Ella estuvo a punto de morir. Yo la cuidaba, y me llenaba de indignación social contra el aborto ilegal».

«Años después –continúa– otra novia mía se quedó embarazada. Ella no quería abortar pero yo la persuadí. Quería el mejor abortista, y ése era yo: lo hice y así ejecuté a mi propio hijo, fríamente, sin sentimiento, otro procedimiento quirúrgico más para mí».

Bernard Nathanson fue cofundador de la «Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto»: «Tuvimos éxito: en dos años conseguimos destruir la ley de Nueva York que penalizaba el aborto desde 1829. Pero el aborto legal no bastaba: debía ser “barato, seguro y humanitario”», comenta el anciano médico.

«En esa época no sabíamos nada del feto, no teníamos forma de medirlo, ni verlo, ni confirmar su humanidad. Nuestro interés se centraba en la mujer, no en el bebé, pero cuando dejé la clínica y fui director de obstetricia en el Saint Luke Hospital de Nueva York, algo cambió», comentó.

«Allí empezábamos a tener la tecnología con la que hoy contamos. Por primera vez pudimos estudiar al ser humano en el vientre y descubrimos que no era distinto de nosotros: comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba el dedo, igual que un niño recién nacido –constató–. La verdad era que esto era un ser humano con dignidad, dada por Dios, que no debía ser destruido o dañado», afirmó Nathanson.

El médico se convirtió a la defensa de la vida después de estudiar al feto durante 3 ó 4 años: «Cuestioné el aborto con conferencias e hice dos películas. En una se veía un aborto real, un niño de 12 semanas aspirado hasta la muerte. Se veía cómo le succionaban brazos y piernas, se rompía el torax, etc. Era muy fuerte».

«Los pro-aborto dijeron que era un montaje –relata Bernard Nathanson–. Les he animado siempre a que, si piensan así, hagan ellos su propia película de un aborto real, con sus propias imágenes. Nunca lo han hecho, porque saben muy bien lo que se vería».

A la transformación de Nathanson le faltaba todavía algo, según él mismo cuenta: «A principios de los ochenta yo tenía dinero, propiedades, bodegas, tres matrimonios fracasados, un hijo trastornado y 75.000 víctimas».

«Negaba que hubiese otra vida, pero sabía que la había. Deprimido, pensaba en el suicidio. Conocí entonces a un sacerdote “pro-vida” y empezó un diálogo de 7 años. Él fue mi guía, mi Virgilio en el infierno», afirma.

«Me convencí de la verdad –explica–, de que la gran mentira ya no dominaba mi vida. Ahora mi trabajo “pro-vida” salía del corazón y del alma, no sólo del cerebro».

«A menudo se plantea el tema del aborto como libertad de elección de la mujer. Pero una persona no puede elegir quitar la vida a otra. No es posible hablar del derecho a elegir, porque se trata del mandamiento “no matarás”», advierte.

Alarma en España
En este contexto, se ha confirmado recientemente que hay clínicas españolas que realizan diariamente abortos de fetos de casi 7 meses de gestación. Una investigación de la revista «Época» –en su edición semanal 15/21 noviembre– confirmó hace pocos días esta sistemática práctica ilegal.

El editor del semanario, Julio Ariza, se dirigió a sus lectores afirmando que «podría no gustar la presentación pública de estos espantosos hechos, pero les aseguro que, una vez conocidos y comprobados, no podríamos dormir sin denunciarlos».

La actual ley del aborto en España permite abortar hasta las 12 semanas de gestación si se acredita uno de estos tres supuestos: peligro para la salud física o psíquica de la madre, malformación congénita o violación.

Amparados en el supuesto de «peligro para la salud psíquica de la madre» y protegidos por la clandestinidad que permiten las puertas de los quirófanos, médicos abortistas realizan a diario en España «interrupciones voluntarias del embarazo» a madres cuya salud física o mental no corre riesgo y sobre fetos cuya gestación es de más del doble del límite establecido por la legislación vigente.

La técnica utilizada para interrumpir el embarazo de un sietemesino es el conocido «aborto por nacimiento parcial».

La denuncia de la revista pone de manifiesto, entre otros factores, la falta de control de la Administración, que debería poner en marcha una efectiva intervención en todas estas prácticas. Puesto que las clínicas privadas realizan abortos acogiéndose a la ley despenalizadora, la administración tiene la obligación de disponer de los recursos y los mecanismos de intervención en todos los casos.

La plataforma HazteOir ha puesto su página web a disposición de los ciudadanos para que el cumplimiento de la ley al menos proteja a algunas de las vidas abortadas en España anualmente.

Desde esta página se puede enviar una carta al Presidente del Gobierno, al Ministro de Justicia, a la Ministra de Sanidad y al Fiscal General del Estado. Además, en http://www.hazteoir.bigstep.com/generic.html?pid=3 se puede hacer llegar otra misiva que se remite a 120 medios de comunicación.

La ayuda pro-vida: las cifras hablan
Desde 1981 y hasta 2001, los Centros y Servicios de Acogida y Ayuda a la Vida de la Federación Española de Asociaciones Pro Vida (FEAPV) han atendido a un total de 66.138 personas, entre madres, niños y familiares de estas mujeres.

En total, 18.822 niños que iban a ser abortados por diversas circunstancias, han nacido a pesar de las corrientes proabortistas que presionan en España.

Son muchas son las mujeres que, sintiéndose en una situación difícil y sin tener mayor información que la que habitualmente se ofrece, recurren al aborto como salida a sus dificultades.

Sin embargo, existe un gran número de profesionales y voluntarios que se entregan desde hace unos 40 años (veinte
como federación) para ofrecer toda su ayuda a estas personas y ofrecerles soluciones positivas.

Desde que las asociaciones pro-vida se constituyeron en Federación en 1981, la progresión y la mejora de estas ayudas ha ido en aumento, hasta el punto de duplicar en 2001 el número de mujeres, niños y familiares que fueron atendidos en toda la década de los ochenta.

Todas las ayudas de los Centros y Servicios de Ayuda a la Vida de las asociaciones federadas se ofrecen de forma totalmente gratuita. Consisten en la asistencia personalizada a la mujer sola, marginada, pobre, insegura o con hijos menores a cargo y la atención médica, psicológica y de acogida ante situaciones de maternidad difícil.

Asimismo se brinda alimentación y alojamiento, la posibilidad de asistir a cursos de educación para la salud de las embarazadas y el cuidado de sus hijos y ayudas para la inserción social y laboral. Las madres, al tomar contacto con estas asociaciones, reciben auxilio durante un plazo de seis a veinticuatro meses, siempre ampliable si la situación lo requiere.

La mayoría de las mujeres que acuden en busca de ayuda a estos centros son jóvenes extranjeras (61,5 por ciento) entre veinte y treinta años (57,6 por ciento), solteras (59,2 por ciento) y con un nivel de estudios bastante bajo, ya que una de cada tres no ha tenido acceso a ellos y casi la mitad abandonó las clases antes de la educación secundaria.

«Antes, las mujeres, en muchos casos niñas, se enfrentaban con un conflicto social, especialmente con los padres; hoy, las dificultades a las que se enfrentan son habitualmente de tipo económico y de ubicación», declaró Dolores Voltas, presidenta de la organización, al diario «La Razón».

Actualmente, son muchas las mujeres que, tras haber sido ayudadas, se integran en el grupo de voluntarios de alguna de las asociaciones. Para Dolores Voltas, una veterana luchadora del movimiento Pro Vida, una de sus mayores satisfacciones es saber que «no ha habido ninguna mujer que se haya arrepentido de tener a su hijo».

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ZENIT Staff

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