El Rosario en familia, elemento esencial del mes mariano

Reconoce el arzobispo Comastri

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ROMA, miércoles, 3 mayo 2006 (ZENIT.org).- Para el vicario del Papa para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el «momento más importante del mes de mayo es el de redescubrir la oración mariana en el hogar y sobre todo el Rosario».

El arzobispo Angelo Comastri explicó en los micrófonos de «Radio Vaticana» por qué el mes de mayo es mariano: «Espontáneamente» «fue dedicado a la Virgen porque es el mes de la belleza, es el mes de la explosión de la vida y ninguna criatura es más bella que María, ninguna criatura ha cantado a la vida como le cantó María».

En este contexto, considera que los elementos esenciales del mes mariano son el redescubrimiento de la oración mariana en el hogar y sobre todo el Rosario.

«El Rosario, en un tiempo, se puede decir que era un elemento irrenunciable de la jornada de la familia cristiana», reconoció.

Pero como «la oración no se improvisa», «para rezar bien el Rosario es necesario que en el hogar haya un clima de oración», puntualizó.

«Si en casa se respira un ambiente de fe, es fácil hallar las condiciones adecuadas para rezar el Rosario», constató el prelado.

Sugiere ante todo «reunirse, encontrarse, sentirse juntos, tener el gozo de estar juntos con la familia reunida –padre, madre, hijos, y si hay abuelos, también abuelos–, porque el rezo del Rosario es bello cuando toda la familia lo reza unida».

Y es que «rezando juntos el Santo Rosario es posible sentirse Pueblo de Dios –recalcó–, sentirse una sola cosa: se percibe el misterio de Jesús presente en medio de quienes se han unido en su nombre».

Puntualizó igualmente que la «devoción a la Virgen no es una invención de la Iglesia», «sino que nace de la historia misma de la salvación», «de las opciones de Dios».

Se detuvo el arzobispo Comastri en la introducción que hace a la Anunciación el evangelista Lucas –«cuyas palabras son de un significado decisivo»–: «Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen» llamada María.

«Es Dios quien ha enviado al Ángel», «es Dios quien ha llamado a la puerta del corazón de María y la puerta del corazón de María se abrió de par en par en aquel momento a Dios», explicó.

«En aquel momento María se convierte en la mayor colaboradora de salvación. María está junto a Jesús, irrenunciablemente. Si se separa al Hijo de la Madre o a la Madre del Hijo, se hace algo contra la elección de Dios», concluyó.

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ZENIT Staff

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