El rostro de Juan XXIII intacto después de 38 años

Sorprendente descubrimiento al exhumar sus restos mortales

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CIUDAD DEL VATICANO, 25 mar 2001 (ZENIT.org).- Los prelados y técnicos que participaron en el reconocimiento canónico de los restos mortales de Juan XXIII, el pasado 16 de enero, fueron testigos de una sorpresa: su rostro se encontraba en perfecto estado de conservación.

El examen se había hecho necesario después de que Juan Pablo II manifestara su deseo de que el cuerpo del «Papa Bueno» fuera trasladado de su habitual emplazamiento en las Grutas Vaticanas, en el subsuelo de la basílica de San Pedro, a un altar de ese mismo templo, como ya se ha hecho con Pío X.

El cuerpo del pontífice, beatificado el 3 de septiembre pasado, no había sido embalsamado. A su muerte, el 3 de junio de 1963, los técnicos del Instituto de Medicina Legal de Roma inyectaron formol en su cuerpo con el objetivo de permitir una larga exposición a los fieles antes de su inhumación. Una práctica que se ha aplicado también a los papas fallecidos desde mediados del siglo XX (Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I).

Ayer se hizo público el sorprendente informe oficial del reconocimiento canónico, realizado con el testimonio, entre otros, del arcipreste de la Basílica de San Pedro del Vaticano, el cardenal Virgilio Noè. En la fase final del examen participaron el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de la Santa Sede, y el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Leonardo Sandri.

En el documento se puede leer. «El rostro del beato una vez liberado del paño que lo preservaba ha aparecido íntegro, con los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta, con esos rasgos que recuerdan inmediatamente la fisonomía familiar del venerado pontífice».

Las manos, según este informe, también mantenían el crucifijo, en la postura en la que el Papa había sido enterrado con sus ornamentos pontificales.

Por el momento, ni los técnicos ni ningún exponente de la Santa Sede ha afirmado que se trata de un milagro.

«El dato objetivo es que el cuerpo se ha conservado –ha explicado el subdirector de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el padre Ciro Benedittini–. Pero esto no permite hacer comentarios o hipótesis sobre hechos sobrenaturales, que no podrían estar corroborados por lo que ha sucedido».

Juan XXIII falleció a los 82 años, tras un corto papado de cinco años, que le bastó para convocar el Concilio Vaticano II, auténtica revolución que encamino a la Iglesia hacia el nuevo milenio.

En espera de que sea colocado en su tumba definitiva, el cuerpo de Juan XXIII ha sido encerrado en un ataúd de plomo, en el que se ha añadido un líquido especial para su conservación. Pronto será sometido a medidas de embalsamación y conservación.

Los expertos en asuntos vaticanos esperan conocer más detalles el próximo martes, cuando uno de los testigos del reconocimiento, el cardenal Noè, presente en la Sala de Prensa de la Santa Sede el libro «Las tumbas y los monumentos fúnebres de los Papas en la basílica de San Pedro del Vaticano».

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ZENIT Staff

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