El Santo Padre: Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas

En el Regina Coeli agradece las oraciones por el encuentro con los presidentes de Israel y Palestina

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El papa Francisco rezó hoy la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Vaticano. Desde allí se dirigió a los varios miles de fieles que le escuchaban en la Plaza de San Pedro.

Les recordó que esta tarde en el Vaticano los presidentes de Israel y Palestina se unirán a él y al patriarca ecuménico de Constantinopla para invocar de Dios el don de la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en el todo mundo.

“Deseo agradecer –dijo el Papa– a todos los que, personalmente y en comunidad, han rezado y rezan por este encuentro y se unirán espiritualmente a nuestra súplica.

Antes de la oración del Regina Coeli el papa dijo:

“Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de Pentecostés recuerda la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el cenáculo. Como en la Pascua, es un evento que sucedió durante la preexistente fiesta judía, y que conlleva un cumplimiento sorprendente”.

El libro de los Actos de los Apóstoles describe los signos y los frutos de esta extraordinaria efusión: el viento fuerte y las llamas de fuego; el miedo desaparece y deja lugar al coraje; las lenguas se desatan y todos entienden el anuncio. Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura. El evento de Pentecostés indica el nacimiento de la Iglesia y su manifestación pública. Y nos impresionan dos aspectos: es una Iglesia que sorprende y desapunta.

Un elemento fundamental de Pentecostés es la sorpresa. Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, lo sabemos. Nadie se esperaba másnada de los discípulos: después de la muerte de Jesús eran un grupito insignificante, derrotados y huérfanos de su Maestro. En cambio se verifica un evento inesperado que suscita maravilla: la gente se queda turbada porque cada uno oía a los discípulos hablar en el propio idioma, contando las grandes obras de Dios.

La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que despierta estupor, porque con la fuerza que le viene de Dios, anuncia un mensaje nuevo –la resurrección de Cristo– con un lenguaje nuevo: el universal del amor. (…)

Los discípulos son revestidos de la potencia del alto y hablan con coraje, pero pocos minutos antes eran cobardes, en cambio ahora hablan con coraje y franqueza, con la libertad del Espíritu Santo.

Así siempre la Iglesia está llamada a ser: capaz de sorprender anunciando a todos que Jesucristo ha vencido la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está siempre allí esperándonos para curarnos y perdonarnos.

Justamente para realizar esta misión Jesús resucitado ha donado su Espíritu a la Iglesia. (…) Alguien en Jerusalén habría preferido que los discípulos de Jesús, bloqueados por el miedo se hubieran quedado cerrados en su casa para no crear desapunte. También hoy tantos quieren esto de los cristianos.

En cambio, el Señor resucitado los empuja hacia el mundo: “Como el Padre me ha enviado, también yo les envío a ustedes”. La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no se resigna a ser inocua, demasiado destilada, como un elemento decorativo.

Es una Iglesia que no tiene dudas en salir hacia fuera, hacia la gente, para anunciar el mensaje que le ha sido confiado, mismo si ese mensaje molesta e inquieta las conciencias, nos trae problemas y también nos lleva al martirio.

Ella nace una y universal, con una idea precisa pero abierta, una Iglesia que abraza al mundo pero no lo captura, como la columnata de esta plaza: dos brazos que se abren para acoger, pero no se cierran para retener. Los cristianos somos libres y la Iglesia nos quiere libres.

Nos dirigimos a la Virgen María, que en esa mañana de Pentecostés estaba en el Cenáculo, la Madre estaba con los hijos junto a los discípulos. En ella la fuerza del Espíritu Santo cumplió realmente “grandes cosas”.

Ella la Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, nos obtenga con su intercesión una renovada efusión del Espíritu de Dios en la Iglesia y en el mundo”.

Regina Coeli…

En los saludos finales, además de agradecer las oraciones por el encuentro por la paz en el Vaticano con los presidentes de Israel y Palestina, saludó a diversos grupos presentes, como los estudiantes de la diócesis española de Valencia.

Y concluyó deseando a todos “una buona domenica”, pidió “recen por mi; “buon pranzo y arrivederci”.

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ZENIT Staff

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