El papa Francisco recibió este sábado en audiencia en el Vaticano, a varios miles de atletas diversamente hábiles, del Comité Italiano Paraolímpico. En el aula Pablo VI, Francisco les saludó, dirigió unas palabras y después se acercó a los presentes. Por un buen rato caminó entre ellos, les saludó y bendijo, muchos de los cuales estaban en sillas de ruedas.
“Les agradezco por esta presencia, numerosa y festiva, así como al presidente del comité Italiano Paraolímpico, por sus corteses palabras” dijo. Y recordó que vinieron aquí “desde tantas partes del mundo, y cada uno trae consigo la propia experiencia de deportista, y antes de todo de hombre y mujere que trae las conquistas, las metas alcanzadas con tanta fatiga, junto a las dificultades que ha tenido que enfrentar”.
El Santo Padre consideró que debido a esto cada uno de ellos “es testimonio de cuanto es importante vivir estas alegrías y fatigas al estar junto a otros” así como “compartir un itinerario propio, encontrar a un grupo de amigos que dan una mano y a quienes dar una mano. Y así cada uno da lo mejor de sí mismo”.
El papa Francisco recordó también que “el deporte promueve contactos y relaciones con personas que provienen de culturas y ambientes diversos, nos acostumbra a vivir acogiendo las diferencias, a hacer de éstas una ocasión preciosa de enriquecimiento y descubrimiento recíproco”. Y sobre todo “el deporte se vuelve una ocasión preciosa para reconocerse como hermanos y hermanas ‘en camino’, para favorecer la cultura de la inclusión y rechazar la cultura del descarte”.
“Todo esto se vuelve más evidente en vuestra experiencia –indicó el Pontífice– porque la discapacidad que se experimenta en alguna parte del físico, mediante la práctica deportiva y la sana competición se transforma en un mensaje de ánimo para quienes viven situaciones análogas, y se vuelve una invitación a empeñarse para hacer juntos cosas bellas, superando las barreras que podemos encontrar alrededor de nosotros, y sobre todo las que están dentro de nosotros”.
“Vuestra esperanza, queridos atletas, es un gran signo de esperanza. Prueba que en cada persona existen potencialidades a veces inimaginables y que pueden desarrollarse con confianza y solidaridad”, dijo. Y les recordó que Dios Padre es el primero que sabe esto, que conoce perfectamente los problemas, y que “nos ama tal como somos, y nos hacer crecer de acuerdo a lo que podemos volvernos”. Y les exhortó a proseguir en el esfuerzo por un deporte sin barreras, por un mundo sin exclusos, porque “no están nunca solos» y con ellos «está Dios nuestro Padre”.
Y concluyó invitándolos a sentir “también a través de la práctica deportiva, la cercanía de Dios y la amistad de los hermanos y hermanas”. El Santo Padre concluyó pidiendo que por favor se acuerden “de rezar por mí”.