El Santo Padre reza por las víctimas de la violencia en Jerusalén y Tierra Santa

En la audiencia general el Papa hace un llamamiento para que se ponga fin al odio. En la catequesis habla sobre la vocación a la santidad

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El santo Padre sigue con preocupación el alarmante aumento de la tensión en Jerusalén y en otras zonas de Tierra Santa, con episodios inaceptables de violencia que no conservan ni siquiera los lugares de culto. «Aseguro una oración particular por todas las víctimas de tal dramática situación y por los que más sufren las consecuencias. Del profundo del corazón dirijo a las partes implicadas un llamamiento para que se ponga fin a la espiral de odio y violencia y se tomen decisiones valientes para la reconciliación y la paz», ha indicado esta mañana el Santo Padre al finalizar la audiencia. Asimismo ha asegurado que «construir la paz es difícil pero vivir sin paz es un tormento».  

Por otro lado, también ha recordado que este viernes es la memoria litúrgica de la Presentación de María Santísima al Templo, celebramos la Jornada pro Orantibus, dedicada a las comunidades religiosas de clausura. Es una ocasión oportuna – ha indicado el Papa- para dar las gracias al Señor por el don de tantas personas que, en los monasterios y en las ermitas, se dedican a Dios en la oración y en el silencio que trabaja, reconociéndole ese primado que solo a Él le corresponde. «Doy gracias al Señor por el testimonio de vida de clausura y no dejemos que les falte nuestro apoyo espiritual y material, para cumplir esta importante misión», ha exhortado Francisco.

Esta mañana, la lluvia ha firmado una tregua y así ha permitido que el buen tiempo acompañe a la audiencia general en la que miles de peregrinos han podido encontrar al santo padre Francisco en la plaza de San Pedro. Con el papamóvil descubierto, el Papa ha recorrido los pasillos de la plaza, con calma, y deteniéndose a saludar a diferentes grupos. Los fieles venidos de todas las partes del mundo gritaban ¡Viva el Papa! ¡Francisco! mientras el Pontífice bendecía a los bebés que se acercaban, y saluda a cuantos con alegría e ilusión han acudido a la plaza para escucharle y verle de cerca.

Tras quince minutos de recorrido, se ha escuchado la Palabra de Dios en las distintas lenguas y el Papa ha dado inicio a su catequesis, centrada hoy en la vocación a la santidad. En el resumen que el Santo Padre hace en español ha indicado: «La catequesis de hoy está centrada en la vocación universal a la santidad.  ¿En qué consiste esta vocación y cómo podemos realizarla? La santidad no la obtenemos por nuestras capacidades o cualidades personales. Es ante todo un don de Dios que nos hace el Señor Jesús revistiéndonos de Él mismo. Por lo tanto, la santidad es un descubrirse en plena comunión con Él, en la plenitud de su vida y de su amor. De esta manera, nadie queda excluido de la llamada a la santidad, la cual constituye el carácter distintivo de todo cristiano, urgido a vivirla en el amor y en el testimonio diario, cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el cual se encuentra.
En la Primera Carta de San Pedro escuchamos: ‘Que cada uno viva según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los demás, como buenos administradores de la gracia de Dios’. La llamada a la santidad no es una carga pesada, sino una invitación a vivir con alegría y amor cada momento de nuestra vida, transformándolo al mismo tiempo en un don para las personas que nos rodean. Cada paso hacia la santidad hace a las personas mejores, libres de egoísmo y abiertas a los hermanos y a sus necesidades.

A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular «a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Costa Rica y República Dominicana, así como a los venidos de otros países latinoamericanos». Así, ha pedido que «acojamos con alegría la invitación a la santidad y sostengámonos los unos a los otros en este camino que no se recorre en solitario, sino en comunión con aquel único cuerpo que es la Iglesia, la Santa Madre la Iglesia jerárquica».

Al finalizar, tras los saludos en las distintas lenguas, el Pontífice ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. De este modo, ha recordado que en el mes de noviembre la liturgia nos invita a la oración por los difuntos. «No olvidemos a nuestros seres queridos, los benefactores y todos aquellos que nos han precedido en la fe: la Celebración eucarística es la mejor ayuda espiritual que nosotros podemos ofrecer a sus almas».

Leer el texto completo de la audiencia

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Staff Reporter

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