El secretario de Juan Pablo II muestra el misterio de la Eucaristía en Quebec

Cardenal Dziwisz en el Congreso Eucarístico Internacional

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QUEBEC, jueves, 19 junio 2008 (ZENIT.org).- No permanezcáis al borde del misterio de la Eucaristía sino zambullíos profundamente en él para aprender lo que queda por conocer, urgió el secretario de Juan Pablo II, actual arzobispo de Cracovia, a los participantes en el Congreso Eucarístico Internacional.

El cardenal Stanislaw Dziwisz expuso su invitación en una homilía pronunciada en el segundo día del acontecimiento, que se celebra en Quebec, Canadá, hasta el domingo próximo.

Unos 11.000 peregrinos, 50 cardenales y más de 100 obispos se han reunido para reflexionar sobre el tema «La Eucaristía Don de Dios para la Vida del Mundo».

«La Eucaristía no es sólo un memorial del misterio pascual en el sentido de una conmemoración y de hacer presente el tránsito pascual del Señor –dijo el cardenal Dziwisz–. La Eucaristía es también un memorial que sitúa al creyente ante la cuestión de su propio ‘Yo rememoro, yo recuerdo’, un memorial que sitúa a la entera comunidad de la Iglesia ante la cuestión: ¿Qué significa lo que ‘yo rememoro, yo recuerdo’?».

«‘Yo rememoro’ significa ‘yo estoy presente’ en el misterio pascual, ‘me dejo introducir en una dimensión del mundo en la que Dios salva a cada hombre y a toda la humanidad», explicó el cardenal.

Y añadió: «Con la gracia de la fe […] subo al Calvario para ver, para contemplar al único Cordero Pascual. Dejo la Galilea de los milagros, la Samaría de las preguntas sobre el agua de la vida y la Jerusalén de los debates con los fariseos, dejo el Mar de Galilea –el lago de pesca abundante y escasa, el lago de la tempestad y la calma– y llego al Gólgota, y estoy allí, en el centro del misterio de la salvación.

«‘Yo rememoro, yo recuerdo, de un modo Eucarístico’ significa que no estoy en cualquier lugar sino en el centro de la Iglesia, en el corazón del hombre y en corazón de Dios mismo».

«‘Yo recuerdo’ significa que yo también hago presente este misterio aquí, donde estoy», añadió.

«El hombre que ha pisado una vez el Gólgota –dijo el cardenal Dziwisz– con el don de la gracia de la fe, siempre lleva en su corazón la marca del sacrificio pascual. ‘Yo recuerdo de un modo Eucarístico’ significa que tengo una imagen y un testimonio vivos de la muerte y resurrección de nuestro Señor».

«Seríamos desagradecidos con la Eucaristía -añadió- si la encerramos en los altares de todo el mundo. Seríamos meros espectadores del sacrificio de salvación de Cristo en el Calvario, si nosotros mismos no nos hacemos Calvario».

El cardenal de 69 años abordó luego el misterio pascual: «Sobre todo, se debe ser humilde ante el misterio».

«Humildad ante el misterio significa un fe profunda y sencilla, que sabe que para Dios el pan y el vino, el Cuerpo y la Sangre son suficientes para rescatar al mundo entero».

«El misterio no invita sólo a la humildad –añadió el cardenal Dziwisz–. El misterio también llama al conocimiento».

«Si yo se que estoy al borde de un océano, me pregunto que hay más allá del horizonte. Al mismo tiempo, con este interrogante viene un puro deseo de partir, descubrir y conocer algo que es todavía inimaginable, inconcebible hoy […]».

«Si por tanto la Eucaristía es un misterio pascual, y nosotros somos conscientes de estar todavía al borde de este gran misterio, no temamos ni nos quedemos fuera de él. Consintamos en dejarnos llevar por este deseo natural de conocer lo que es todavía impenetrable. No pensemos que sabemos algo y que ya lo hemos aprendido todo».

El cardenal añadió: «Quedarse al borde del océano significa decir de hecho que no hay nada nuevo tras el horizonte. Creer que la Eucaristía es un misterio es, de hecho, no cansarse nunca de conocer el tránsito pascual de nuestro Señor más profundamente».

«La Pascua es sobre todo el paso a la libertad –añadió el cardenal Dziwisz–. Cuando el pueblo elegido se sentó a la mesa en Egipto aquella noche inolvidable, la décima del mes primero, para comer el cordero pascual, todo el pueblo pensaba que era la última noche de cautividad».

«Cuando Jesús, el Cordero Pascual, fue inmolado en la cruz, Dios, con la muerte de su Hijo, puso a la humanidad liberada en el camino de la libertad».

Y añadió: «Cada día en la Eucaristía, en los altares de todo el mundo, Dios dice […] ‘Vosotros ya no sois esclavos, sino hijos'».

«Es el don de la Eucaristía para el mundo –afirmó el arzobispo de Cracovia–. El don asegura el final de la cautividad, la Pascua libera a cada uno».

«Celebrar la Pascua significa también comer. Se puede decir también que no hay pasaje, camino a la libertad sin comer la Pascua».

«Si para nosotros la muerte y resurrección de Jesucristo es la Pascua de la Nueva Alianza, y la Eucaristía es el memorial y la presencia, es difícil hablar del don liberador de la Eucaristía si esta no es comida -dijo el cardenal Dziwisz. Ni el Cuerpo ni la Sangre del señor serán nunca un don para nosotros o para el mundo si no son comidos con dignidad».

Traducido del inglés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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