El secreto de los cinco nuevos beatos proclamados por Juan Pablo II

Hombres y mujeres que respondieron al Amor

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CIUDAD DEL VATICANO, 29 abril 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II beatificó este domingo a cinco hombres y mujeres testigos de que la santidad no es el monopolio de un estado de vida, sino la respuesta coherente al amor de Dios.

Este es precisamente el motivo por el que en estos más de 22 años de pontificado se han batido records en el número de nuevos santos y beatos. Con esta última celebración, el Papa Wojtyla ha proclamado a 1.232 beatos. El número total de canonizaciones ha sido de 477 hombres y mujeres, de diferentes épocas, continentes y estados de vida. Una cifra que corresponde a la mitad de los beatos y santos proclamados en toda la historia de la Iglesia.

Para el pontífice los nuevos beatos no son personajes raros o aburridos, son imitadores de Jesús, es decir, dejan «que el Espíritu Santo conforme su existencia según Cristo», como explicó en la homilía de hoy.

Primer beato puertorriqueño
Escuchaban al Santo Padre, en la plaza de San Pedro, unos 30 mil peregrinos. Los más entusiastas fueron los puertorriqueños, que vieron cómo por primera vez en la historia un compatriota suyo era elevado a la gloria de los altares. Se trata de Carlos Manuel Rodríguez Santiago (1918-1963), conocido en el Caribe y en Estados Unidos como Charlie, quien dedicó su vida como laico al servicio de la Iglesia y al trabajó en el Centro Universitario Católico de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

Su beatificación se ha convertido también en un signo de paz para todo el mundo: la Marina estadounidense anunció la suspensión durante 24 horas de sus contestadas maniobras en la isla puertorriqueña en Vieques como señal de respeto por el beato Carlos Manuel Rodríguez.

Este puertorriqueño «puso de relieve la llamada universal a la santidad para todos los cristianos y la importancia de que cada bautizado responda a ella de manera consciente y responsable –explicó el Papa en la homilía–. Que su ejemplo ayude a toda la Iglesia de Puerto Rico a ser fiel, viviendo con firme coherencia los valores y los principios cristianos recibidos en la evangelización de la Isla».

«El obispo del Sagrario abandonado»
Otro de los nuevos beatos era el obispo de Málaga (España), Manuel González García (1877-1940). Es conocido en el mundo entero como «el obispo del Sagrario abandonado». De hecho, fundó la congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret así como importantes asociaciones (por ejemplo, los Discípulos de San Juan, para los hombres, y la rama infantil, los Niños Reparadores).

La experiencia vivida «ante un sagrario abandonado le marcó para toda su vida –recordó hoy el obispo de Roma–, dedicándose desde entonces a propagar la devoción a la Eucaristía, y proclamando la frase que después quiso que fuera su epitafio: «¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!»». Su ejemplo, añadió, «sigue hablando a la Iglesia de hoy».

Canadiense y fundadora
El resto de los nuevos beatos son religiosas. Entre ellas destaca la canadiense Esther Blondin (1809-1890), quien al consagrarse adoptó el nombre de Marie-Anne, fundadora de la congregación de las Hermanas de Santa Ana.

«Modelo de una vida humilde y escondida –evocó el sucesor del apóstol Pedro–, Marie-Anne Blondin encontró su fuerza interior en la contemplación de la Cruz, mostrándonos que la vida de intimidad con Cristo es el medio más seguro de dar misteriosamente frutos y de cumplir con la misión querida por Dios».

Dos italianas fundadoras
Desde este domingo ya se puede llamar beata a Caterina Volpicelli (1839-1894), fundadora de las Siervas del Sagrado Corazón.

«También supo sacar de la Eucaristía ese ardor misionero que le llevó a expresar su vocación en la Iglesia, sometida dócilmente a los pastores y proféticamente orientada a la promoción del laicado y de nuevas formas de vida consagrada –continuó explicando el Papa–. Sin delimitar espacios operativos ni dar vida a instituciones específicas, quiso, como ella misma afirmaba, encontrar la soledad en las ocupaciones y un fecundo trabajo en la soledad».

La última nueva beata de este domingo es Caterina Cittadini (1801-1857), fundadora de las Hermanas Ursulinas de Somasca, quien, como aseguró la homilía pontificia «manifestó un amor indómito por el Señor».

«Al quedar huérfana desde su más tierna edad, se convirtió en madre cariñosa de las huérfanas. Y quiso que sus hijas espirituales fueran «madres» en la escuela y en el contacto con los niños». Y constató: «También en su caso el secreto fue la unión con la Eucaristía».

Este es precisamente el secreto de los santos, concluyó Juan Pablo II, quien dirigiéndose directamente a su intercesión, imploró: «Ayudadnos a recorrer el camino de las santidad, especialmente cuando se hace cansado. Apoyadnos para que podamos mantener fija la mirada en Aquel que nos ha amado». Esa es la senda de la santidad.

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ZENIT Staff

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