El secreto del atractivo de la Madre Teresa de Calcuta (2)

Habla el padre Brian Kolodiejchuk, M.C, postulador de su causa de beatificación

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ROMA, 10 octubre 2003 (ZENIT.org).- Para comprender cómo llegó la Madre Teresa de Calcula a convertirse en una de las figuras más destacadas del siglo XX dedicándose a los «más pobres de entre los pobres», Zenit ha entrevistado al padre Brian Kolodiejchuk.

El padre Kolodiejchuk es uno de los tres primeros miembros de la rama sacerdotal de los Misioneros de la Caridad y postulador de la causa de beatificación de su fundadora, la Madre Teresa, cuya celebración tendrá lugar el 19 de octubre próximo.

Publicamos a continuación la segunda parte de la entrevista. La primera entrega se difundió el 9 de octubre de 2003.

–La labor fundacional de la Madre Teresa se extendió a religiosas y religiosos activos y contemplativos, sacerdotes y laicos consagrados. También animó a colaboradores laicos a participar en el servicio a los más pobres entre los pobres. ¿No se corre el riesgo de reducir el trabajo de las Misioneras de la Caridad a una mera asistencia social, aunque sea de grandes resultados?

–P. Brian Kolodiejchuk: La Madre Teresa a menudo decía que no somos trabajadores sociales, aunque llevemos a cabo un trabajo social; y añadía: «Lo hacemos por alguien». Con ello quería decir que era a Jesús a quien se dirigía su humilde servicio. En la base de esta afirmación está lo que ella llamaba «el Evangelio en los cinco dedos», porque contaba con los dedos de la mano las palabras de Mateo 25, 40 : «A mí me lo hicisteis». En cada servicio que desempeñaba, ella conservaba esta verdad en su corazón. Era con Jesús con quien estaba en la oración, era Jesús a quien tocaba en los pobres, era Jesús a quien encontraba en cada persona. Llegó a ser verdaderamente una «contemplativa en el corazón del mundo», alguien que percibe, reconoce y sirve a la presencia de Dios en toda persona y en cada circunstancia.

La Madre Teresa nunca se perdió en los resultados, aunque fueron considerables. Lo importante para ella era la persona que tenía enfrente en el momento presente, la persona que necesitaba amor y atención AHORA. Estaba profundamente convencida de que todos sus logros eran «obra de Dios» y de que Dios utilizaba «su nada para mostrar Su grandeza». Y cuando hablaba de resultados, era sólo para señalar las maravillas que «Dios estaba haciendo». Era capaz de mantener una dimensión contemplativa en su labor, y ello fue su protección en cuanto a hacer solamente un servicio social, aún siendo éste digno de elogio.

–Algunos critican el hecho de que la Madre Teresa atendiera a los marginados, pero no dirigiera su actividad a cambiar las estructuras sociales. ¿Qué motivaba esta actitud de la religiosa?

–P. Brian Kolodiejchuk: Toda la vida de la Madre Teresa estuvo centrada en responder la llamada que recibió de Dios en 1946. Desde el 10 de septiembre de aquel año, tuvo encuentros místicos con Cristo. El resultado de ellos fue la fundación de las Misioneras de la Caridad. Estas experiencias de gran trascendencia fueron la razón última y el motivo de su servicio a los pobres. Era muy consciente de esto. Así que su preocupación fundamental era seguir la llamada recibida de Cristo, que para ella no incluía una llamada a cambiar las estructuras sociales. Su misión era llevar el amor de Dios a los más pobres de entre los pobres a través de su humilde servicio. Fue llamada a entrar en el mundo de la pobreza y llevar la buena nueva del amor de Dios a los pobres, no a resolver los problemas políticos, económicos y sociales del mundo. Era muy consciente de esto y no transigía con este principio por ninguna razón. En una ocasión dijo: «Si me mezclo en política, no tendré tiempo para amar».

Por lo tanto, la razón de no involucrarse directamente en la labor de un cambio social era que la Madre Teresa estaba siguiendo su verdadera vocación. Tenía una misión hacia un particular grupo de personas y se centraba en un área particular de servicio a los pobres. Sabía que no podía hacer todo, pero se esforzaba por hacer todo lo posible donde había sido llamada. A menudo decía: «Lo que yo puedo hacer tú no puedes, lo que tú puedes hacer yo no puedo, pero juntos podemos hacer “algo precioso para Dios”». Mientras otros trabajan legítimamente para cambiar las estructuras sociales, ella estaba resuelta a ofrecer ayuda efectiva e inmediata a los más pobres de entre los pobres, los más necesitados. Es necesario facilitar a la gente una caña de pescar, pero alguien tiene que preocuparse de ofrecerles un pescado para que tengan fuerzas para sujetar la caña.

–¿Cómo armonizó la Madre Teresa la vida de la contemplación con la vida del servicio?

–P. Brian Kolodiejchuk: La Madre Teresa pudo armonizar contemplación y servicio teniendo presente el propósito y razón última de la existencia de su Congregación. Lo explicó en 1947: «El propósito de las Misioneras de la Caridad es saciar la infinita sed de amor y almas que tiene Jesús en la Cruz» «trabajando para la salvación y santificación de los más pobres de entre los pobres». Saciar la sed de Jesús de amor y almas era la motivación de todo lo que la Madre Teresa hizo. Este objetivo nunca abandonó su mente ni su corazón. Todas sus energías se dirigían a él. La sed de Jesús atravesaba todos los aspectos de su vida, en su oración y en el servicio. Éste fue el carisma que recibió y naturalmente todo giraba en torno a él.

Para mantener el equilibrio entre oración y acción, la vida de las Misioneras de la Caridad pide unas cuatro horas de oración al día. La Madre Teresa se mantuvo excepcionalmente fiel a los momentos de oración. Su día empezaba con oración, meditación y la Santa Misa, que consideraba los momentos más importantes de su día. Después de recibir a Jesús en la Eucaristía, acudía a servirle en los más pobres de entre los pobres. La oración era su momento para unirse a Jesús, para escucharle, para entregarse a Él, para encontrar Su voluntad en todo lo que hacía. La segunda parte más importante de su día era una hora de adoración Eucarística. No se la perdía salvo por causa grave. A veces ello representaba un esfuerzo extraordinario. Tras largos y agotadores viajes o incluso cuando tenía problemas de salud, aún empleaba tiempo en la oración.

El Rosario era uno de los más importantes y sencillos métodos de la oración de la Madre Teresa. María fue su compañía inseparable para ayudarla a vivir en la presencia de Dios y vivir los misterios de Cristo. Lo rezaba en la capilla, en las calles, en el autobús o en el avión. Para ella era una manera esencial de reflexionar en los misterios de la vida de Jesús y María y para estar en oración continuamente. A menudo se la veía con el Rosario en la mano, que para ella era un recordatorio de la presencia de Nuestra Señora y de la íntima relación que alimentaba con la Madre de Dios.

–Teniendo en cuenta que era una mística, ¿piensa que es un modelo?

–P. Brian Kolodiejchuk: Sí, desde luego. Aunque su experiencia mística de oscuridad no fue realmente de la misma naturaleza que nuestra oscuridad –que frecuentemente se debe a nuestra pérdida de fervor o virtud, a la mediocridad y al egoísmo–, la Madre Teresa da ejemplo de cómo vivir nuestra propia experiencia de oscuridad. Ella lo aceptó con una entrega completa a la voluntad de Dios y con confianza en Su cuidado amoroso incluso cuando no sentía Su cercanía. En última instancia, era el amor a Dios y al prójimo lo que le movió a aceptar la oscuridad interior como un don.

Vivir en la oscuridad significó por un lado compartir los sufrimientos de Cristo, y por otro lado compartir la pobreza de los pobres. La Madre Teresa frecuentemente repetía que la mayor pobreza es no ser amado, no ser querido, estar abandonado, y esto es lo que ella estaba experimenta
ndo espiritualmente. Había dicho en una ocasión que la situación material de los pobres era la imagen de su estado interior. Ella vivía la pobreza material en solidaridad con los pobres materialmente hablando, y vivía la pobreza espiritual, a través de la oscuridad –tal como descubrimos durante el proceso de beatificación–, en solidaridad con los pobres espiritualmente hablando. Pudo tocar la pobreza interior más profunda porque ella misma la había experimentado. Esta es la dimensión mística de su servicio a los pobres.

Su forma de participar en la Cruz de Cristo es un ejemplo para todos nosotros de cómo llevar nuestras cruces con amor y ofrecer nuestro sufrimiento por la salvación y la santificación de otros. Por esta razón, el tema elegido para las ceremonia de la beatificación es «Ven, sé mi luz». La luz que su vida nos proporciona no es sólo la luz de la caridad hacia los pobres, sino también la luz que viene de su ejemplo al llevar su propia cruz, particularmente en sus sufrimientos interiores.

–En su opinión, ¿cuál es el mensaje central de la Madre Teresa para el mundo? ¿Y para los cristianos?

–P. Brian Kolodiejchuk: La Madre Teresa recuerda al mundo que «Dios está». Ella se sitúa como un testimonio de una sólida fe en Dios y de la felicidad y satisfacción que vienen de una vida centrada en Dios. Esa misma fe en Dios era la base de su amor hacia cada ser humano, a quien consideraba «mi hermano, mi hermana». Continuamente insistía en el valor de toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, y subrayaba la dignidad de cada persona como un hijo de Dios hecho para grandes cosas, para amar y para ser amado.

Para los cristianos, la Madre Teresa es un recordatorio de que sólo estando unidos a Cristo podemos dar fruto, tanto en nuestra propia vida como en nuestro servicio a los demás. «La santidad no es un lujo de unos cuantos, sino un sencillo deber para mí y para ti», repetía muy a menudo la Madre Teresa, y éste es el mensaje que nos deja a todos.

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ZENIT Staff

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