El sorprendente poder formativo de la música (II)

Entrevista con el profesor Alfonso López Quintás

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MADRID, jueves, 26 enero 2006 (ZENIT.org).- Fuente inagotable de formación humana, la experiencia musical revela el ejercicio de la verdadera libertad y juega un papel decisivo en la búsqueda de sentido en la vida.

Consciente de éstas y de más realidades que brotan de la música, el profesor Alfonso López Quintás añade a sus más de cuarenta obras un nuevo volumen, «Estética musical. El poder formativo de la música», Rivera Editores, Valencia, 2005 (www.editores.riveramusica.com).

Lo ha escrito «con un punto de emoción» –reconoce a Zenit en la segunda parte de esta entrevista— y con la confianza de que sus lectores vean la música con ojos nuevos.

Catedrático emérito de Estética en la Universidad Complutense de Madrid, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y de «L´académie internationale de l´art» (Suiza), López Quintás es fundador del proyecto formativo «Escuela de Pensamiento y Creatividad» –difundido en España e Iberoamérica– y profesor de los cursos de doctorado de música en la Universidad Autónoma de la capital española. Es sacerdote de la Orden de la Merced.

[La primera parte de esta entrevista está disponible en Zenit, 25 enero 2006]

–Desde el punto de vista formativo, la experiencia de interpretación parece más enriquecedora que la audición.

–López Quintás: Suele suceder, ya que el buen intérprete no repite la obra; la vuelve a crear desde su peculiar sensibilidad. Al principio, lee despacio la partitura; estudia nota a nota la digitación debida; analiza las diversas frases y las ensambla. Mientras realiza esta labor de ojeo de la obra, su interpretación es tanteante y premiosa, carente de soltura y libertad interna. A fuerza de ensayos, las formas se perfilan a través de la fronda de las notas, cobran cuerpo, se articulan unas con otras. Al configurar de este modo la obra, el intérprete gana una creciente libertad. Ya no está preso en la partitura. Ésta va pasando a un segundo plano a medida que las formas se hacen presentes. El intérprete sigue poniendo en juego todos sus medios técnicos: conocimientos musicales, agilidad mental, fuerza muscular…, pero todos ellos se vuelven transparentes al convertirse en vías abiertas a la expresión musical.

En este momento, estamos tentados a decir que el intérprete «domina» la obra en cuanto «se deja dominar» por ella. Pero este lenguaje es inadecuado a un proceso creativo como es el de la interpretación musical. Lo justo es decir que el intérprete configura la obra en cuanto se deja configurar por ella. Es una experiencia reversible, de doble dirección. El intérprete se encuentra en su elemento, en su hogar espiritual, cuando convierte la obra en una voz interior, se deja llevar por su ritmo y llenar de sus armonías. Al serle totalmente fiel, se siente plenamente libre, con libertad creativa. Al deslizarse por las avenidas de la obra, siente que la obra se identifica prodigiosamente con él, es re-creada por él y le es, sin embargo, trascendente. Por eso admite interpretaciones diversas, que se contrastan y complementan.

La capacidad formativa de la experiencia musical nos muestra que, al actuar creativamente en la vida, podemos asumir normas que nos vienen de fuera sin perder nuestra verdadera libertad. Al ser fieles a la partitura –que encauza nuestra actividad–, y crear nuevamente una obra, mermamos un tanto nuestra libertad de maniobra –nuestra capacidad de actuar arbitrariamente–, pero nos sentimos más libres que nunca en cuanto a la libertad creativa, que es la auténtica libertad humana. Una vez configurada perfectamente la obra, lo sensible y los medios técnicos cobran todo su valor, pero no se hacen autónomos; se hacen transparentes para dejar que la obra se manifieste en todo su esplendor.

–¿Cómo incide todo este proceso en la formación de la inteligencia humana?

–López Quintás: Esta transparencia de los medios expresivos hace posible entrar en relación de presencia inmediata con las obras. Y esto colabora a perfeccionar nuestra inteligencia. La música nos insta a no quedarnos en los valores inmediatos, sino a trascenderlos hacia las realidades a las que remiten. Aprendemos así a dar a nuestra inteligencia las tres condiciones de la madurez: largo alcance, comprehensión, profundidad. Al oír ciertos sonidos, pasamos más allá y captamos su peculiar expresividad y las formas que ellos configuran; así superamos la miopía intelectual. Oímos al mismo tiempo distintos sonidos y los aunamos en diversas melodías y armonías; de este modo superamos la unilateralidad en el mirar y pensar. Al hacer esto penetramos en el sentido del conjunto, en los diversos ámbitos de vida humana expresados en la obra. Superamos de este modo la superficialidad en el pensar.

–¿Están reñidas, en el ámbito musical, la solidaridad y la independencia?

–López Quintás: La experiencia musical, por ser eminentemente creativa, nos muestra que la solidaridad y la independencia no se oponen, se potencian. Son dos niveles de realidad y de conducta distintos. En una obra polifónica, cada cantor –tenor, bajo, soprano, contralto– goza de total independencia respecto a los otros. Ninguno puede inmiscuirse en su tarea. Pero cuando empieza a cantar, presta suma atención a la actividad de los demás, atempera su volumen y su ritmo al de ellos, aviva la sensibilidad para crear un tejido sonoro armónico y equilibrado. El que adopta una actitud creativa no intenta dominar a nadie e imponerse. Al contrario, se cuida de promocionar a los demás y resaltar sus cualidades, pues la riqueza del encuentro es proporcional a la calidad personal de quienes se unen.

–¿Puede servir la música a la búsqueda de sentido en la vida?

–López Quintás: En el proceso formativo juega un papel decisivo la búsqueda de sentido. Cuando colmamos la vida de sentido, podemos decir que estamos básicamente formados. Y en esa tarea la música de calidad juega un papel decisivo. Oyes una buena interpretación del «Concierto para clarinete y orquesta» de Mozart y sientes la emoción de la pura belleza, el equilibrio perfecto, el diálogo soberano en el que diversos instrumentos potencian sus posibilidades al conjuntarse. Si al terminar la audición, alguien te preguntara si la vida tiene sentido, posiblemente dirías que ha valido la pena vivir hasta ese momento para poder participar de esa cumbre del arte. En la valía suprema de un instante puede medirse la grandeza de toda una vida, al modo como la magnitud de una cordillera es medida por la altura del pico más elevado. En nuestra vida el sentido viene decidido por las cimas que alcanzamos, de forma que un único momento puede dar pleno sentido al decurso vital anterior.

–Las ideas estéticas que expone en el libro ¿las aplica a obras concretas de grandes compositores?

–López Quintás: Analizo a su luz obras de altísima calidad, como la «Novena Sinfonía» de Beethoven, el «Don Giovanni» y «La flauta mágica» de Mozart, el «Tannhäuser» de Wagner. Con el método seguido en el libro, estas obras muestran una profundidad sorprendente.

–Si se vive la música como mera evasión, entonces se distanciaría de su poder formativo y del contacto con la realidad…

–López Quintás: Sin duda. Por eso subrayo en la obra que la música, además de procurarnos experiencias emotivas, nos ayuda a incrementar la madurez personal: la capacidad de pensar con amplitud y profundidad, ser creativos incluso en las actividades más sencillas, promover una auténtica «cultura del corazón», ejercitar una forma de libertad creativa. Hacerlo ver de modo sugerente fue mi propósito al escribir, con un punto de emoción, este compendio de «Estética musical». Espero que el lector concluya su lectura con la satisfacción de ver la música con ojos nuevos y una esti
ma inmensamente superior.

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ZENIT Staff

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