El sueño de Juan Pablo II para el futuro de Europa

Pasaje de su discurso al recibir el Premio Internacional Carlomagno

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 25 marzo 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el pasaje del discurso de Juan Pablo II, pronunciado en la tarde de este jueves al recibir en el Vaticano el Premio Internacional Carlomagno, en el que bosqueja su sueño para el futuro de Europa (Cf. Zenit, 24 de marzo de 2004).

* * *

¿Cómo es la Europa que hoy se debería soñar? Permítanme trazar aquí un rápido bosquejo de la visión que tengo de una Europa unida.

Pienso en una Europa sin nacionalismos egoístas, en la que las naciones sean consideradas como centros vivos de una riqueza cultural que merece ser protegida y promovida para el beneficio de todos.

Pienso en una Europa en la que las conquistas de la ciencia, de la economía, y del bienestar social no se orienten a un consumismo sin sentido, sino que estén al servicio de todo hombre necesitado y de la ayuda solidaria para aquellos países que tratan de alcanzar la meta de la seguridad social. ¡Que Europa, que en la historia ha sufrido tantas guerras sangrientas, pueda convertirse en un agente activo de la paz en el mundo!

Pienso en una Europa cuya unidad se funde en la auténtica libertad. La libertad de religión y las libertades sociales han madurado como frutos preciosos sobre el «humus» del cristianismo. Sin libertad, no hay responsabilidad: ni ante Dios, ni ante los hombres. En particular, tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia quiere dar un amplio espacio a la libertad. El estado moderno es consciente de no poder ser un estado de derecho si no protege y promueve la libertad de los ciudadanos en sus posibilidades de expresión, ya sean individuales o colectivas.

Pienso en una Europa unida gracias al compromiso de los jóvenes. ¡Los jóvenes se comprenden con mucha facilidad entre sí, más allá de las fronteras geográficas! ¿Cómo puede nacer una generación juvenil abierta a la verdad, a la belleza, a la nobleza, a lo que es digno de sacrificio, si en Europa la familia ya no se presenta como una institución abierta a la vida y al amor desinteresado? Una familia de la que también forman parte los ancianos promoviendo lo que es más importante: la transmisión activa de los valores y del sentido de la vida. La Europa a la que me refiero es una unidad política, mejor, espiritual, en la que los políticos cristianos de todos los países actúan con la conciencia de las riquezas humanas que aporta la fe: hombres y mujeres comprometidos en hacer que estos valores sean fecundos, poniéndose al servicio de todos por una Europa del hombre, en el que resplandezca el rostro de Dios.

Este es el sueño que llevo en el corazón y que quisiera poner en esta ocasión en sus manos y en las de las generaciones futuras.

[Traducción del original alemán realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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