El trasplante de órganos de cadáveres exige constatar «con certeza» la muerte clínica, asegura el Papa

Afronta la compleja cuestión de los «signos de la muerte» en un mensaje

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 3 febrero 2005 (ZENIT.org).- La extirpación de órganos de las personas fallecidas para ser trasplantados en otras personas enfermas no puede tener lugar hasta que se constate «con certeza» su muerte clínica asegura Juan Pablo II en un mensaje publicado este domingo.

Pero, ¿cómo se puede establecer con certeza que ha tenido lugar la muerte de una persona? A esta pregunta a dedicado su misiva, preparada en días anteriores por el Papa y dirigida a los relatores en un encuentro de la Academia Pontificia de las Ciencias que tiene lugar entre el jueves y el viernes en Roma sobre «los signos de la muerte».

Según «la antropología cristiana», afirma el Santo Padre en respuesta al interrogante, «es sabido que el momento de la muerte de toda persona consiste en la definitiva pérdida de su unidad constitutiva de cuerpo y espíritu».

«Cada uno de los seres humanos, de hecho, vive en la medida en que es «corpore et anima unus» [la [«unidad de cuerpo y alma» ndr.] (Gaudium et Spes 14), y lo es hasta que subsiste esta substancial unidad-en-totalidad».

Por tanto, reconoció, «la muerte de la persona, entendida en este sentido primario, es un acontecimiento que ninguna técnica científica o método empírico puede identificar directamente».

Desde el punto de vista clínico, consideró, «la única manera correcta –y también la única posible– de afrontar el problema de la certeza de la muerte de un ser humano es la de concentrar la atención y la investigación en la individuación de los adecuados «signos de muerte», reconocidos a través de su manifestación corporal en el individuo».

Citando un discurso de Pío XII de 1957 el pontífice concluyó la respuesta a su pregunta aclarando que al afirmar que «corresponde al médico dar una definición clara y precisa de la «muerte» y del «momento de la muerte» de un paciente que expira en estado de inconsciencia».

La Academia Pontificia de las Ciencias fue fundada en Roma en 1603 con el nombre de Academia de los Linces (Galileo Galilei fue miembro), y está compuesta por ochenta «académicos pontificios» nombrados por el Papa a propuesta del Cuerpo Académico, sin discriminación de ningún tipo.

Tiene como fin honrar la ciencia pura dondequiera que se encuentre, asegurar su libertad y favorecer las investigaciones, que constituyen la base indispensable para el progreso de las ciencias.

La Academia se encuentra bajo la dependencia del Santo Padre. Su presidente, elegido por cuatro años, es desde 1993 Nicola Cabibbo, profesor de Física en la Universidad La Sapienza de Roma, y ex presidente del Instituto Nacional Italiano de Física Nuclear. El director de la Cancillería es el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo.

[Puede leerse el mensaje completo del Papa en la sección de «Documentos» de la página web de www.zenit.org]

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación