El triple desafío de cristianos y musulmanes, según el cardenal Tauran

Lo señala en una conferencia en Francia

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VILLEURBANNE, martes 1 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Hay un “triple desafío” que cristianos y musulmanes deben afrontar, afirmó el cardenal Jean-Louis Tauran en una conferencia que pronunció en la localidad francesa de Villeurbanne el pasado 17 de noviembre.

Se trata del “desafío de la identidad” (saber y aceptar lo que somos nosotros mismos), “el desafío de la alteridad” (nuestras diferencias son fuente de enriquecimiento) y el “desafío de la sinceridad (los creyentes no pueden renunciar a proponer su fe, pero deben hacerlo dentro de los límites del respeto y de la dignidad de cada ser humano).

En su intervención, el presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso recordó que el diálogo interreligioso “se basa en las relaciones de confianza entre fieles de diversas religiones para conocerse, enriquecerse mutuamente y considerar cómo cooperar juntos para el bien común”.

“Esto no supone renunciar a la propia fe -indicó-. Supone dejarse interpelar por las convicciones de otro, aceptar tomar en consideración unos argumentos diferentes a los míos o a los de mi comunidad”.

Así, para el cardenal Tauran, las “condiciones para un diálogo interreligioso fecundo” son múltiples: “tener una idea clara de la propia religión”, “ser humilde” (reconocer los errores de ayer y de hoy), “reconocer los valores del otro” (que no es necesariamente un enemigo) y “compartir los valores que tenemos en común”.

En el diálogo interreligioso, “no se pone la propia fe entre paréntesis, lo cual implica un conocimiento de la propia tradición”.

“El diálogo no es una estrategia o un medio para convertir, aunque el diálogo pueda favorecer la conversión”, afirmó.

“El diálogo, para ser sincero, debe llevarse a cabo sin segundas intenciones”, añadió en su intervención, que está publicada íntegra, en francés, en la web de la diócesis de Lyon.

Para el cardenal francés, las “reflexiones, encuentros e iniciativas” de cristianos y musulmanes “constituyen un aporte especialmente positivo para nuestras sociedades, que a menudo están organizadas sin Dios, y a veces contra Él”.

“Los creyentes pueden ofrecer a sus compañeros de humanidad, en particular a los responsables de las sociedades, los valores que pueden contribuir a la armonía de los espíritus, al reencuentro de las culturas y a la conservación del bien común”, destacó.

Por otra parte, reconoció las “graves dificultades que subsisten”, citando “los líderes musulmanes más encendidos [que] no son capaces de admitir a sus correligionarios el principio de la libertad de cambiar de religión según su conciencia”.

También señaló que “el nuevo clima que experimentamos a nivel de las élites todavía no ha penetrado en la base de la sociedad”.

“Pero estoy convencido de que hay que continuar encontrándose para escuchar, comprender y proponer las maneras concretas y modestas que pueden abrir el camino a los debates más concretos y profundos a la vez”, dijo.

Y concluyó: “La historia de las religiones enseña que sólo hay un futuro posible: el futuro compartido”.

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ZENIT Staff

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