El universo: «libro sagrado» que habla de Dios; según el Papa

Una «primera revelación» de la que hay que descubrir «su propio lenguaje»

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CIUDAD DEL VATICANO, 30 enero 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presentó el universo como «otro libro sagrado» que junto a la Biblia permite descubrir la belleza de Dios, al comentar durante la audiencia general de este miércoles el Salmo 18.

«Con la mirada interior del alma, con la intuición religiosa no distraída por la superficialidad, el hombre y la mujer pueden descubrir que el mundo no es mudo, sino que habla del Creador», aseguró el pontífice a los miles de peregrinos congregados en la sala de las audiencias del Vaticano.

«La creación constituye una especie de primera revelación –siguió diciendo–, que tiene su propio lenguaje elocuente: es como otro libro sagrado cuyas letras son representadas por la multitud de criaturas presentes en el universo».

El Papa ofreció la clave de lectura de este libro, citando un pasaje de la Sabiduría: «de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor».

El obispo de Roma continuó de este modo la serie de meditaciones que viene ofreciendo desde el año pasado sobre los Salmos y cánticos de la Biblia, que han pasado a formar parte de la oración diaria de los cristianos en la Liturgia de las Horas.

En el poeta inspirado que compuso el Salmo quedó conquistado, en particular, por la belleza y potencia del sol. El pasaje bíblico se convierte, de hecho, en «un canto poético elevado al sol y a su irradiación sobre la faz de la tierra», subrayó el Papa Wojtyla.

Ahora bien, el texto ve en el sol un signo de la acción divina. Por una parte, según el Salmo, «Dios ilumina el universo con el fulgor del sol», por otra, «ilumina a la humanidad con el esplendor de su Palabra, contenida en la Revelación bíblica».

La primera realidad analógica hace del sol una especie de manifestación «cósmica del Creador»; la segunda realidad metafórica se convierte en «una manifestación histórica y gratuita de Dios Salvador».

Por este motivo, el cristianismo, especialmente en su tradición oriental, ha encontrado la síntesis de estas metáforas en Cristo resucitado, sol que triunfa sobre las tinieblas del pecado.

«Cristo, nuestra Pascua, se ha elevado de la tumba como un sol de justicia irradiando sobre todos nosotros el esplendor de su caridad», dice la liturgia bizantina.

El pontífice concluyó citando a dos geniales pensadores del cristianismo.

De san Juan Crisóstomo, el Padre de la Iglesia nacido en Antioquía a mediados del siglo IV, tomó prestadas estas palabras: «El silencio de los cielos es una voz que resuena más intensamente que una trompeta: esta voz grita a nuestros ojos –no a nuestros oídos– la grandeza de quien les ha hecho».

Y de san Atanasio de Alejandría, nacido a finales del siglo III, citó estas palabras: «El firmamento, a través de su magnificencia, su belleza, su orden, es un predicador reconocido de su artífice, cuya elocuencia llena el universo».

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ZENIT Staff

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