El Vaticano a la ONU: los ancianos son una riqueza; no un peso

Habla monseñor Martino, «embajador» del Papa ante el «palacio de cristal»

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NUEVA YORK, 14 mar 2001 (ZENIT.org).- En los países ricos los ancianos viven arrinconados; algo que no se da en los países pobres. Esta fue la denuncia que presentó el «embajador» del Papa ante la Sede de la ONU de Nueva York, el 26 de febrero pasado, ante la Comisión especial preparatoria de la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento.

¿Quienes son los ancianos? A menudo personas incluso de más de ochenta años a las que se clasifica en un colectivo convertido en objetivo «de discriminación y exclusión», respondió el arzobispo Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas.

Los ancianos, sin embargo, son personas que quieren que se escuche su voz y que se afronten sus problemas específicos –continuó diciendo–. A menudo, son también personas que no querrían
ser consideradas simplemente seres que simplemente han llegado al ocaso de su vida.

El representante pontificio se preguntó en su discurso por qué en el mundo desarrollado las personas ancianas deben acabar sus días abandonadas u olvidadas en centros de asistencia, mientras que en los países en vías de desarrollo la vejez es vista con veneración y los ancianos son respetados y valorados «como un tesoro de sabiduría y un rico patrimonio de su propia tradición».

«Es horrible pensar –afirmó por tanto monseñor Renato Martino– que justamente mientras el mundo empieza a realizar grandes progresos a la hora de prolongar la vida de los individuos, la veneración y el respeto por la vida se hayan perdido. Parece imposible creer que la supresión de la vida haya llegado a ser, en algunos lugares, una alternativa aceptable».

Con una clara referencia a la eutanasia, el representante vaticano subrayó que «para muchas personas ancianas, ciertos cambios en la legislación o en la práctica médica, o la misma amenaza de tales cambios, se han convertido en una nueva fuente de temor y de ansiedad y pueden verdaderamente debilitar la relación fundamental de confianza incondicional que estas personas tienen derecho a depositar en aquellos que tienen la misión de cuidar de ellos».

El representante de la Santa Sede insistió en el hecho de que el vivir más tiempo no debe ser considerado una excepción, un peso, un problema, sino «una bendición» porque «las personas ancianas son una riqueza para la sociedad», en la cual los adultos de hoy serán en el futuro «la vieja generación».

De aquí, el papel hoy más necesario que nunca de las Naciones Unidas, comprometidas a delinear la «estrategia» de una sociedad que tenga una postura de apertura hacia «todas las edades».

La Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento se celebrará en el año 2002 para recordar el vigésimo aniversario de la celebración en Viena de la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. Aprobará un plan de acción y una estrategia a largo plazo sobre el envejecimiento en el contexto de una sociedad para todas las edades.

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ZENIT Staff

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