El Vaticano conmemora a los protomártires de la Iglesia Romana en el lugar de su muerte

Celebración anual promovida por Academia Pontificia del Culto de los Mártires

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 julio 2006 (ZENIT.org).- Como cada año, el Vaticano ha sido escenario de la conmemoración de los santos protomártires romanos, los primeros mártires de la ciudad a quienes el emperador Nerón hizo colgar de postes y después arder en los huertos de su madre, Agripina.

Organizada por la Academia Pontificia del Culto de los Mártires, la celebración –Eucaristía y procesión con el Santísimo Sacramento– tuvo lugar el 30 de junio, en la Iglesia de Santa María en Camposanto.

Fundada el 2 de febrero de 1879, esta Academia Pontificia –unida a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos– tiene como objeto promover el culto de los santos mártires y profundizar en la historia exacta de los testigos de la fe y de los monumentos relacionados con ellos, desde los primeros siglos del cristianismo.

La primera ceremonia de conmemoración oficial de los santos protomártires romanos se remonta a 1904.

El lugar «huertos de Agripina» se corresponde exactamente con la actual plaza de los protomártires romanos, que se extiende hasta los jardines vaticanos. Se trata de uno de los primeros lugares del martirio cristiano en Roma.

«La ceremonia con la procesión es la única que se desarrolla con el Santísimo Sacramento sobre las vías que fueron regadas con la sangre de los mártires cristianos hace 2000 años», explicó Bruno Luti –procurador de la citada Academia Pontificia– a Zenit.

Presidió la Eucaristía el vicario del Santo Padre para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el arzobispo Angelo Comastri, quien recordó en su homilía que la esencia del martirio «es la convicción de que el amor es más fuerte que el odio, la bondad más fuerte que la maldad, el perdón más fuerte que la venganza».

«Por este motivo, la Cruz de Jesús es la gran victoria de Dios», recalcó.

Y habló de la Eucaristía como «el pan de los mártires» y «el crisma que nutre el heroísmo cristiano».

El prelado no quiso concluir sin hacer referencia a «una nueva época de persecución contra el cristianismo», que se puede enfrentar sólo con la Eucaristía, pues «será Jesús quien venza la agresión del odio con el amor»: «ello ocurrió y ocurrirá siempre».

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ZENIT Staff

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