El Vaticano pide libertad religiosa para 1.300.000 católicos rusos

Recuerda que el Papa respeta las diócesis ortodoxas en Occidente

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 febrero 2002 (ZENIT.org).- La Santa Sede pide al patriarcado de Moscú el respeto de la libertad religiosa de los 1.300.000 católicos que viven en la Federación Rusa, en un documento publicado este lunes tras anunciarse la creación de cuatro diócesis católicas en ese territorio.

El texto, distribuido por la Sala de Prensa vaticana, explica que presencia de la Iglesia católica en Rusia no es fruto del «proselitismo», como afirman en ocasiones representantes ortodoxos, sino de las deportaciones de tiempos de los zares y de Stalin.

La nota ofrece numerosos datos históricos que prueban la significativa presencia católica en el territorio desde hace siglos, respondiendo así a ortodoxos que afirman que la presencia católica antes del régimen comunista era prácticamente inexistente.

La Santa Sede recuerda que la presencia de los católicos en Rusia dependía de la arquidiócesis de Mohilev, creada sin previo acuerdo con la Santa Sede el 3 de diciembre de 1773 por la emperatriz Catalina II. Abarcaba las fronteras de todo el imperio ruso, convirtiéndose así en la circunscripción eclesiástica católica más grande del mundo en aquel entonces.

El texto constata que el anuario de la arquidiócesis de Mohilev de 1858 registra la presencia de 112.799 católicos en toda Rusia. En ese año, según ese documento, la Iglesia católica contaba con 21 parroquias en la parte europea y unas diez en la asiática.

El documento vaticano recuerda, además, que el zar Nicolás II, con su Decreto de Tolerancia del 28 de abril de 1905, fijó los criterios básicos para reglamentar las relaciones recíprocas entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica en el imperio ruso.

«En 1915, se registraban en lo parte europea de la actual Rusia más de ochenta parroquias con casi 220 mil fieles católicos, y en la parte siberiana más de 40 parroquias con casi 140 mil fieles», sigue constatando el Vaticano.

Estos datos excluyen los relativos a la diócesis católica de Tiraspol, con sede en Saratow, pues se extendía también por Ucrania.

El 1 de diciembre se erigió la vicaría apostólica de Siberia, que abarcaba las regiones de Irkutsk, Tomsk y Omsk.

El 2 de febrero de 1923 se erigió la diócesis de Vladivostok, que se extendía por el territorio de Siberia central y del Lejano Oriente.

En esa época, poco después de estallar la revolución rusa y de la llegada del régimen soviético, a inicios de los años veinte, constata el Vaticano, había en Rusia 1.650.000 católicos, asistidos por 580 parroquias o iglesias, con 397 sacerdotes.

Hasta los años cincuenta, el número de católicos aumentó significativamente, a causa de las deportaciones a Siberia y Kazajstán.

«Todavía hoy es difícil, con la situación actual, definir el número exacto de católicos presentes en el territorio de la Federación rusa –sigue explicando el Vaticano–. Se puede asegurar, sin estar lejos de la verdad, que actualmente en toda la Federación Rusa el número de los católicos gira en torno a 1.300.000».

A la luz de los datos históricos, el documento constata que el Papa con su decisión de este lunes «no trata propiamente de introducir nuevas estructuras eclesiásticas en aquellos territorios, sino más bien de reconstituir aquellas ya existentes, actualizándolas a la situación presente».

El Vaticano explica que el incremento del número de fieles católicos rusos no se debe al paso a la Iglesia católica de fieles ortodoxos: «Los nuevos católicos provienen más bien de ambientes habitualmente lejanos a toda religión».

«No se puede aceptar la equiparación que algunos hacen entre el fenómeno del proselitismo y la obligación misionera de la Iglesia –afirma respondiendo directamente a acusaciones pronunciadas por el patriarca Alejo II–. Los discípulos de Cristo no pueden olvidar el mandamiento del Señor a los apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo»» (Mateo 28,19).

Por último, el documento tranquiliza a aquellos que temen una «invasión» católica de Rusia, explicando que las comunidades son demasiado pequeñas para «alterar la identidad cultural de un país que tradicionalmente es considerado ortodoxo».

Al contrario, considera el texto, «el renacimiento eclesial seguido a la caída de un sistema estatal contrario a la dignidad y a la libertad del hombre es una empresa que requiere unidad de esfuerzos para llevar la palabra de vida y los dones de gracia a quienes no conocen a Cristo, y al Evangelio, en la comunión que mana del único bautismo».

La presencia de católicos en Rusia, concluye el documento, afecta también al principio de libertad religiosa, reconocido hoy en Rusia, motivo por el cual la Iglesia católica respeta la iniciativa del patriarcado de Moscú de abrir estructuras de asistencia espiritual fuera de su territorio. La Iglesia católica tan sólo exige el mismo respeto.

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ZENIT Staff

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