El Vaticano se convierte durante un día en el «Parlamento del mundo»

Juan Pablo II: la ley positiva no puede contradecir la ley natural

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CIUDAD DEL VATICANO, 5 nov (ZENIT.org).- El Vaticano se convirtió el sábado pasado en una especie de «Parlamento del mundo». En el marco del Jubileo de los políticos, durante toda la jornada, se celebró una sesión en la que participaron unos cinco mil parlamentarios de 94 países. El encuentro concluyó con un discurso histórico pronunciado por Juan Pablo II.

Los argumentos sobre los que discutieron los senadores y diputados fueron sintetizados en tres mociones, que recogían las preocupaciones compartidas por los presentes: condonación de la deuda externa de los países más pobres; defensa de la libertad y de la dignidad de la persona; y la ética en tiempos de globalización.

Un gesto a favor de los presos
El Santo Padre, en sus discurso, profundizó en estos argumentos, y puso sobre el tapete de la discusión otros de igual importancia. Comenzó por un problema muy concreto, pero por el que experimenta una particular sensibilidad en este año santo: el problema de las cárceles y de los presos.

Recordó que el mes de julio pasado, cuando celebró el Jubileo de los detenidos en la cárcel «Regina Coeli» (Cf. Zenit, 9 de julio ), pidió un gesto de clemencia para estas personas.

«Movido por las numerosas súplicas que me llegan de todas partes –dijo ante los parlamentarios durante su discurso, leído con voz particularmente decidida–, renuevo también hoy aquel llamado, convencido de que un gesto así les animaría en el camino de revisión personal y les impulsaría a una adhesión más firme a los valores de la justicia».

El escándalo de nuestros días
A continuación, el Papa denunció el «escándalo de las sociedades opulentas del mundo de hoy, en las que los ricos se hacen cada vez más ricos, porque la riqueza produce riqueza, y los pobres son cada vez más pobres». Y añadió: «Hoy día, con el fenómeno de la globalización de los mercados, los países ricos y desarrollados tienden a mejorar ulteriormente su condición económica, mientras que los países pobres – exceptuando algunos en vías de un desarrollo prometedor – tienden a hundirse aun más en formas de pobreza cada vez más penosas».

La radiografía que trazó el pontífice del panorama mundial se detuvo también en las «guerras y guerrillas sin fin», así como en la situación endémica de hambre y enfermedad que experimentan muchos países.

Ante esta realidad, los políticos, y en primer lugar aquellos que se dicen cristianos tienen que rebelarse: «Aquellos cristianos que se sienten llamados por Dios a la vida política tienen la tarea –ciertamente bastante difícil, pero necesaria– de doblegar las leyes del mercado «salvaje» a las de la justicia y la solidaridad. Ese es el único camino para asegurar a nuestro mundo un futuro pacífico, arrancando de raíz las causas de conflictos y guerras: la paz es fruto de la justicia».

La gran contradicción actual
Al llegar a este momento, entre los aplausos del público, confesó uno de los aspectos que más preocupación le suscita la política en estos momentos: la violación por parte de la ley positiva (escrita por los parlamentarios) de la ley natural.

De este modo, aclaró: «Una ley que no respete el derecho a la vida del ser humano –desde la concepción a la muerte natural, sea cual fuere la condición en que se encuentra, sano o enfermo, todavía en estado embrionario, anciano o en estadio terminal– no es una ley conforme al designio divino».

«Así pues –añadió–, un legislador cristiano no puede contribuir a formularla ni aprobarla en sede parlamentaria, aun cuando, durante las discusiones parlamentarias allí dónde ya existe, le es lícito proponer enmiendas que atenúen su carácter nocivo».

Esto mismo se aplica, según el obispo de Roma a «toda ley que perjudique a la familia y atente contra su unidad e indisolubilidad, o bien otorgue validez legal a uniones entre personas, incluso del mismo sexo, que pretendan suplantar, con los mismos derechos, a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer».

El Evangelio como guía
Ahora bien, el discurso del Papa fue sumamente optimista. Reconoció estos y otros desafíos, como los que plantea la ingeniería genética y que a algunos les causan pánico, pero concluyó: «Nosotros, los cristianos de este tiempo formidable y maravilloso al mismo tiempo, aun participando en los miedos, las incertidumbres y los interrogantes de los hombres de hoy, no somos pesimistas sobre el futuro, puesto que tenemos la certeza de que Jesucristo es el Dios de la historia, y porque tenemos en el Evangelio la luz que ilumina nuestro camino, incluso en los momentos difíciles y oscuros».

Mijail Gorbachov: del comunismo al liberalismo
Antes de la intervención del Santo Padre habían tomado la palabra numerosas personalidades de relieve mundial. Entre ellas se encontraba el ex presidente soviético Mijail Gorbachov, premio Nobel de la Paz, quien afirmó con preocupación que en muchas partes del planeta se ha pasado del «fundamenalismo del comunismo al fundamentalismo del liberalismo».

El ex secretario del Partido Comunista Soviético arrojó también su mirada de manera amarga sobre el siglo XX, en el cual, según él, no se ha logrado conjugar moral y política, y deseó que las religiones puedan contribuir a superar este contraste en el próximo siglo.

El momento más emotivo de la larga sesión del «Parlamento del mundo» tuvo lugar, quizá, durante una sencilla ceremonia en la que representantes de parlamentos de varias naciones mezclaron tierra y agua proveniente de los cinco continentes. El gesto quería simbolizar la unidad del mundo y, por consiguiente, el carácter absurdo de tantos conflictos y discriminaciones que cotidianamente laceran la vida de los hombres.

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ZENIT Staff

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