El vicario del Vaticano invita a los jóvenes a ser «señales de tráfico hacia la felicidad»

Misión que confía a los jóvenes monseñor Comastri

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ROMA, lunes, 6 marzo 2007 (ZENIT.org).- Ser «señales de tráfico hacia la felicidad» en el mundo fue la consigna que dejó el vicario general del Santo Padre para la Ciudad del Vaticano a los jóvenes empeñados en obras de caridad, en el curso de una conferencia organizada en Roma.

El arzobispo Angelo Comastri se reunió el 1 de marzo con centenares de jóvenes presentes, en el auditorio del instituto de las religiosas Franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María para recordarles que la fe que han recibido del Señor «es para que mucha gente no se desilusione de nosotros discípulos de Cristo».

Citando a la madre Teresa de Calcuta, de quien se considera hijo espiritual, el prelado denunció que si en el sur del mundo la gente muere por falta de pan, en el norte muere por falta de amor, «por falta de Dios».

«Vosotros con vuestra obra recreáis espacio a Dios, construís pequeños Belenes, donde se puede encontrar al Señor, porque Dios se encuentra sólo en el amor», explicó.

El encuentro con Dios, observó monseñor Comastri, se da «cuando se sale del egoísmo». El desafío es el de «no volver a entrar en la jaula», llevar adelante la opción de caridad que hace convertirse en «señales tráfico hacia la felicidad para muchos jóvenes que la buscan», «señales justas» «para muchos jóvenes despistados del camino de la alegría».

Es el don que enriquece, declaró, y cuando uno deja de pensar en uno mismo se encuentra a Dios.

Una de las más grandes mentiras de la sociedad de hoy, añadió el arzobispo, «es hacer creer a los jóvenes que la felicidad se encuentra donde no está». Los jóvenes están por tanto «enfadados, reaccionan con violencia, están desilusionados».

En cambio, la caridad es que la que produce alegría, observó: «Quien da se enriquece, se hace un gigante, incluso aunque esté en una silla de ruedas, o en una cama. ¡Cuántos gigantes hay sin piernas y sin salud, y cuántos con piernas y la salud son personas que están como en una silla de ruedas porque no caminan!».

El prelado, que fue colaborador de la Madre Teresa de Calcuta, concluyó con una anécdota sobre ella. A un fotógrafo que le preguntaba por qué se la veía llena de alegría, la madre le respondió: «Mis ojos están felices porque mis manos enjugan las lágrimas. Hágalo así usted también. Le aseguro que funciona».

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ZENIT Staff

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