Emanuele Pacifici, el testimonio de un judío salvado por la Iglesia

Hoy es presidente de la asociación «Amigos de Yad Veshem»

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ROMA, martes, 25 enero 2005 (ZENIT.org).- Las congregaciones religiosas e instituciones católicas que salvaron a judíos de la persecución nazi en Roma e Italia trataron de respetar su fe, como testimonia un protagonista, Emanuele Pacifici

Pacifici, quien hoy es presidente italiano de la asociación «Amigos de Yad Veshem», vivió de niño el horror del Holocausto. Su padre Riccardo, rabino de Génova y su madre Wanda Abenaim fueron asesinados en Auschwitz.

Emanuele, junto a su hermano Raffaele, fue salvado por las religiosas del Instituto de Santa Marta de Settignano, cerca de Florencia. Enfermo de tuberculosis, pasó algunos años en el sanatorio. Tras su curación, encontró trabajo y formó una familia, pero el 9 de octubre de 1982, se encontró de nuevo en peligro de muerte, alcanzado en pleno por la bomba terrorista que estalló frente a la Sinagoga de Roma.

Los recuerdos más alegres de Emanuele Pacifici coinciden con los de tres personajes: sor Cornelia Cordini, sor Ester Busnelli y el padre Gaetano Tantalo. Todos ellos reconocidos como «Justos entre las naciones» por Israel.

En una entrevista concedida a Zenit, Pacifici relata: «En 1943, yo tenía doce años, mi padre fue capturado por los nazis. Entonces, junto a mi madre y mi hermano Raffaele, de seis años, buscamos refugio en Florencia. Nos ayudó el cardenal de Florencia, Elia della Costa, que nos proporcionó una lista de conventos en los que podíamos escondernos».

«La búsqueda no fue fácil, porque todos los conventos con los que nos pusimos en contacto estaban llenos. Después de mucho peregrinar, y cuando ya estábamos desesperados, nos acogió sor Ester Busnelli, que nos abrió el portón del convento de las franciscanas misioneras de plaza del Carmen, en Florencia. Pero en el convento podían acoger sólo a mujeres. De manera que a mi hermano y a mí nos llevaron al monasterio de Santa Marta en Settignano», recuerda Emanuele.

«A los pocos días, los nazis irrumpieron en el convento de sor Ester y se llevaron a mi madre, junto a otras 80 mujeres judías. Deportadas a Auschwitz, ninguna de ellas regresó».

«Como pajitas en una tempestad, y ya huérfanos sin saberlo, hallamos hospitalidad, comprensión y afecto en el convento de Santa Marta», añade Pacifici.

«Recuerdo que, cada tarde, antes de ir a la cama, era costumbre que cada niño [eran católicos] besara el crucifijo que las religiosas llevan sobre el pecho. Pero cuando me tocaba el turno, sor Cornelia, teniendo cuidado que nadie se diese cuenta, ponía los dedos sobre el crucifijo, de modo que yo besase sus dedos y no el crucifijo».

Pacifici explica que con este gesto la religiosa buscaba respetar la identidad religiosa del niño, sin que se dieran cuenta los demás.

«Luego me decía al oído: «Ahora vete a la cama y, debajo de las mantas, ¡no te olvides de rezar tus oraciones!». Y esto todos los días, durante casi un año. Por esto estoy muy agradecido a sor Cornelia, a la que siempre he llamado «mamá Cornelia'»», comenta Pacifici.

«En 1939, durante las vacaciones, mis tíos y yo hicimos amistad con el padre Gaetano Tantalo, párroco de Tagliacozzo. Don Gaetano sabía leer y escribir muy bien hebreo. En 1943, mis tíos, acosados por los nazis, pidieron hospitalidad al sacerdote Gaetano, quien, con la ayuda de su hermana, encontró un refugio seguro para la numerosa familia Pacifici y la familia Orvieto».

«Durante nueve meses, permanecieron encerrados sin salir», relata, subrayando que «don Gaetano proveía a todas las necesidades».

«Al acercarse la «Pesach» (la fiesta judía de Pascua), mi tío Enrico se dio cuenta de que no sabía la fecha exacta. Don Gaetano hizo el cálculo y descubrió que el 14 de Nissan (marzo-abril en el calendario judío) caía el 8 de abril de 1944. Además procuró la harina para hacer el pan ácimo y algunos cacharros nuevos para poder cocinar», añade Emanuele.

«De manera que, con los alemanes a dos pasos de nosotros, mi tío Enrico y su familia pudieron iniciar el «Seder», la ceremonia de celebración de la Pascua judía. En la misma participó también don Gaetano».

Y añade: «Tras la muerte del sacerdote, los familiares encontraron entre sus cosas, una cajita que contenía un pedacito del pan ácimo con el que había celebrado la Pascua judía con mis tíos».

La causa de beatificación del sacerdote Gaetano Tantalo sigue su curso y el 6 de abril de 1995 fue publicado el decreto sobre sus virtudes.

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ZENIT Staff

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