Emergencia educativa, emergencia evangelizadora

La auditora Lydia Jiménez pide reforzar la identidad católica de los centros

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Por Nieves San Martín

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 19 octubre 2012 (ZENIT.org).- “La educación es una dimensión constitutiva de la evangelización. Por ello la emergencia educativa es emergencia evangelizadora”. “ Entre las causas de la situación actual de la fe hay que considerar los errores teológicos y filosóficos que circulan en los centros académicos, seminarios y noviciados”. A los señores obispos, sobre los centros católicos: “Velen porque no desaparezcan y mantengan su clara identidad católica como contribución eficaz a la formación de nuevos y creíbles evangelizadores”. Al menos tres intervenciones en español en el Sínodo abordaron el tema de la educación y la formación, como uno de los puntos a reforzar.

Monseñor Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, México, en su intervención dijo que “el método que Dios mismo ha escogido para hacerse encontradizo a todos nosotros es el Misterio de La Encarnación. Este método implica acoger todo lo humano con un simpatía originaria”.

“Con la ayuda del Santo Padre hemos redescubierto con alegría que recomenzar siempre desde la Persona viva de Jesucristo sólo es posible al interior de una experiencia comunitaria y discipular en la que sigamos con docilidad al único maestro”, añadió.

“Somos conscientes que los medios de evangelización y catequesis y la educación de los padres e incluso la vivencia de la religiosidad popular es un proceso que parece detenerse”, constató.

Urgió a “emprender por ello una nueva evangelización para que las raíces cristianas sigan robusteciendo la vida de las nuevas generaciones. Es necesaria una educación para la aceptación cada vez más plena de la fe como don que coincide con la educación que requiere la persona para que encuentre su destino y realización humana”.

“La educación es una dimensión constitutiva de la evangelización. Por ello la emergencia educativa es emergencia evangelizadora. Somos conscientes que todo modelo educativo posee una antropología implícita. De ahí la necesidad de una visión de la persona humana basada en la verdad revelada en Cristo».

«Hay que insistir que las experiencias educativas deben ser un auténtico camino para la maduración de la fe en Jesucristo. No podemos evangelizar bien si no educamos bien. Y no educamos bien si no evangelizamos”, concluyó.

Formación de los agentes de pastoral

En cambio, monseñor Héctor Rubén Aguer, arzobispo de La Plata, Argentina, se refirió más bien a la formación de los agentes evangelizadores, empezando por sacerdotes y religiosos.

“Entre las causas de la situación actual de la fe hay que considerar los errores teológicos y filosóficos que circulan en los centros académicos, seminarios y noviciados y que se divulgan mediante la predicación y la catequesis para confusión del pueblo de Dios –afirmó–. La nueva evangelización requiere superar esos defectos que debilitan la certeza de la fe; para ello, cuidar que la formación de los agentes pastorales se ajuste al magisterio de la Iglesia”.

“Ante la emergencia de la cuestión antropológica, importa destacar la mediación de la filosofía, de una consideración metafísica de la persona que recoja y trascienda los válidos aportes científicos. Desde allí, por vía de participación, se abre el acceso al fundamento absoluto, a Dios. En el pensamiento cristiano se armonizan teocentrismo y centralidad del hombre, como alternativa al antropocentrismo radical que proponen algunas corrientes contemporáneas”, explicó.

Por ello, propuso “desarrollar una nueva apologética, un discurso en favor de la fe cristiana, tanto de nivel académico cuanto catequístico-popular, que sea un itinerario propuesto a la inteligencia y al corazón de los hombres y las mujeres de hoy”.

Fidelidad creativa al carisma fundacional

Lydia Jiménez González, una de las treinta mujeres auditoras presentes en el Sínodo, directora general y confundadora del instituto secular «Cruzadas de Santa María», con una especial presencia en el campo universitario, incidió con fuerza en el factor educativo.

“El Instrumentum laboris (nn. 147-149) –dijo- nos llama a realizar la tarea evangelizadora-educativa en el difícil contexto actual, de ‘emergencia educativa’. En este sentido ¿cómo hemos de ser los educadores católicos?, ¿cómo tiene que ser la escuela católica?”, se preguntó.

Y señaló algunos medios: “mantener la identidad católica de nuestros centros; establecer en nuestros centros un programa serio e integral de formación en la fe; fidelidad creativa al carisma fundacional; práctica de las virtudes mediante un programa serio de educación de la voluntad; programa de educación de la afectividad; fomentar el ejercicio de la caridad; atención personalizada”.

“Hemos visto, con dolor, cómo muchos alumnos de nuestras escuelas católicas, educados con rigor en el estudio, han llegado a ser líderes sociales enemigos de la fe y de la Iglesia. Que nuestras escuelas no sean centros de cultivo de personas muy ‘cultas’, pero ‘bautizadas descreídas’”, constató.

“Y hemos visto también, con gozo, cómo en colegios, universidades, donde se mantiene la identidad y se realiza la educación en la fe surgen vocaciones para la propia congregación y para todos los estados de la vida cristiana. Se pide a los Señores Obispos una atención especial a los centros de titularidad católica de sus diócesis. Que velen porque no desaparezcan y mantengan su clara identidad católica como contribución eficaz a la formación de nuevos y creíbles evangelizadores”, concluyó.

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ZENIT Staff

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