En el Coliseo, ante miles de fieles, papa Francisco en su primera Via Crucis

Responder al mal con el bien tomando sobre sí la cruz como Jesús

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En el extraordinario marco del Coliseo Romano, papa Francisco presidió la Via Crucis, ante los miles de fieles allí reunidos que con devoción y velas encendidas siguieron el evento.

«A veces -dijo Francisco- nos parece que Dios no le responde al mal y que se queda en silencio. En realidad Dios ha hablado y ha respondido y su respuesta es la Cruz de Cristo. Una a palabra que es amor, misericordia, perdón».

Y reccordó que «Dios nos juzga amándonos, Dios nos juzga amándonos, si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo estoy condenado, no por Él, sino por mi mismo, porque Dios no condena sino que ama y salva».

El papa presenció el inicio de la ceremonia, la primera a la que participa como papa, desde la terraza del Palatino, hasta que la cruz que partió desde el interior del anfiteatro Falvio, estación por estación, llegó hasta donde él estaba.

El piadoso ejercicio se realizó en el Coliseo por primera vez con Pablo VI. El que se rezó hoy es el Vía Crucis clásico, con las 14 estaciones y donde se recuerdan las tres caídas de Jesús. Los textos fueron escritos por dos jóvenes libaneses y está relacionada con el viaje al país de los cedros que hizo Benedicto XVI.

Una llamada de la atención de los fieles cristianos hacia Medio Oriente, región por la que se piden oraciones por la paz y el fin de los sangrientos conflictos que tienden a hacer emigrar a las comunidades cristianas.

En la Via Crucis hay diversas citaciones de padres orientales, de la liturgia oriental y de la exhortación Ecclesia in medio Oriente.

Dos jóvenes de América Latina, de Brasil, cargaron la cruz en la XII y XIII estación, en indudable relación con la Jornada Mundial de la Juventud que se realizará en Río en julio de este año. También la cargaron, dos seminaristas de China, y personas de India, Tierra Santa, África, Medio Oriente e incluso una señora en silla de ruedas junto a los asistentes del UNITALSI, asociación italiana que lleva a los enfermos a Lourdes.

La composición del Via Crucis la encargo el papa emérito Benedicto XVI antes de dejar su pontificado. La compusieron dos jóvenes auxiliados por el patriarca maronita, cardenal Béchara Boutros Rai, quien aseguró que la suya fue una intervención muy discreta.

Benedicto XVI realizó su viaje apostólico a Líbano, en septiembre del año pasado para entregar la exhortación apostólica del Sínodo realizado en el Vaticano, en octubre de 2010, que lleva por título Ecclesia in Medio Oriente. La misma está dedicada a los católicos de diversos ritos que viven en dicha región.

La meditación del Via Crucis pidió oraciones por quienes imitando a Pilatos “empeñan su autoridad en el servicio a la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida”. Por quien cree “poder sustituir a Dios y determinar por si mismo qué es el bien o qué es el mal”, esto “en nombre de la razón, del poder o del dinero”.

Citó el “laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre”. Y al “fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos”.

En sus estaciones invitó a mirar a Cristo que se ha identificado con los débiles, sin olvidar a los pueblos humillados y que sufren “en particular los del Oriente martirizado”, recordándoles que pueden cargar con Èl la propia cruz de esperanza”.

En la XII estación, se recordó la muerte de Jesús en la cruz, se exaltó la vida en Cristo, y se pidió rezar por quienes promueven el aborto y la eutanasia “para que se empeñen en edificar la civilización de la vida y del amor”.

Se pidió también el respeto de la libertad religiosa de manera que “las diversas religiones puedan ponerse juntas para servir el bien común y contribuir al desarrollo de cada persona en edificar la sociedad”.

Y en las mujeres de Jerusalén fueron recordadas las mujeres de hoy heridas en su dignidad y que sufren violencia por las discriminaciones.

Y las tres caídas de Cristo, recordaron la herida de la división en la Iglesia. Y cuando Jesús fue depuesto en la sepultura, se recordó a quienes buscan el sentido de la vida, para que crean que Cristo venció el pecado y la muerte.

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ZENIT Staff

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