En el Santo Sepulcro, Benedicto XVI ve la esperanza de la Iglesia

La resurrección de Jesús

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JERUSALÉN, viernes, 15 mayo 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI lanzó un profundo mensaje de esperanza para el futuro de la Iglesia al visitar en la mañana de este viernes el Santo Sepulcro, lugar, según la tradición, de la crucifixión, sepultura y resurrección de Cristo, última meta de su peregrinación a los santos lugares.

«Aquí la historia de la humanidad cambió definitivamente», afirmó el pontífice en un discurso ante la tumba vacía del Salvador, que se convirtió en una meditación sobre el misterio central del cristianismo, su resurrección al tercer día de su muerte.

Poco antes de las diez de la mañana, Benedicto XVI entró andando en la plaza del Santo Sepulcro. Al llegar a la plaza y enfrente de la puerta de la Basílica el Santo Padre fue acogido por los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, junto a los representantes del Patriarcado greco-ortodoxo y de la Iglesia apostólica armenia, en representación de las tres iglesias que, en virtud del «statu quo», el decreto imperial emitido por el sultán turco en 1852, son las tres principales responsables de la organización del culto de las seis comunidades cristianas presentes en la Basílica.

Dentro del templo, el Papa besó y rezó unos momentos ante la piedra donde, según la tradición, fue embalsamado Cristo, antes de ser enterrado.

Tras las palabras de bienvenida del custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, se entonó el Te Deum y el Papa se dirigió al templete del Santo Sepulcro, que se encuentra dentro de la basílica, donde se conserva la piedra en la que, según la tradición cristiana, fue depositado el cuerpo de Cristo crucificado.

Tras unos momentos de oración en silencio, el Papa regresó a la basílica para escuchar la bienvenida del patriarca latino, Su Beatitud Fouad Twal.

En su meditación, el Santo Padre constató cómo «aquí Cristo, el nuevo Adán, nos ha enseñado que el mal nunca tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte, que nuestro futuro y el de la humanidad está en las manos de un Dios providente y fiel».

«La tumba vacía nos habla de esperanza –reconoció–, la misma que no defrauda, porque es don del Espíritu Santo, que nos da la vida (cf. Romanos 5, 5). Este es el mensaje que hoy deseo dejaros, al concluir mi peregrinación a Tierra Santa».

«¡Que la esperanza se eleve nuevamente, por la gracia de Dios, en el corazón de cada persona que vive en estas tierras!», deseó.

Al final, el papa se dirigió a la Capilla de las Apariciones para adorar al santísimo Sacramento, antes de subir al Gólgota para recogerse en silencio en oración ante el lugar del Calvario.

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ZENIT Staff

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