En la dificultad, la fuerza está en la oración; asegura el Papa

En la audiencia general en la que pide: «rezad por mí»

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CIUDAD DEL VATICANO, 5 noviembre 2003 (ZENIT.org).- En los momentos de dificultad, la fuerza del creyente es la oración, consciente de que Dios es justo, afirmó Juan Pablo II en la intervención que leyó con voz débil en la audiencia general de este miércoles.

Una mañana particularmente soleada permitió que el semanal encuentro con los peregrinos se celebrara en la plaza de San Pedro del Vaticano. Concluyó con un aplauso de aliento de las 20.000 personas presentes al Papa.

«Rezad por mí», dijo una vez más el Santo Padre al dirigirse a todos los fieles al final de la audiencia

El obispo de Roma continuó en su intervención con la serie de catequesis que comenzó hace unas semanas sobre la Liturgia de las Vísperas, oración de la Iglesia al anochecer, tras haber meditado durante dos años en la Liturgia de los Laudes (oración de la mañana).

A partir de ahora, reveló, meditará sobre los Salmos y Canticos de la liturgia del final del día, tal y como la propone la reforma tras el Concilio Vaticano II, «oraciones poéticas, que Dios ha sellado con su inspiración».
<br> «El mismo Señor desea que se le dirijan estas invocaciones –aclaró–. Le gusta escucharlas, sintiendo vibrar en ellas el corazón de sus hijos amados».

En esta ocasión, meditó sobre el Salmo 140, «oración en el peligro», que comienza con una dramática invocación: «Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo».

«Las manos alzadas en la oración son un puente de comunicación con Dios, como el humo que se eleva de la víctima con su olor suave durante el rito de sacrificio vespertino», recordó el Papa.

El Salmo, aclaró, «es un canto de fe, de gratitud y de alegría, en la certeza de que el fiel no quedará involucrado por el odio que sienten por él los perversos y de que no caerá en la trampa que le tienden, tras comprobar su decidida opción por el bien».

De este modo, con su súplica, subrayó, el creyente expresa «la hostilidad ante el mal, la opción por el bien y la certeza de que Dios interviene en la historia con su juicio de severa condena de la injusticia».

El sucesor de Pedro saltó algunos de los párrafos del discurso que había preparado, pero saludó en seis idiomas a los peregrinos.

Después de la audiencia, pasó cincuenta minutos saludando a los fieles y posando para fotos de grupo.

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ZENIT Staff

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