En la globalización, «la migración es la compensación de los pobres»

Habla monseñor Irízar, responsable de Movilidad de la Conferencia Episcopal Peruana Lima (Perú)

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LIMA, domingo, 6 marzo 2005 (ZENIT.orgVeritas).- Del 14 al 17 de febrero se celebró en Ecuador un Simposio Andino Hispano sobre «Migraciones y Desarrollo» cuyo objetivo fue analizar la migración de los países andinos hacia España; acudieron expertos del fenómeno migratorio (tanto del ámbito civil como eclesiástico) de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y España.

En el encuentro, monseñor Miguel Irízar, obispo del Callao (Perú) y presidente del Departamento de Pastoral de la Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Peruana, pronunció una conferencia sobre la Familia y las Migraciones.

El prelado analiza en esta entrevista concedida a Veritas la importancia de la migración latinoamericana en España, subrayando su aportación a Europa de «una forma de vida más humana y sencilla».

–¿Qué importancia ha tenido el Simposio Andino Hispano de cara a un mejor servicio a la pastoral de la migración a ambos lados del Atlántico?

–Monseñor Miguel Irízar: El Encuentro ha sido positivo y hemos visto diferentes ángulos del problema de la migración; por supuesto, el hecho siempre más objetivo e inmediato es la situación de ilegalidad de tantos emigrantes nuestros, en este caso particularmente en España, donde la mayoría son migrantes ecuatorianos.

Junto al fenómeno de la regularización o legalización, estaba el hecho de la situación de las familias: de las que quedan cuando una de sus partes ha migrado y luego la llegada al país de recepción que origina desintegración de la familia.

Con los obispos, sacerdotes, laicos, periodistas, han intervenido hombres del mundo de la economía, para analizar el beneficio que aporta la migración a las familias, pero también el mal uso que pueda hacerse de esos recursos o remesas que envían.

La participación y labor de los periodistas, permite que el fenómeno de la migración sea mejor conocido, lo que esto significa como realidad humana como realidad familiar, social, económica y también como encuentro de culturas, de valores que se transmiten, o que se pueden perder en ese camino de la migración. Por tanto es un panorama muy amplio y ha sido un diálogo muy interesante.

–¿Cree que la migración andina, y sudamericana en general, es un fenómeno que tiende a ampliarse?

–Monseñor Miguel Irízar: Todavía estamos en la ola en crecida. Cuando yo paso por el consulado de España en Lima veo las largas filas y a mucha gente joven. Ahora que hemos estado en Ecuador el cónsul me dijo lo mismo.

Sin duda el grupo mas masivo ha sido el ecuatoriano porque es un fenómeno muy grande, se habla de casi medio millón de ecuatorianos en España, no es fácil saber la cifra oficial por la cuestión de ilegalidad.

En los últimos años ha migrado mucha gente joven y gente profesional; eso tiene su aspecto bueno, en el sentido de que buscan condiciones de trabajo (ojalá con el contrato respectivo pueden regularizar su situación en España), pero también tiene la parte contraria: estamos perdiendo capacidad productiva, gente preparada que le ha costado al país y que son aporte a los países más desarrollados, y a su vez cumplen trabajos que a los españoles no realizan. La tendencia es creciente, pero llegará un momento que tendrá su limitación.

En España, en Europa, necesitan mano de obra, y dentro del fenómeno de la globalización, la migración es la compensación de los pobres, ya que el mundo globalizado se desarrolla en un lado y no en otro, entonces los que estamos olvidados podemos recurrir a esa fuente y ser acogidos.

En general, la suerte de los países latinoamericanos es mejor en cuanto a nuestras culturas y modos de vida, nuestra fe y estilo es más cercano, y facilita más; y creo que los españoles prefieren esta emigración latinoamericana que los países del África, aunque en eso no debiera haber discriminación.

Ahora en Europa la vida va a ser mas dura, y a España también le están exigiendo que de una vez regularice mejor las cosas, esto va a traer sus consecuencias penosas y va haber siempre el sufrimiento de los que van a ser devueltos a sus tierras, algo que por desgracia no se va a poder evitar, porque no van a tener todos la posibilidad de contrato de trabajo, de establecerse en ese país.

De aquí en adelante, habrá que cuidar que la emigración sea lo más razonable y lo más preparada posible, que se haga por orden para evitar los traficantes de migrantes que se dan en todos los países. Esto es lo que hay que cortar por ambos lados.

–¿Que consecuencias traería el crecimiento de inmigrantes para los países emisores y receptores, en este caso España?

–Monseñor Miguel Irízar: Como en toda migración histórica siempre hay un lado positivo, positivo para quien en su país no ha encontrado una forma de vida digna y no ve futuro, entonces tiene esta oportunidad de realizarlo en otra parte (con lo que significa la ruptura de dejar su patria y la familia); en ese sentido, ese grupo humano que llega a España, sin duda aporta mano de obra y estilo de vida, otra forma de ser, dentro de su realidad cultural que puede beneficiar a esos países.

En concreto pienso que Europa recibe de nosotros una forma de vida más humana, más sencilla, más solidaria, de la manera de ser nuestra, un poco es la experiencia de los pobres que tiene que luchar para desarrollar y promover su realidad familiar.

En el lado negativo esto significa una ruptura, romper o suspender vínculos familiares dolorosos, los padres que se van o los hijos mayores que se van, la desintegración de esa familia, puede ocurrir el fenómeno de un segundo compromiso por el otro lado y el olvido de los hijos, aun cuando manden recursos o remesas para ayudarlos económicamente. Esta es la parte dolorosa que afecta la realidad familiar.

Finalmente, creo que la dimensión cultural, la dimensión religiosa va a ser uno de los aportes a España, un mundo más secularizado, más desarrollado en lo material o en lo económico pero que ha perdido ciertos valores que todavía nosotros, a Dios gracias tenemos: desde una religiosidad popular, un sentido de Iglesia, un sentido también de cariño, de cercanía a las personas que agradecen las personas mayores en España, los ancianos que son atendidos por nuestras mujeres, nuestras jóvenes peruanas, ecuatorianas, bolivianas en fin los diferentes países, y eso los españoles lo reconocen.

–¿Qué medidas pueden adoptarse civil y eclesialmente para solucionar esos problemas de ruptura familiar, que ocasiona la inmigración?

–Monseñor Miguel Irízar: Bueno desde el punto de vista legal creo que España, por ejemplo, ya está haciendo algo: han hablado de normalizar o regularizar la situación de tantos ilegales de nuestros países, medidas que beneficiarán a un grupo de miles de ciudadanos nuestros, pero no seguramente a la totalidad, lo cual tendrá su parte negativa, porque sino se regulariza ¿qué se hace? No puede continuar en esa ilegalidad.

Y de parte nuestra, hay que procurar también aquí orientar y prevenir para que la migración no sea a la loca, ni sea luego utilizada o aprovechada por los mercenarios o traficantes de migrantes, que ese es el peligro permanente y sobre eso hay un negociado.

El Simposio que celebramos en Ecuador fue promovida por la Iglesia, aunque ha habido actores civiles -no directamente del gobierno-; hemos tenido contacto y ha estado participando por ejemplo el cónsul de España y también ha habido relaciones con el embajador de España en Ecuador; pero la parte pastoral para nosotros es muy
importante.

Lo pastoral no sólo es fenómeno religioso, no queremos que nuestros fieles peruanos pierdan su identidad católica, tampoco sus valores culturales, propios de la riqueza milenaria del Perú; pero a su vez, deseamos que puedan también recibir aquellos valores que se dan en la realidad de España, con una historia larga tanto en lo cristiano, en lo pastoral eclesial, como en lo social y cultural. Y este es un encuentro siempre de culturas de pueblos diferentes y creo que en ese sentido la Iglesia va trabajando bien.

De parte de la Iglesia y la sociedad civil se dan momentos de mejor acogida, también ha habido momentos de cierta xenofobia o dificultades. En general nuestros compatriotas han sido bastante bien acogidos y tienen, creo yo, un lugar de esperanza; pero sin duda se nos pide que apoyemos desde la Iglesia aquí, igual tenemos que mandar sacerdotes nuestros que conozcan mejor la realidad de nuestra gente.

–En este sentido, ¿se ha pensado que las Conferencias Episcopales, en este caso la española y la peruana, desarrollen medidas conjuntas para abordar este problema?

–Monseñor Miguel Irízar: Está entre nuestras propuestas mantener este contacto permanente entre las dos conferencias episcopales, la española y la peruana, en nuestro caso, y luego, con los que son responsables de la pastoral de migración, intercambiar la experiencia del lugar de acogida y la experiencia de nuestros migrantes.

Creo que la relación, de un lado y de otro, de las familias es muy importante, tanto en el desarrollo de la familia en ambas vertientes como posibilitando que la familia recupere su unidad, que se reintegre, para que no vayamos a la pérdida de la unidad familiar donde los que sufren son los niños. Justamente en el tema que yo traté en el Simposio, «Migración y familia», veíamos que la familia es la que más sufre, especialmente las madres y los niños, sobre todo los niños, porque realmente pueden quedar en manos de los abuelos o de los tíos y no tienen el acompañamiento de la presencia paterna y mucho menos la materna.

Cuando pasa el tiempo, aparece el olvido, o incluso nuevas situaciones familiares, y al final todo el esfuerzo que se ha hecho no ha servido si la familia como tal no se desarrolla como proyecto de una comunidad de vida que nació en entorno al amor. Creo que esa realidad familiar la tenemos que cuidar tanto aquí como allá, y mantener el contacto con los dos lados.

En Perú los obispos estamos haciendo la carta de las familias de los migrantes, que sientan que la Iglesia los acompaña, y allí también haya la acogida, la apertura necesaria, una atención pastoral dentro de lo posible dialogada por ambos lados para que hagamos un trabajo un poco más armónico y al fin y al cabo más beneficioso para todos.

–Desde su percepción ¿cómo cree que recibe España a los inmigrantes hispanoamericanos desde el punto de vista social y religioso?

–Monseñor Miguel Irízar: Yo he estado el año pasado precisamente por allá; en general veo que ha mejorado bastante esa comprensión, esa relación.

Si a fines del siglo XIX o principios del XX los españoles migraban a América, ahora el fenómeno es al revés: son los latinoamericanos los que migran a Europa, en este caso a España, y creo que eso es recuperar esa memoria de lo que fue, cómo América respondió a las necesidades de la pobreza en ese momento de España o de otros países de Europa.

España, un país mucho más desarrollado, puede acoger y a su vez tiene necesidad de contar con estas personas, y como antes he insinuado la cercanía de nuestros pueblos, nuestra cultura, nuestra lengua nos favorece en ese sentido.

Creo que fuera de algunos ejemplos que siempre son penosos, cuando hay un escándalo, cuando hay un delito, situaciones que se culpa a un peruano a veces nos hace fama negativa, pero en general he visto un nombre mucho más respetado y aceptado, como trabajadores responsables.

Particularmente, cuando de mujeres se trata, la atención que brindan a los enfermos, a los ancianos, a los niños (eso no lo hacen hoy las españolas), se reconoce los valores que tiene la mujer peruana y su manera de ser comprensiva, que también va trasmitir valores humanos, religiosos y cristianos; creo que ahí tenemos una riqueza en la que podemos nosotros, justamente, ayudar a otro país que tiene otros valores y recursos, pero le está faltando a veces lo más sensible, lo más humano que llevamos dentro de nuestra manera de ser.

–Hablaba de la migración que llevó a los españoles a Latinoamérica. ¿Qué diferencias hay entre aquélla migración y la que trae actualmente a tantos sudamericanos a España?

–Monseñor Miguel Irízar: Una diferencia muy importante es que la migración en ese tiempo era una migración casi sin retorno porque se venía por mar y por barco, largas travesías, y nunca se sabía cuándo iba ser ese retorno. Y bastantes de los migrantes que llegaron de España hacia América países como Argentina, etc. venían muy jovencitos y prácticamente aquí crecían y se desarrollaban y con su capacidad de trabajo, con mucho sacrificio y ahorro lograban digamos una situación de vida económicamente mucho más confortable.

En el caso actual es tan fácil la migración porque en 12 horas estamos en España, lo que da la posibilidad del retorno después que hay una capacidad de ahorro, de descanso, y que la familia también se puede recomponer. En otros tiempos prácticamente el migrante no venía familia, era muy difícil, venían generalmente los varones o venían las mujeres, unas veces se casaban con mujeres españolas pero la mayor parte tenían que casarse con mujeres de los países latinoamericanos, creo que este fenómeno ahora puede cambiar, tiene más facilidad de ese encuentro.

Ahora a parte de eso ya el mundo está más globalizado y tampoco habían las legislaciones estrictas que hoy se pueden tener, y Europa cada vez va ser un ámbito más cerrado y nos va dificultar a futuro digamos esta movilidad social y esta posibilidad a la libertad de migración -porque el derecho a la migración es un derecho humano fundamental- pero hace falta también que los países receptores sean en ese sentido más comprensivos, porque toda Europa fue de migrantes hacia América del Sur o del Norte o hacia Australia y otros países.

Europa tiene que recordar hoy que también ustedes fueron migrantes y tiene que acogerlos, creo que eso también está dentro del mundo de la globalización como ese intercambio y ese enriquecimiento mutuo y llegará el momento en que realmente migrar debe ser libre -por supuesto en un continente latinoamericano- como hoy es dentro de Europa que los europeos ya pueden caminar con libertad porque ya sus documentos son válidos más allá de los territorios y las fronteras nacionales.

–¿Qué podemos aprender los europeos de la acogida que América dio a nuestros inmigrantes, sobre todo en el pasado?

–Monseñor Miguel Irízar: Se puede aprender que los que vinieron entraron realmente a ser parte de la historia de nuestros pueblos y realmente se inculturizaron: se hicieron argentinos, bolivianos, peruanos, chilenos o brasileros; tuvieron que hacerlo, no tenían otra alternativa tan fácil; pero a su vez -ellos- pudieron perder bastante de ciertos valores espirituales y religiosos porque se sometían mucho a la ley del trabajo y a veces se olvidaban de otros valores que ellos si traían desde allí, yo creo que ahí si se perdió una parte.

Hoy en día creo que como las condiciones de trabajo son diferentes, también existen legislaciones que protegen más al trabajador, creo que ahí se puede defender los derechos de los migrantes, del trabajo o de la familia.

En el aspecto religioso, la I
glesia está hoy día más comunicada, y así como acabamos de tener el Simposio en Ecuador, podemos intercambiar experiencias de iglesia que está en el país de origen y en el país de recepción, podemos intercambiar y favorecer que haya un acompañamiento permanente de la Iglesia, de sacerdotes, de laicos, etc. y que esto pueda ser parte de nuestra pastoral de migración formulada por ambos lados.

En eso creo que nos podemos ayudar, lo que en otros tiempos era mucho más difícil, porque las comunicaciones eran más difíciles y no habían estos encuentros intercontinentales como hoy podemos tener.

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ZENIT Staff

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