Tras su llegada a Manila, casi a las 18 horas locales y la primera acogida que le han dado el presidente Benigno Aquino, el nuncio apostólico, Giuseppe Pinto y otras autoridades de Estado, el Santo Padre sintió el calor de la población que le aclamaban mientas pasaba con el jeep descubierto que le llevó desde la base áerea en la que aterrizó hasta la Nunciatura, en la ciudad de Manila.
Aquí concluyó la jornada pública del Santo Padre. En la Nunciatura cenará con el séquito y se descansará para prepararse para el intenso programa del viernes.
En el Palacio Presidencial a las 9,15 tendrá lugar la ceremonia de bienvenida y será el primer discurso del Papa en esta nación, ante las autoridades y el cuerpo diplomático. Su siguiente parada de la jornada, antes del medio día, será en la Catedral de Manila, donde el Santo Padre celebrará misa con obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas. Se calcula que acudirán a esta celebración unas dos mil personas. Los consagrados harán un pedido de perdón referente a las faltas cometidas contra los tres votos de la vida religiosa.
El último encuentro del viernes será con las familias, a las 17,30 hora local en el Mall of Asia Arena de Manila. Los desafíos pastorales para Filipinas, el país con mayor porcentaje de católicos en Asia, son importantes. Si bien las iglesias están llenas, el número de católicos de misa dominical se estima que no supere el 20 por ciento del total. Si se suma la falta de sacerdotes, se hace necesario un aumento de las vocaciones y en este sentido el entusiasmo que trae el Papa podría ayudar mucho.
Por otro lado, los obispos han pedido a los fieles que para dar la bienvenida al Santo Padre se usen carteles con la imagen de Jesús, de la Virgen o de los santos, en vez de fotos del papa Francisco. Así lo pidió el Vaticano a la archidiócesis de Palo –donde estará el Papa el día 17– según ha indicado el jefe del comité de información y de comunicaciones sociales de dicha archidiócesis, el padre Amadeo Alvero.
Un país en donde el 10 por ciento de la población se encuentra trabajando en el exterior, si bien de un lado ha fortalecido muchas comunidades católicas de los países árabes o asiáticos, de otro implica en muchos casos separación de las familias, con los papás o mamás que trabajan en otros países, mientras que los hijos son cuidados por los abuelos.
