En Mar Musa, ocho días de ayuno, oración y "sakina"

Para invocar el milagro de la reconciliación para Siria

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ROMA, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ocho días de ayuno, oración y sakina (la paz que Dios inspira al alma), para “suplicar a Dios el Excelso, Padre de Misericordia, que dé la reconciliación a los ciudadanos sobre la base de una elección común por la no-violencia, como único método de garantizar una reforma duradera, sin resbalar hacia la guerra civil y el círculo vicioso de la venganza”, este es el compromiso y el llamamiento de la Comunidad de Deir Mar Musa al Habasci, en la montaña siria de Nebek.

El monasterio de Mar Musa, construido a casi 1.300 metros de altura en una zona semidesértica a unos 80 km al norte de Damasco, se remonta al siglo VI. Restaurado en 1984 por iniciativa del padre jesuita Paolo Dall’Oglio, acoge hoy a una comunidad monástica dedicada a la oración y al diálogo interreligioso. La comunidad da la bienvenida, cada año, a centenares de visitantes y peregrinos y se dedica a actividades ganaderas y artesanales en colaboración y apoyo a la comunidad local. Toda esta actividad y el paciente tejido de relaciones entre las comunidades cristianas e islámicas se ve gravemente comprometido por la situación creada en el país con la represión de las manifestaciones para la consecución de algunas reformas entre las que hay que destacar una mayor libertad de expresión y el respeto a los derechos humanos.

Por este motivo ha surgido la iniciativa de oración que tendrá lugar desde el 23 al 30 de septiembre dando respuesta a la invitación de Benedicto XVI del Ángelus del 7 de agosto pasado, que a propósito de la situación en Siria, afirmó: “Invito a los fieles católicos a rezar, hasta que el esfuerzo por la reconciliación prevalezca sobre la división y el rencor. Además, renuevo a las autoridades y a la población siria un llamamiento urgente, para que se restablezca cuanto antes la convivencia pacífica y se responda adecuadamente a las aspiraciones legítimas de los ciudadanos, en el respeto de sus dignidades y en beneficio de la estabilidad regional”.

“Nosotros os invitamos a estos días de ayuno, oración y sakina -afirma la Comunidad de Mar Musa- porque nuestra postura no se puede dar sin ascetismo, sin el ejercicio del desprendimiento de todo interés particular en contradicción con el bien común. Serán días de encuentro y de intercambio de opinión en la calma y el respeto por la dignidad de todo individuo y de sus opiniones”.

“Damos la bienvenida -prosigue la nota que pide permanecer en contacto con el monasterio también espiritualmente e intelectualmente y a través de la comunicación vía Internet -a todos los hermanos y las hermanas, a los ciudadanos que pretenden participar en este tiempo bendito en los límites de sus posibilidades. Vuestra sencilla visita ya será muy querida a nuestro corazón”.

El milagro de la reconciliación para Siria: esto es lo que ruega a Dios, con la ayuda de todos, la Comunidad de Mar Musa. “Esperemos -afirma la nota- que todos nuestros hermanos, amigos y ciudadanos de Siria, de cualquier orientación, nos acompañen en este acto de devoción. Lloramos a todos nuestros “mártires”, es decir a nuestros hijos, hermanos y padres… Esperemos tocar el corazón de todos los que se han aproximado al uso de la violencia, justificándolo con el pretexto del miedo, del interés, del deber, de la religión o de la ideología”.

“Nuestro país -destaca la comunidad monástica- está herido, y las almas están llenas de sentimientos de la injusticia sufrida y de miedo hacia el otro. Cada persona ve a la otra como un peligro para la comunidad, como enemigo de la patria, le es difícil reconocerlo como un ser humano similar a él, que tiene los mismos derechos y dignidades, aún cuando se haya echado a perder a sí mismo. Todo esto no puede dejar de reflejarse en la valoración de los mismos sucesos percibidos por las partes de manera distinta.
“El extremismo nos abruma -prosigue la nota-, destruye el espacio para un posible acuerdo nacional en el ámbito de la vida social común y empuja a las personas a dividirse también en el interior de la misma casa, del mismo monasterio. Esto termina con la justificación de la violencia en cada uno de nosotros, más o menos y de un modo u otro, según el bando al que creemos pertenecer”.

Preocupa la pregunta: “¿cómo salir de esta vorágine asesina, que desnaturaliza nuestra humanidad común?¿Cómo podemos, por un lado, realizar, a favor de todos las reformas que algunos esperan, manteniendo, por otro lado, los aspectos positivos del pasado a los que las personas se aferran? ¿Cómo se podrá dialogar entre las dos partes que se consideran entre sí mentirosos, enemigos de la patria y de la humanidad?”

Ninguna situación carece, sin embargo, de esperanza cuando nos confiamos al “Dios Amigo de los Hombres”.

“La reconciliación tiene, según nuestro punto de vista -afirma la nota- varias puertas, aunque también estas son objeto de diálogo y de negocio”. La esperanza es que se abra “la puerta de la libertad de expresión y de prensa, que crezca la ética del sector de los medios de comunicación en el exterior y en el interior del país”. Hoy es efectivamente imposible, para cualquier país, aislarse de la sociedad global. Debemos, por tanto, buscar un mínimo de objetividad, a través de la pluralidad mediática mundial, siendo conscientes de sus límites y actuando contra ellos”.

La segunda puerta está representada “por el deseo del hombre de alcanzar un nivel de conciencia que le permita resolver los conflictos sin recurrir a la violencia en la mayor parte de las ocasiones y de las situaciones. Por eso rechazamos cualquier propuesta de intervención extranjera armada, como rechazamos cualquier ataque terrorista en el interior del país y no podemos aceptar el uso de la violencia practicada para reprimir el movimiento pacífico de reivindicación democrática”.

El pueblo sirio necesita el apoyo de la comunidad internacional. Si entre los principios de la Carta de las Naciones Unidas está el de la prohibición de interferencia en los asuntos internos de un país soberano, “nosotros consideramos necesario añadirle otro principio, el de la solidaridad global por el bien de todos los pueblos y de todos los individuos”. “Algunos de nosotros consideramos oportuno -prosigue la nota-, dada la situación en el país, que se organice una presencia de movimientos pacifistas provenientes de países amigos, que ayude al pueblo sirio a reconciliarse y a realizar una reforma, evitando el círculo de la guerra civil y de la venganza”.

Como consecuencia de lo afirmado “sugerimos que el Gobierno sirio invite al Comité Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja junto a otras organizaciones humanitarias internacionales no partidistas (como el movimiento mundial de los scout, los movimientos gandhianos o las organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos humanos) para que cooperen con las organizaciones gubernamentales sirias, con el fin de alcanzar tres objetivos: garantizar el carácter pacífico de las manifestaciones; acompañar a los periodistas para cubrir los sucesos; garantizar la mediación entre las partes en conflicto para comunicar y alcanzar la reconciliación y la paz”.

La comunidad sugiere también un logo, que retoma los colores nacionales de Siria, uniéndose a las camisetas de los voluntarios pacifistas diseñadas por una niña siria de Homs: “el marco rojo representa nuestro amor por la patria indivisible. El verde de las hojas de olivo simboliza la reforma pacífica que queremos. Las olivas negras son todos nuestros ‘mártires’ y expresan nuestro compromiso de cuidar a sus hijos”.

La nota concluye con un llamamiento a todas las partes de la causa: “Recemos a Dios que conceda al Presidente de la República y al Gobierno sirio, la sabiduría y la lucidez necesarias para superar la crisis, por amor a la patria y con espíritu de sacrificio a su se
rvicio. Urgimos a todos los representantes en las filas de la oposición, en sus componentes varios, a que elijan el compromiso de la no violencia a cualquier costa. Recemos por todos los ciudadanos sirios, tanto en el interior del país como los emigrados, y por todos los amigos de Siria, para que cada uno de nosotros comprenda y haga suyo el deber en este momento difícil, lejos de todo partidismo confesional o ideológico”. No en nombre de la indiferencia de las pertenencias, ya que “todos pertenecemos los unos a los otros”.

Por Chiara Santomiero. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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ZENIT Staff

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