En una fiesta en el Vaticano, el Papa explica el motivo de sus viajes

«Un ejercicio específico del ministerio que es propio del Sucesor de Pedro»

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 junio 2003 (ZENIT.org).- En un clima de fiesta, Juan Pablo II recibió este jueves a unas 200 personas en el Vaticano que han colaborado en sus cien viajes internacionales, durante sus 25 años de pontificado.

El pontífice marcó este hito con su último viaje a Croacia del 5 al 9 de junio con el que ha recorrido 29 veces la circunferencia del planeta Tierra, unas tres veces la distancia que separa a la Tierra de la Luna, visitando 129 países. En total ha viajado durante 575 días.

Entre los invitados a la fiesta se encontaban desde responsables de la Secretaría de
Estado del Vaticano; hasta el ministro de Transportes del Gobierno Italiano, Pietro Lunardi; sin olvidar dirigentes de la compañía de aviación italiana, Alitalia; guardias suizos; periodistas que cubren los viajes papales acompañados por el director de la Sala de Prensa del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls.

El clima de fiesta quedó subrayado por la orquesta de jóvenes religiosos Legionarios de Cristo, que interpretaron algunas de las canciones más típicas de algunos de los países visitados por el pontífice.

«Con vuestro trabajo habéis permitido al Papa salir al encuentro de los hombres y mujeres de nuestro tiempo en sus lugares de vida habituales –dijo el Papa a sus invitados–. Y le habéis ayudado en su ministerio de «misionero itinerante», deseoso de anunciar a todos la palabra de salvación».

El pontífice explicó después los motivos que le han llevado y le siguen llevando a recorrer el planeta.

«Desde el día de la elección como obispo de Roma, el 16 de octubre de 1978, resonó dentro de mí con una intensidad y una urgencia especial el mandato de Jesús: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»».

«He sentido el deber de imitar al apóstol Pedro –añadió–, que recorría todos los lugares, para confirmar y consolidar la vitalidad de la Iglesia en la fidelidad a la Palabra y en el servicio de la
verdad; para decir a todos que Dios los ama, que la Iglesia los ama, que el Papa los ama; y para recibir, además, de ellos el aliento y el ejemplo de su bondad, de su fe».

El Santo Padre subrayó que sus viajes le permiten manifestar «un ejercicio específico del ministerio que es propio del Sucesor de Pedro, como principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión».

«En todos estos viajes me he sentido como un peregrino en visita a ese santuario particular que es el pueblo de Dios», reconoció.

«En ese santuario he podido contemplar el rostro de Cristo, desfigurado en la cruz o resplandeciente de luz como en la mañana de Pascua», subrayó.

Indicó al mismo tiempo la importancia de compartir con los obispos sus problemas y alegrías, de encontrarse con los fieles, especialmente con los jóvenes y de «conocer más de cerca la vida de las comunidades cristianas en los diversos continentes».

No olvidó mencionar sus encuentros con los fieles de otras Iglesias y comunidades eclesiales y con los seguidores del islam, del judaísmo y de otras religiones.

«Las grandes asambleas de tantos colores del pueblo de Dios, reunidas para la celebración de la Eucaristía están grabadas en mi memoria y en mi corazón como el mejor recuerdo y el más emocionante de mis visitas», confesó.

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ZENIT Staff

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