En vísperas de Colonia, el Papa propone redescubrir la adoración

Palabras antes de rezar el Ángerlus (7 de agosto de 2005)

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CASTEL GANDOLFO, lunes, 8 agosto 2005 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo, 7 de agosto, antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus en el patio de la residencia de los Papas en Catel Gandolfo.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

Miles de jóvenes están a punto de partir, o ya están en camino, hacia Colonia con motivo de la vigéisma Jornada Mundial de la Juventud, que tiene como tema «Hemos venido a adorarlo» (Mateo 2, 2). Se puede decir que toda la Iglesia se está movilizando espiritualmente para vivir este evento extraordinario, contemplando a los magos como singulares modelos de búsqueda de Cristo, ante el cual arrodillarse en adoración. Pero, ¿qué significa adorar? ¿Se trata quizá de una actitud de otros tiempos, carente de sentido para el hombre contemporáneo? ¡No! Una conocida oración, que muchos rezan en la mañana y en la tarde, inicia precisamente con estas palabras: «Te adoro, Dios mío, te amo con todo el corazón…». En la aurora y en el atardecer, el creyente renueva cada día su «adoración», es decir su reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y Señor del universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que parte desde lo más hondo del corazón y envuelve todo el ser, porque sólo adorando y amando a Dios sobre todas las cosas el hombre puede realizarse plenamente a sí mismo.

Los Magos adoraron al Niño de Belén, reconociendo en Él al Mesías prometido, al Hijo unigénito del Padre, en el cual, como afirma san Pablo, «habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (Colosenses 2, 9). En un cierto sentido, una experiencia análoga es la de los discípulos Pedro, Santiago y Juan, recordada por la Fiesta de la Transfiguración celebrada precisamente ayer, a quienes Jesús, en el monte Tabor, les reveló su gloria divina, anunciando la victoria definitiva sobre la muerte. Luego, con la Pascua, Cristo crucificado y resucitado manifestará plenamente su divinidad, ofreciendo a todos los hombres el don de su amor redentor. Los Santos son quienes han acogido este don y se han convertido en verdaderos adoradores de Dios vivo, amándolo sin reservas en cada momento de sus vidas. Con el próximo encuentro de Colonia, la Iglesia quiere proponerle a todos los jóvenes del tercer milenio esta santidad, que es la cumbre del amor.

“¿Quién mejor que María nos puede acompañar en este exigente itinerario de santidad? ¿Quién mejor que Ella nos puede enseñar a adorar a Cristo. Que sea Ella quien ayude especialmente a las nuevas generaciones a reconocer en Cristo el verdadero rostro de Dios, a adorarlo, amarlo y servirlo con total entrega.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Tras rezar el Ángelus, el Papa pronunció estas palabras]

Antes de saudar a los peregrinos aquí presents, deseo expresar mi pésame a los familiares de las víctimas de la catástrofe aérea acaecida ayer en el sur de Italia. Rezo por las víctimas y por los heridos, provenientes en su mayor parte de Bari y sus alrededores. Participo en el luto de las familias y de toda la comunidad eclesial y civil de esa ciudad, que visité hace poco con ocasión del Congreso Eucarístico Nacional. Que Cristo, muerto y resucitado, infunda en todos consuelo y esperanza.

[A continuación, el pontífice dirigió su saludo a los peregrinos en varios idiomas. En castellano, dijo:]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participáis en esta oración mariana. ¡Qué este tiempo veraniego sea un período propicio para orar y escuchar la Palabra de Dios!

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ZENIT Staff

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