Entrevista de Benedicto XVI en previsión de su próximo viaje a Baviera (II)

Concedida a televisión «Bayerischer Rundfunk» (ARD); ZDF; «Deutsche Welle» y a «Radio Vaticano».

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CASTEL GANDOLFO, jueves, 17 de agosto 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la segunda parte de la trascripción de la entrevista en alemán que Benedicto XVI concedió a los canales de televisión «Bayerischer Rundfunk»; «ZDF»; «Deutsche Welle» y a «Radio Vaticano». Fue realizada el 5 de agosto, en la residencia pontificia de Castel Gandolfo y transmitida el 13 de agosto, en previsión de su viaje apostólico a Baviera, que tendrá lugar del 9 al 14 de septiembre.

* * *

–Pregunta BR: Santa Padre, el cristianismo se ha difundido por todo el mundo partiendo de Europa. Ahora, muchos piensan que el futuro de la Iglesia se encuentra en los otros continentes. ¿Es verdad? O en otras palabras, ¿qué futuro tiene el cristianismo en Europa, donde parece que se está reduciendo a asunto privado de una minoría?

–Benedicto XVI: Sobre todo yo querría introducir algún matiz. En realidad, como sabemos, el cristianismo nació en Oriente Próximo, y durante mucho tiempo su desarrollo principal se quedó allí difundiéndose por Asia mucho más de lo que nosotros pensamos tras los cambios traídos por el Islam. Por otro lado, justo por este motivo su eje se trasladó sensiblemente hacia Occidente y Europa, y Europa –estamos orgullosos y nos alegramos- ha desarrollado ulteriormente el cristianismo en sus grandes dimensiones también intelectual y cultural. Pero creo que es importante que recordemos a los cristianos de Oriente, ya que es el periodo en el que ellos, que han sido siempre una minoría importante, en relación fructuosa con el contexto circunstante, ahora emigren. Existe el peligro de que justo estos lugares que dieron origen al cristianismo se queden sin cristianos. Pienso que debemos ayudar mucho para que se puedan quedar. Pero ahora contesto a su pregunta. Europa se ha transformado sin lugar a dudas en el centro del cristianismo y de su movimiento misionero. Hoy los demás continentes, las otras culturas, entran con igual peso en el concierto de la historia del mundo. De este modo crece el número de voces de la Iglesia, y este es un bien. Es bueno que se puedan expresar los diferentes caracteres, los dones propios de África, de Asia y de América, en particular de América Latina. Naturalmente todos ellos tocados no sólo por la palabra del cristianismo, sino también por el mensaje secular de este mundo, que lleva también a los demás continentes la prueba irrebatible que hemos vivido en nosotros mismos. Todos los obispos del resto del mundo dicen: todavía necesitamos a Europa, aunque si Europa es sólo una parte de un todo más grande. Todavía tenemos la responsabilidad que nos da nuestra experiencia, de la ciencia teológica que ha sido desarrollada aquí, de nuestra experiencia litúrgica, de nuestras tradiciones, y también de las experiencias ecuménicas que hemos acumulado: todo esto es muy importante también para los otros continentes. Por eso es necesario que nosotros no nos rindamos, compadeciéndonos y diciendo: «Ya está, somos sólo una minoría, intentemos al menos conservar nuestro número reducido»; sino que tenemos que conservar vivo el dinamismo, abrir relaciones de intercambio, para que en consecuencia de ahí nos lleguen nuevas fuerzas. Hoy hay sacerdotes indios y africanos en Europa, también en Canadá, donde muchos sacerdotes africanos trabajan de modo muy intenso. Es un dar y recibir recíprocos. Pero si nosotros en un futuro recibimos más, tendremos que continuar a dar con un valor y un dinamismo crecientes.

–Pregunta ZDF: Se trata de un argumento que ha sido ya tocado, Santo Padre. Las sociedades modernas en las decisiones importantes sobre política y ciencia no se orientan en valores cristianos y la Iglesia –lo sabemos por las encuestas- está considerada la mayor parte de las veces sólo como una voz que amonesta o que incluso frena. ¿La Iglesia no debería salir de esta posición defensiva y asumir una actitud más positiva en lo relacionado al futuro y a su construcción?

–Benedicto XVI: Diría que en cualquier caso tenemos nuestro deber de poner de relieve lo que nosotros queremos de positivo. Y esto sobre todo tenemos que hacerlo a través del diálogo de culturas y de religiones, ya que, como ya he dicho, el continente africano, el alma africana y también el alma asiática están horrorizadas de la frialdad de nuestra racionalidad. Es importante que vean que aquí no hay sólo esto. De forma recíproca es importante que nuestro mundo laicista se de cuenta de que la fe cristiana no es un impedimento, sino un puente para el diálogo con los otros mundos. No es justo pensar que la cultura puramente racional, gracias a su tolerancia, tenga un acercamiento más fácil a las otras religiones. Le falta en gran parte «el órgano religioso» y con este el punto de enganche a partir del cual y hacia el cual los otros quieren entrar en relación. Por eso debemos y podemos mostrar que justo por la nueva interculturalidad en la que vivimos la pura racionalidad desenganchada de Dios no es suficiente, sino que es necesaria una racionalidad más amplia, que ve a Dios en armonía con la razón, y es consciente de que la fe cristiana que se ha desarrollado en Europa es también un medio para hacer confluir juntas razón y cultura y para integrarlas también con las acciones en una visión unitaria y comprensiva. En este sentido creo que tenemos un gran deber, es decir, mostrar que esta Palabra, que nosotros poseemos, no pertenece –por decirlo de algún modo- a los trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente hoy».

–Pregunta RV: Santo Padre hablemos de sus viajes. Usted está en el Vaticano, posiblemente le cueste estar un poco lejos de la gente y separado del mundo, también aquí en el bellísimo ambiente de Castelgandolfo. Pero usted dentro de poco tendrá 80 años. ¿Piensa, con la ayuda de Dios, poder realizar muchos viajes? ¿Tiene idea de los que piensa realizar? ¿A Tierra Santa, Brasil? ¿Lo sabe?

–Benedicto XVI: Verdaderamente no estoy tan solo. Efectivamente existen – por decirlo de alguna manera – las murallas que dificultan el acceso, pero hay una «familia pontificia», todos los días muchas visitas, en particular cuando estoy en Roma. Llegan obispos, otras personas, hay visitas de Estado, de personalidades que quieren hablar conmigo también personalmente y no solamente de cuestiones políticas. En este sentido hay una multiplicidad de encuentros que gracias a Dios se me dan continuamente. Y es también importante que la sede del Sucesor de Pedro sea un lugar de encuentro, ¿no es verdad? Desde el tiempo de Juan XXIII, después el péndulo ha cambiado en otra dirección: son los papas los que han comenzado a visitar. Debo decir que no me siento tan fuerte de apuntar en la agenda muchos y grandes viajes, pero donde estos permiten dirigir un mensaje, donde – digamos así – responden a un verdadero deseo, los quisiera hacer, con la «dosis» que me es posible. Alguna cosa está ya prevista: el próximo año en Brasil hay un encuentro del CELAM, el consejo Episcopal Latino Americano, y pienso que estar allí sea un paso importante en el contexto de las vicisitudes que América del Sur está viviendo intensamente, y para reforzar la esperanza que está viva en aquella región. Después quisiera ir a Tierra Santa, y espero poder visitarla en tiempo de paz, y del resto veremos que me reserva la Providencia.

–Pregunta RV: Permítame insistirle. Los austriacos hablan también alemán y Le esperan en Mariazell.

–Benedicto XVI: Si, ha sido concordado. Yo lo he prometido sencillamente, de manera un poco imprudente. Es un lugar que me ha gustado tanto que he dicho: Sí, volveré a la Magna Mater Austriae. Naturalmente ésta se ha convertido inmediatamente en una promesa, que mantendré, y la mantendré con gusto.

–Pregunta RV: Insisto todavía. Yo le admiro cada miércoles, cuando celebra la audiencia general. Hay 50.000 personas. Debe ser cansino, muy cansino. ¿Ust
ed consigue resistir?

–Benedicto XVI: Sí, el Buen Dios me da la fuerza necesaria. Y cuando se ve la acogida cordial, naturalmente se queda uno animado.

–Pregunta DW: Santo Padre, usted acaba de decir que ha hecho una promesa un poco imprudente. Quiere decir que a pesar de su ministerio, con sus abundantes vínculos protocolarios, ¿No se deja arrebatar su espontaneidad?

–Benedicto XVI: De todas formas, yo lo intento. Además, aunque las cosas puedan estar concretadas, yo quisiera conservar y realizar también alguna cosa personal.

–Pregunta BR: Santo Padre, las mujeres son muy activas en las diversas funciones en la Iglesia católica. ¿Su aportación no quedaría más visible, también, en lugares de mayor responsabilidad en la Iglesia?

–Benedicto XVI: Sobre este argumento naturalmente se reflexiona mucho. Como usted sabe, nosotros pensamos que nuestra fe, la constitución del Colegio de los Apóstoles, nos obliga y no nos permite conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. Pero además no hay que pensar que en la Iglesia la única posibilidad de tener un papel sea la de ser sacerdote. En la historia de la Iglesia hay muchísimos deberes y funciones. Para comenzar las hermanas de los Padres de la Iglesia, para llegar a la Edad Media, cuando grandes mujeres han desarrollado un papel determinante, hasta la época moderna. Pensemos en Ildegarda de Bingen, que con fuerza protestaba respecto a los obispos y del Papa; a Catalina de Siena y a Brígida de Suecia. También en los tiempos modernos las mujeres deben – y nosotros con ellas – buscar por decirlo de alguna manera su justo lugar. Hoy, están bien presentes también en los Dicasterios de la Santa Sede. Pero existe un problema jurídico: el de la jurisdicción, es decir el hecho que según el Derecho Canónico el poder de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unido al Orden sagrado. Desde este punto de vista hay límites, pero creo que las mismas mujeres, con su empuje y su fuerza, con su superioridad, con aquella que definiría su «potencia espiritual», sabrán hacerse espacio. Y nosotros deberemos intentar ponernos a la escucha de Dios, para que no seamos nosotros a impedirlo, es más nos alegramos de que el elemento femenino obtenga en la Iglesia el pleno lugar de eficacia que le conviene, comenzando por la Madre de Dios y de María Magdalena.

–Pregunta: Santo Padre, en tiempos más recientes se habla de una nueva fascinación del catolicismo. ¿De qué y de dónde la vitalidad y la capacidad de futuro de esta institución por otra parte antiquísima?

–Benedicto XVI: Diría que ya todo el pontificado de Juan Pablo II ha impactado a los hombres y les ha reunido. Aquello que ha ocurrido en ocasión de su muerte permanece como muy especial históricamente: como cientos de miles de personas se dirigían disciplinadamente hacia la Plaza de San Pedro, permanecían de pie por horas, y en lugar de desfallecer resistían movidas por una fuerza interior. Y después, lo hemos revivido en ocasión de mi pontificado y después en Colonia. Es muy hermoso que la experiencia de la comunidad se convierta al mismo tiempo en una experiencia de fe, que se haga experiencia de la comunidad no solamente en un lugar cualquiera, sino que esta experiencia se convierta en más viva y de al catolicismo su luminosidad intensa precisamente allí donde son los lugares de la fe. Naturalmente esto debe durar también en la vida cotidiana. Las dos cosas deben ir juntas. Por una parte los grandes momentos, en los que se experimenta que es hermoso estar aquí, que el Señor está presente y que nosotros formamos una gran comunidad reconciliada más allá de todos los confines. Pero después desde aquí es menester también coger el empuje, para resistir durante las fatigosas peregrinaciones cotidianas, y vivir a partir de estos puntos luminosos y orientarse hacia ellos, y saber invitar también a otros a formar parte de la comunidad en camino. Pero quiero aprovechar esta ocasión para decir: yo me siento enrojecer por todo aquello que se hace en preparación a mi visita, por todo aquello que la gente está haciendo. Mi casa ha sido pintada nuevamente, una escuela profesional ha rehecho el recinto. El profesor de religión evangélico ha colaborado para mi recinto. Estos son pequeños particulares, pero son la señal de lo muchísimo que se hace. Todo esto lo encuentro extraordinario, y no me refiero a mi mismo, lo considero signo de una voluntad de pertenecer a esta comunidad en la fe y de servir todos a otro. Demostrar esta solidaridad y dejarse inspirar en esto por el Señor: Es una cosa que me afecta y por ello quiero también dar gracias de todo corazón.

–Pregunta: Santo Padre, usted ha hablado de la experiencia de la comunidad. Usted vendrá ahora a Alemania, ya por segunda vez tras Su elección. En la Jornada Mundial de la Juventud, y posiblemente también, por otra cuestión, por el campeonato mundial de fútbol, la atmósfera en un cierto sentido ha cambiado. Se tiene la impresión de que los alemanes se hayan convertido en más abiertos al mundo, más tolerantes, más alegres. ¿Qué cosa desea Usted todavía para nosotros los alemanes?

–Benedicto XVI: Diría que naturalmente con el final de la segunda Guerra Mundial comenzó una transformación interior de la sociedad alemana, también la mentalidad alemana, que ha sido reforzada además por la reunificación. Nosotros nos hemos inserido mucho más profundamente en la sociedad mundial y naturalmente hemos sido transformados por esta mentalidad. Y de esta forma salen a la luz también aspectos del carácter alemán del que antes los demás desconocían. Y posiblemente hemos sido caracterizados un poco como si todos fuéramos siempre disciplinados y reservados, cosa que también tiene su fundamento. Pero si ahora se ve mejor aquello que todos estamos viendo, lo encuentro hermoso: los alemanes no solamente son reservados, puntuales y disciplinados, también son espontáneos, alegres y hospitalarios. Esto es muy bonito. Y esto deseo: que estas virtudes crezcan todavía, y que reciban empuje y permanencia también en la fe cristiana.

–Pregunta RV: Santo Padre, su Predecesor ha declarado beatos y santos a un grandísimo número de cristianos. Algunos piensan, que demasiados. Aquí mi pregunta: las beatificaciones y las canonizaciones aportan a la Iglesia algo de nuevo, sólo si las personas pueden ser consideradas como verdaderos modelos. Alemania da relativamente pocos santos y beatos respecto a otros países. ¿Se puede hacer algo para que esta dimensión pastoral se desarrolle, y para que la necesidad de beatificaciones y canonizaciones den un verdadero fruto pastoral?

–Benedicto XVI: Al inicio yo también era de la idea de que la gran cantidad de beatificaciones casi nos aplastase y que a lo mejor era necesario elegir más figuras que entrasen más claramente en nuestra conciencia. Entre tanto he descentralizado las beatificaciones, para que se hagan más visibles estas figuras en los lugares específicos a los que estas pertenecen. Quizá un santo de Guatemala no interesa en Alemania y viceversa, uno de Altötting quizá no interesa en Los Ángeles, ¿no es así?. Además creo que esta descentralización sea afín a la colegialidad del episcopado, con su estructura colegial, y que sea una cosa oportuna justamente para poner de relieve que los diferentes países tienen sus propias figuras y que estas son eficaces en particular en sus propios países. También he observado, que estas beatificaciones en diferentes lugares, tocan a innumerables personas y que la gente dice: «¡Finalmente es uno de nosotros!» y va a él y vuelve inspirada. El beato pertenece a ellos, y nosotros estamos contentos de que haya muchos. Y si gradualmente también nosotros, con el desarrollo de la sociedad mundial, les conocemos mejor, es hermoso. Pero sobre todo es importante que también en este campo exista la multiplicidad y por eso es importantísimo que también nosotros en Alemania aprendamos a conoce
r a nuestras propias figuras y a alegrarnos de ellas. Cerca de estas están las canonizaciones de las figuras más grandes, que son de relieve para toda la Iglesia. Yo diría que cada Conferencia episcopal debería elegir, debería ver que es apto para nosotros, que nos transmite realmente algo y deberían volverse visibles estas figuras –no demasiado numerosas- que dejan una profunda impresión. Pueden hacerlo a través de la catequesis, la predicación, quizá se podrían presentar también a través de una película. Puedo imaginarme películas muy hermosas. Yo naturalmente sólo conozco muy bien a los Padres de la Iglesia: una película sobre Agustín, también una sobre Gregorio Nacianceno y su particular figura, su escapar continuo de las responsabilidades cada vez mayores que le venían asignadas etc.… Hay que estudiar: no existen sólo situaciones desagradables entorno a las cuales hablan tantas películas nuestras, sino que hay figuras maravillosas de la historia, que no son para nada aburridas, y que son de gran actualidad. Por último, hay que intentar no cargar demasiado a la gente, y hacer visible para muchos las figuras que son actuales y que nos inspiran.

–Pregunta DW: ¿Historias en las que haya también humor? En 1989 en Munich se le hizo entrega de la condecoración del Kart Valentin Orden. ¿Qué papel juega en la vida de un Papa el humor?

–Benedicto XVI: [ríe] Yo no soy un hombre al que le vengan en mente continuamente chistes. Pero saber ver también el aspecto divertido de la vida y la dimensión feliz y no tomarse todo de forma trágica, esto lo considero muy importante, y diría que es también necesario para mi ministerio. Un escritor dijo que los ángeles pueden volar porque no se toman demasiado en serio. Y nosotros quizá podríamos volar un poco más, si no nos diéramos tanta importancia.

Pregunta: Cuando se tiene un deber tan importante como el suyo, Santo Padre, se viene de forma natural observado. Los demás hablan de usted. Y leyendo, me sorprendió lo que dicen muchos observadores, que el Papa Benedicto es una personalidad diferente del cardenal Ratzinger. ¿Cómo se ve a si mismo?, si me puedo permitir hacerle esta pregunta.

–Benedicto XVI: He sido ya seccionado en diferentes ocasiones: como profesor durante un primer periodo y el periodo intermedio, como cardenal primero y en el periodo sucesivo. Ahora llega una nueva división. Naturalmente las circunstancias y las situaciones y también los hombres influyen, ya que se asumen responsabilidades diferentes. Pero –digamos así- mi personalidad fundamental y mi visión fundamental han crecido, pero en todo aquello que es esencial se han quedado idénticas, y yo me alegro de que ahora se pongan de relieve aspectos, que antes nadie notaba.

–Pregunta: ¿Se podría decir qué su deber le gusta, qué no es un peso para usted?

–Benedicto XVI: Esto sería decir demasiado, porque en realidad es cansado, pero de todas formas intento encontrar la felicidad también en esto.

Conclusión (Bellut – ZDF): También en nombre de mis compañeros le agradezco muy sinceramente esta entrevista, en esta primicia mundial. Estamos orgullosos de su próxima visita a Alemania, en Baviera. ¡Hasta pronto!

[Traducción del original alemán distribuida por «Radio Vaticano»
La primera parte de la entrevista fue publicada este miércoles]

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ZENIT Staff

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