Enviado de paz del Papa en el polvorín de Tierra Santa

El cardenal Pio Laghi revela detalles sobre su encuentro con los dos líderes

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CIUDAD DEL VATICANO, 4 junio 2001 (ZENIT.org).- Ha terminado la delicada misión en Tierra Santa del cardenal Pío Laghi, enviado por Juan Pablo II para llevar un mensaje escrito a mano dirigido al primer ministro israelí y al líder de l Autoridad palestina para exigir el inmediato alto al fuego.

El ex nuncio en Estados Unidos y Argentina, prefecto emérito de la Congregación vaticana para la Educación Católica, ha recogido en esta entrevista concedida a los micrófonos de Radio Vaticano los objetivos y momentos más importantes de su misión.

–¿Por qué ha querido enviar el Papa un legado a Tierra Santa?

–Cardenal Laghi: Era necesario y no simplemente oportuno el que el Santo Padre realizara un gesto así. Tiene lugar en un momento en el que los líderes políticos del mundo no sólo ven con preocupación la situación, sino que tratan también de intervenir. Ciertamente la autoridad del Santo Padre es escuchada, pero con enormes dificultades.

–Usted entregó personalmente el mensaje autógrafo del pontífice al primer ministro Sharon, en Tel Aviv, y al líder palestino, Arafat, en Ramala. ¿Cómo fue el encuentro con el líder israelí?

–Cardenal Laghi: Ariel Sharon, en su residencia de Tel Aviv, nos escuchó y nosotros le escuchamos. Pudimos ver que para él la paz quiere decir seguridad. Naturalmente la seguridad tiene determinadas condiciones. En este punto hay que ir más lejos. Por ejemplo, los asentamientos de los colonos en los Territorios, que deberían ser restituidos a la Autoridad palestina, representan en cierto sentido una provocación, por no decir otra cosa.

–¿Cómo fue el encuentro con Arafat?

–Cardenal Laghi: El viernes por la mañana, mientras me dirigía a visitarle, me encontré en medio del funeral del dirigente palestino Faisal Husseini, cuyo cadáver era transportado por un enorme séquito de palestinos, que desde Ramala invadió literalmente Jerusalén.

Me parece que todo se desarrolló con un gran sentido de responsabilidad por parte de israelíes y palestinos, sin confrontaciones ni provocaciones. Me sorprendió el que Arafat, tras la muerte de su amigo y confidente, dedicara tanto tiempo a nuestra misión.

Nos encontramos en su oficina. Hablamos con mucha pasión. Le vi cansado y quizá frustrado… Ciertamente estaba dolido por la muerte de su amigo, miembro de la Autoridad palestina y muy influyente en Jerusalén. Ahora bien, en cierto sentido, manifestó una gran confianza en el Papa.

–¿Qué es lo que quiere decir?

–Cardenal Laghi: Tanto Sharon como Arafat quisieron quedarse con el original de la carta del Papa, dejando a su oficina la copia. Se ve que el mensaje de Juan Pablo II les ha llegado al corazón, que realmente respetan la persona del pontífice y lo que está tratando de hacer.

Además, Arafat –todos los presentes pudieron verlo– quiso besar no sólo la carta, sino incluso la firma misma del Santo Padre, como si quisiera mandarle un abrazo al Papa. E invocar su apoyo.

–¿Cómo es el ambiente que reina entre la gente?

–Cardenal Laghi: Hay un clima que va más allá de la simple resignación. Por doquier flota una pregunta: «¿Cuándo acabará?». Estuve dos veces, a primeras horas de la mañana, en el Santo Sepulcro para celebrar la misa y no había casi nadie. Nunca había visto tan desierto el Santo Sepulcro. Todo esto da pena y pude percibir un estado de ánimo realmente abatido.

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ZENIT Staff

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