Episcopados de la Comunidad Europea: «Esperanza, confianza y solidaridad»

BRUSELAS, 12 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Publicamos la declaración de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE) sobre la adhesión de nuevos estados miembros a la Unión Europea, en el contexto de la cumbre del Consejo europeo de Copenhague que se celebra entre el jueves y el viernes.

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«Sin embargo, un nuevo orden europeo de este género, para adaptarse verdaderamente a la promoción del auténtico bien común, debe reconocer y defender los valores que constituyen el patrimonio más precioso del humanismo europeo. Muchas son las raíces culturales que han contribuido a la afirmación de los valores recodados hasta aquí: desde el espíritu de Grecia al del mundo romano; desde las aportaciones de los pueblos latinos, celtas, germánicos, eslavos y húngaro-fineses, a las de la cultura judía y del mundo islámico. Estos diversos factores han encontrado en la tradición judeocristiana una fuerza capaz de armonizarlos, consolidarlos y promoverlos.» (Juan Pablo II)

1. Los Obispos de la COMECE pensamos que la adhesión de diez nuevos Estados miembros a la Unión Europea, que el Consejo de Europa deberá confirmar en la Cumbre de Copenhague los días 12 y 13 de diciembre de 2002, representa una profunda y significativa transformación en la historia de nuestro continente. Este conjunto de diferentes culturas constituirá un paso hacia el bien común europeo. Por este motivo, para nosotros no se trata de una «ampliación», sino de la «europeización» de la Unión Europea.

2. La Iglesia católica ha apoyado siempre los esfuerzos de políticos excepcionales y de ciudadanos para aportar paz duradera y bienestar a nuestro continente mediante una «comunidad solidaria» basada en la integración económica y política. Como explicamos en nuestra declaración Construir un puente espiritual para unir a los pueblos, de 9 de mayo de 1997, «la ampliación es una oportunidad para Europa y los europeos, pues permitirá la promoción y realización concreta en todo el continente europeo de valores que son también fundamentales para la Iglesia: la solidaridad, el respeto mutuo, la amistad entre los pueblos» .

3. La Unión Europea está fundada en valores universales. El Evangelio de Jesucristo ha servido de fuente de inspiración a muchos de estos valores. Inspirados en el Evangelio, y en vista del reto inminente que constituye la entrada de diez nuevos miembros en esta comunidad, recomendamos a los responsables políticos y a todos ciudadanos actuales y futuros de la Unión Europea, esperanza, confianza y, sobre todo, solidaridad.

Esperanza
4. La europeización de la Unión Europea mediante la adhesión de diez nuevos Estados miembros es una fuente de esperanza, una oportunidad para el renacimiento de la Unión Europea y de su primera misión: promover la libertad, la justicia, la paz y la prosperidad en el interior y en el exterior de sus fronteras. El proyecto de integración europea ha nacido de la esperanza de reconciliación, de la esperanza en que Europa no sufra más la destrucción provocada por la guerra y el conflicto. Al día de hoy, sigue siendo su deber consolidar esta reconciliación «sellando el fin de una división no natural» entre el Este y el Oeste de Europa. Haciendo esto, la adhesión de diez nuevos Estados miembros va a ayudar a concretar una de las esperanzas más queridas de la Iglesia: que Europa respire al fin «con sus dos pulmones» . Entretanto, este proyecto debería convertirse en fuente de esperanza para otros países y pueblos europeos.

5. La europeización enriquecerá a la Unión Europea al ofrecerle una calidad y una identidad cultural e histórica nuevas. Esto abre inevitablemente, pero con razón, un debate sobre las finalidades y los límites del proyecto de integración. Las relaciones entre la Unión y sus nuevos vecinos deberán basarse en la confianza, la solidaridad y la esperanza en un porvenir pacífico y próspero para todos. La Comunidad europea puede y debe ser también un signo de esperanza para otras regiones del mundo deseosas de construir sobre este modelo de integración pacífica, principalmente en África y en América Latina.

Confianza
6. Convertirse en miembro de esta Unión Europea no significa solamente beneficiarse de derechos, sino también «el respeto a la identidad de otras naciones y el derecho a participar en las decisiones sobre la forma de la futura Europa» . Esto nos obliga a respetar en el orden político tanto la semejanza como la diversidad de las tradiciones culturales. Todos los miembros de la Unión son iguales, y así han de trabajar, no sólo para su propio interés, sino también para el interés de la comunidad entera. En una Unión ampliada, esto requerirá un nuevo compromiso de confianza de todos los Estados miembros y el pleno reconocimiento de las instituciones comunitarias a las que los Estados miembros han confiado la tarea indispensable de trabajar a favor del bien común.

7. La interdependencia económica y política de esta comunidad reclama la confianza no solamente entre los dirigentes de los Estados miembros, sino también entre los ciudadanos. Como decíamos en 1997, se debe construir «un puente espiritual para unir a los pueblos», y de esta manera felicitamos y apoyamos las diversas iniciativas adoptadas por las instituciones, grupos y ciudadanos a lo largo de Europa con vistas a construir la confianza entre los pueblos del continente. Tales iniciativas deberían recibir mayor apoyo por parte de las autoridades políticas.

Solidaridad
8. «La Unión Europea debe ser una comunidad de valores que se desarrollan gracias a la solidaridad de sus miembros» . La solidaridad es la expresión del mandamiento cristiano del amor, y para que sea un éxito la adhesión de diez nuevos Estados miembros, se requerirá la solidaridad entre todos ellos. El proceso de desarrollo económico y de reforma política todavía no ha acabado. Los Estados miembros actuales deberán reformar las políticas actuales, en particular la Política Agrícola Común, y compartir con los nuevos Estados miembros las ayudas estructurales que reciben. Tanto los nuevos Estados miembros como los antiguos, deben comprometerse en este proceso a fin de que los ciudadanos puedan apreciar los frutos de la adhesión a la Unión Europea. Tal solidaridad se revelará como especialmente necesaria después del 2006, cuando tenga lugar la revisión de las perspectivas financieras de la Comunidad después de la expiración de los Acuerdos de la Agenda 2000. Puede ser que los nuevos Estados miembros no perciban inmediatamente las ventajas de la adhesión, y serán invitados a reconocer y respetar la solidaridad demostrada por los Estados miembros actuales aunque sus efectos no sean todavía cuantificables. Los Estados miembros futuros y los Estados miembros actuales deberán tomar parte sobre la misma base de igualdad en la Conferencia Intergubernamental que será convocada después de la presentación por la Convención de un proyecto de Tratado constitucional de la Unión Europea.

9. Los grandes esfuerzos y realizaciones unidos a la ampliación no deben hacernos olvidar la responsabilidad de Europa para con el desarrollo mundial. Cuando se adhieran a la Unión Europea, los nuevos Estados miembros no sólo se convertirán en miembros de un mercado único, sino también del más grande donante de ayuda humanitaria y de cooperación al desarrollo del mundo. Pedimos a la Unión Europea que mantenga su promesa de dedicar el 0,7 % de su PIB a la Ayuda oficial al Desarrollo. Esta debería basarse en un reparto proporcional del peso según las capacidades de cada Estado miembro. Apelamos también a la Unión Europea ampliada para que sirva al bien común universal aplicando el mismo compromiso con el comercio justo, el desarrollo duradero y la solidaridad con las regiones más pobres del globo, que sea equivalente al que hay en el seno de la Unión.

Construir nuevos puentes
10. Es esencial que la adhesión de los diez nuevos Estados miembros no dé lugar a nuevas divisiones en Europa. Bulgaria y Rumanía ya han hecho grandes esfuerzos para prepararse a la adhesión a la Unión, pero aún no pueden concluir las negociaciones de adhesión. Les animamos a continuar estos esfu
erzos y saludamos la decisión de la Unión de aumentar su ayuda a fin de que puedan alcanzar su propio objetivo, a saber, su adhesión en el 2007. Turquía y los países del sureste de Europa, son reconocidos ya como candidatos o candidatos potenciales, pero aún no han comenzado las negociaciones de adhesión. Esperamos que, para el bien común, continuarán poniendo en práctica las reformas exigidas para responder a los criterios económicos y políticos establecidos por el Consejo Europeo de Copenhague de junio de 1993, y más en particular «garantizando la democracia, la primacía del derecho, los derechos humanos y el respeto a las minorías y su protección» .

11. La eliminación de las fronteras dentro de la nueva Unión Europea no debe contribuir a la construcción de una «fortaleza europea» respecto a sus límites exteriores. Aunque el mantenimiento de las fronteras exteriores es necesaria para proteger la libertad y la seguridad de quienes viven en su interior, y su control puede ser importante para la prevención de atentados contra la dignidad humana, como por ejemplo el tráfico de mujeres y de niños, sin embargo los inmigrantes y los refugiados (cualquiera que sea su estatuto) deben ser tratados con compasión y justicia. En lo que respecta a sus países de origen, la Unión, no sólo tiene la responsabilidad de promover las condiciones que eliminarían la necesidad de los refugiados de buscar asilo, como la paz, la democracia y el Estado de Derecho, sino también de atacar las causas profundas que empujan a las gentes a abandonar su país y a arriesgarlo todo para alcanzar mejores condiciones de vida en la Unión Europea.

Conclusión
12. Como cristianos, «no podemos contentaros con ser espectadores de los procesos políticos europeos» . Nuestra tarea consiste en comprometernos de manera creativa en la búsqueda de soluciones a los retos socio-éticos, que favorezcan el bien común y la dignidad de la persona humana según los valores universales que corresponden a la visión cristiana de la humanidad. El debate en la Convención Europea, que representa la primera ocasión para los nuevos Estados miembros de determinar conjuntamente el porvenir de la Unión Europea, es una oportunidad para todos nosotros de definir los valores y los objetivos de nuestro proyecto común. Con esperanza, confianza y solidaridad, nosotros, como Obispos, nos comprometemos a apoyar y contribuir de manera creativa a este proyecto y animamos a todos los creyentes y a los ciudadanos a unirse en este esfuerzo común.

Bruselas, fiesta de San Nicolás, 6 de diciembre de 2002

Traducción distribuida por la Conferencia Episcopal Española, http://www.conferenciaepiscopal.es]

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ZENIT Staff

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