¿Es posible ser misionero en un país musulmán?

Habla monseñor Peteiro, arzobispo de Tánger (Marruecos)

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TÁNGER, 31 enero 2003 (ZENIT.org).- Las falta de libertad religiosa que se da en algunos países musulmanes plantea una pregunta: ¿es posible ser misionero en un país musulmán?

Para el arzobispo de Tánger (Marruecos), monseñor José Antonio Peteiro Freire, de los Frailes Menores (franciscanos), la clave para responder al interrogante está en el testimonio. Así lo explica a Zenit en esta entrevista.

–Comencemos por la pregunta fundamental: ¿es posible ser misionero en un país musulmán?

–José Antonio Peteiro Freire: San Francisco envió a cinco franciscanos italianos a Marruecos. Los franciscanos predicaron abiertamente el Evangelio y declararon que el Islam era una religión falsa y que Mahoma era un falso profeta. Fueron a las mezquitas de forma insultante. Por eso los mataron al año siguiente, en 1220.

En 1219 San Francisco fue a encontrarse con el Sultán en Damieta, cerca de El Cairo, y le pidió que permitiese a los cristianos visitar los Santos Lugares. El hecho de salir al encuentro del Sultán fue, sin duda, un gesto profético. En pleno ambiente de Cruzadas, cuando los ejércitos musulmán y cristiano se encontraban frente a frente, Francisco tuvo dificultades para conseguir el permiso del Delegado Pontificio –llamado Pelagio– para encontrarse con el Sultán. Por cierto, le trató bien y regaló una trompeta dorada.

Nuestra presencia entre musulmanes tiene dos sentidos. El primero es ayudar a los cristianos a ser verdaderos discípulos de Jesús. En segundo lugar, San Francisco escribió en 1221 una regla de 23 capítulos. El capítulo 16 habla de «los que van entre sarracenos y otros infieles». Dice el texto: «Así, pues, cualquier hermano que quiera ir entre sarracenos y otros infieles, vaya con el permiso de su ministro y siervo… Mas los hermanos que van pueden vivir entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno, que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda criatura por Dios… y confiesen que son cristianos. Otro, que, cuando les parezca que agrada a Dios, anuncien la palabra de Dios para que crean en Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo… ».

El primer modo es siempre válido en cualquier circunstancia. En cambio en el segundo, advierte Francisco que «cuando vean que agrada a Dios». No siempre agrada a Dios que anunciemos el Evangelio de palabra. Podría suscitar disputas y rencillas.

–En Marruecos hay libertad de culto para judíos y cristianos, pero está prohibido todo proselitismo y la conversión al cristianismo. ¿Qué puede hacer un misionero donde se impide explícitamente la evangelización?

–José Antonio Peteiro Freire: El cristiano debe ser un hermano universal, abierto a todos sin distinción, conservando su propia identidad, pero estableciendo puentes de respeto, de amistad, de solidaridad con todo el mundo. Esta es otra forma de evangelizar, quizá más costosa y más exigente que la de la palabra. Estamos llamados a vivir los valores evangélicos como el amor, la justicia, el perdón, la solidaridad con todos, especialmente con los más pobres.

–¿Ha cambiado la situación de los cristianos en Marruecos después del 11 de septiembre de 2001?

–José Antonio Peteiro Freire: Se ha organizado un acto de oración por las víctimas en la Catedral de Rabat. El gobierno marroquí está con los Estados Unidos. En cambio, el pueblo se ha manifestado contra los estadounidenses. Los marroquíes suelen identificar Occidente con el cristianismo, de ahí que rechacen ambos conceptos.

–¿Existe espacio para el diálogo interreligioso en Marruecos? ¿Qué relación se puede establecer con los líderes religiosos islámicos?

–José Antonio Peteiro Freire: Los líderes religiosos islámicos están convencidos de que el Islam es la religión de Dios. No suelen hablar más que árabe y rehuir el diálogo interreligioso puesto que, según ellos, no tienen nada que aprender de las otras religiones. En cambio, con algunas instituciones culturales, con algunas ONGs, en el ámbito deportivo, artístico, cultural y educativo suelen darse colaboraciones interesantes que promocionan el país.

–Un país con un 99% de musulmanes, ¿cómo se beneficia de la presencia cristiana?

–José Antonio Peteiro Freire: El hecho de que se admita la presencia de los cristianos en Marruecos es enriquecedor para el país. Ante todo, significa que hay una cierta variedad en la sociedad marroquí lo cual, en mi opinión, beneficia a todos y constituye un signo positivo.

Por otra parte la Iglesia ejerce múltiples servicios a los sectores más pobres de la población. Además abre la sociedad a otras lenguas, culturas y civilizaciones en el mundo de la literatura, las artes y las ciencias, lo cual representa una riqueza para el país.

Lástima que en ningún país musulmán sea aceptada la libertad religiosa. Es más, el historiador tunecino Mohamed Talbi afirmaba recientemente que, puesto que nosotros vivimos en regímenes dictatoriales, el reformismo del Islam vendrá de las comunidades minoritarias musulmanas que viven en Occidente, que es donde hay libertad.

–¿Qué rasgo destacaría de la labor de los Frailes Menores en los países musulmanes?

–José Antonio Peteiro Freire: Alguien ha dicho que es un carisma dentro del carisma franciscano. Desde luego, llevamos cerca de ocho siglos entre musulmanes. Sólo por dos períodos –de cuatro años cada uno– nos expulsaron de Marruecos. A lo largo de estos casi ocho siglos, encontramos distintos tipos de frailes: los mártires, los frailes al servicio de los cautivos, los mediadores de paz, los dedicados al ministerio pastoral, los que trabajaron en el desarrollo del país, entre otros, cabe destacar al padre José Lerchundi.

Es impresionante el servicio a los cautivos en Marrakech, Fez y Mequinez, donde convivían con los prisioneros, compartían con ellos las mismas mazmorras, es decir un lugar subterráneo, abovedado, lúgubre y húmedo. Dentro de estas mazmorras, los religiosos tenían una vivienda propia, la capilla y la enfermería. Compartían todos los problemas con los cautivos y trataban de ayudarles con todos los medios a su alcance.

Desde 1217, la misión de Tierra Santa es considerada como la «perla de las misiones». La Santa Sede ha confiado a la Orden el encargo de custodiar los Santos Lugares, promover el culto divino en ellos, fomentar la piedad de los peregrinos, desempeñar allí el ministerio de la evangelización y erigir y promover las obras de apostolado de tipo social.

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ZENIT Staff

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