¿Es posible un diálogo entre religiones misioneras?

El cardenal Christoph Schönborn analiza la relación entre Islam y Cristianismo

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VIENA, martes, 20 junio 2006 (ZENIT.org).- Las religiones que por naturaleza son misioneras, es decir, que quieren hacer discípulos, ¿pueden dialogar verdaderamente con miembros de otras religiones? A esta pregunta responde uno de los teólogos más reconocidos en estos momentos, el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena.

Lo hace en el artículo «Vías de la misión», escrito por el purpurado en el tercer número del semestral internacional «Oasis», revista plurilingüe del Centro internacional de Estudios e Investigaciones «Oasis» (www.cisro.org) para el diálogo con el islam.

En su reflexión, el arzobispo de Viena, quien colaboró decisivamente en la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. se interroga sobre la posibilidad de lograr conjugar la dinámica misionera, que está en la esencia de religiones como el cristianismo y el islam, con los principios que deberían animar el diálogo interreligioso, es decir la tolerancia, la conciencia del otro, y el respeto a la libertad religiosa.

«El diálogo se ve con frecuencia como opuesto a la misión: o misión o diálogo –comienza constatando el cardenal Schönborn–. Pero tanto el cristianismo como el islam son religiones claramente misioneras. Lo demuestra toda su historia, su presente y sobre todo la historia de sus orígenes.

En la Biblia cristiana, al final del Evangelio de Mateo, se encuentra el encargo misionero universal que Jesús, antes de su Ascensión, dio a los apóstoles y por tanto a los cristianos: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mateo 28, 19).

«Pero también el islam se concibe como una religión misionera: en la revelación del Corán –sostienen los musulmanes–, estaría indicada el camino que Dios ha destinado a todos los hombres. Todos los hombres la deben conocer y por tanto deben poder decidirse por la verdadera vía».

Por tanto el islam ha tenido un carácter misionero desde el primer instante y «si no lo fuera, se traicionaría a sí mismo», añade.

«¿Cómo entonces puede crecer un diálogo entre nuestras religiones? ¿No será siempre sólo una jugada estratégica ante la situación del panorama internacional? ¿No será siempre visto el diálogo por los representantes celosos de ambas religiones simplemente como una “solución soft» y por ello despreciada?», se pregunta.

«Ni el cristianismo ni el islam son monolitos –observa sin embargo–. La cristiandad vive, como el islam, en una multiplicidad de direcciones, que tal vez se han combatido violentamente y que siguen combatiéndose siempre», explica.

«La diferencias conciernen por una parte y por la otra al método, la vía de la misión». En este sentido, la cuestión es «si la misión puede recorrer sólo la vía de la persuasión personal del otro, o si puede convertirse también en un instrumento de presión política, militar y económica».

«Sobre esto el cristianismo y el islam, en su historia tan llena de conflictos, pero también de contactos, han dado respuestas muy diferentes», observa.

Sin embargo, «estas pocas indicaciones bastan para recordar que la cuestión misionera, tanto dentro de nuestras comunidades religiosas como entre ellas, debería figurar en los primeros lugares de la agenda de nuestro diálogo».

Y esto porque la misión constituye «la señal de la vitalidad de las religiones» pero al mismo tiempo encierra también «un gran potencial de conflicto», explica.

El purpurado enumera tres tareas que pertenecen «a la urgente e inaplazable agenda de los próximos años», que permitirán a las dos religiones seguir con fidelidad su mandato misionero y al mismo tiempo «mostrar y promover su compatibilidad con las instancias de una sociedad pluralista y democrática».

En primer lugar, afirma, «necesitamos, dentro del cristianismo y del islam (y de otras comunidades religiosas) un diálogo iluminador sobre la pregunta acerca del significado de nuestra tarea misionera constitutiva».

«¿Qué es la misión según Jesús, según el Corán? ¿Cómo debe, como puede darse la misión? ¿Como se sitúa respeto a la libertad de conciencia y de religión? ¿Cómo se sitúa respecto a los requerimientos de un mundo plural?», indica.

En segundo lugar, «dentro de nuestras respectivas comunidades religiosas, hay una urgente necesidad de diálogo y clarificación sobre la cuestión del ‘proselitismo’», tema recurrente entre las Iglesias ortodoxas y la católica, y que también se da en la sociedad islámica mundial, prosigue.

Por último, «necesitamos un diálogo intrarreligioso sobre la cuestión de la misión, un diálogo que considere nuestra historia (nuestras historias) de misión (…), que ponga sobre el tapete abiertamente nuestras preocupaciones recíprocas, que cite abiertamente los peligros de la intolerancia, de los atentados a la libertad religiosa y que los haga objeto de esfuerzos comunes de corrección», añade.

«Como religiones con un mandato misionero, somos, estoy convencido, responsables ante Dios y ante el mundo de buscar los puntos en común de nuestros mandatos misioneros y de llevarlos juntos a la práctica», subraya.

«¿Acaso el Omnipotente no nos ha dado quizá a todos nosotros a través de la revelación y de la voz de la conciencia la tarea santa de trabajar en todas partes por la justicia, aliviar la miseria, combatir la pobreza, promover la educación, reforzar las virtudes del vivir juntos y así contribuir a un mundo más humano?», se pregunta.

«Un día seremos llamados ante Dios para dar cuenta de si hemos cumplido juntos nuestra misión. Y seremos llamados a dar cuentas de si hemos dado, a los muchos hombres que no saben creer en Dios, un testimonio creíble de la fe en Dios, o si a través de nuestros conflictos hemos aumentado el ateismo», concluye.

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ZENIT Staff

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