España: Encuentro nacional de Vírgenes Consagradas

Una forma de entrega total a Cristo

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PAMPLONA, 22 agosto 2002 (ZENIT.org).- Del 7 al 11 de agosto las Virgenes Consagradas de España celebraron en la Casa de Ejercicios de Burlada su XII Encuentro Nacional, informa la publicación de la diócesis de Pamplona «La Verdad»».

Como en años anteriores las consagradas del Orden de las Vírgenes dedicaron estos días a la oración, formación y amistad fraterna.

Además de la Eucaristía y el rezo de las Horas, tuvieron varias reuniones formativas y visitaron juntas el castillo e iglesia de Javier y el Monasterio de Leyre. El encuentro finalizó con una Eucaristía presidida por el arzobispo de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián Aguilar.

Monseñor Sebastián se refirió a la vida de las consagradas con estas palabras: «Habéis de sentiros seguras, fuertes y libres, no con soberbia y autosuficiencia, sino por la fe en Jesús, una fe que sea, además del asentimiento de la inteligencia, una experiencia de amor»

«Y como esposas de Cristo –añadió–, sois hijas de la Iglesia y debéis llevar siempre en el corazón la grandeza, la anchura, la bondad, la santidad de la Iglesia. Ninguno de nosotros cruza el lago sólo; todos vamos en la barca de Pedro».

«Debéis sentiros dentro de la Iglesia –concluyó–, orar por ella, permaneced en comunión con todos los hijos de la Iglesia, gozaros con sus virtudes, sufrid con sus debilidades, expiad por sus pecados, dad testimonio con vuestra vida, ayudando siempre a que esta barca navegue con el Señor a bordo».

El Orden de Vírgenes es una de las formas de vida consagrada (canon 604 del Código de Derecho Canónico), a la que se refiere el Catecismo de la Iglesia Católica (números 922 a 924).

Destacan en esta consagración, que especifica de modo peculiar la consagración bautismal, algunos rasgos que la sitúan en el corazón de la Iglesia.

En el aspecto carismático, la virgen consagrada muestra a Cristo esposo el amor de esposa de la Iglesia. Expresión de ello es la exigencia de la virginidad: que las aspirantes a ser consagradas «nunca hayan celebrado nupcias y no hayan vivido pública o manifiestamente en un estado opuesto a la castidad».

Como consagradas por el obispo de la diócesis en que residen, están ligadas de modo inmediato con esa Iglesia diocesana. Las vírgenes consagradas no son religiosas, pero tampoco son laicas o seglares en sentido estricto de estos términos: ellas, de un modo especial, han de vivir las realidades temporales desde su estado singular de consagradas a Dios, de esposas de Cristo, de personas disponibles para el servicio a la Iglesia, con su oración y sacrificio, con su trabajo en el mundo y con sus obras apostólicas.

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ZENIT Staff

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