Espiritismo del Siglo XXI

Ante las elecciones presidenciales del próximo domingo en Venezuela

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Reproducimos por su interés el artículo publicado hoy por Analitica.com, firmado por Osvaldo Machado, sobre la situación que vive Venezuela, en vísperas da una reñida contienda electoral, el próximo domingo 14 de abril.

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«No tienen vitalidad, pero igual se aferran a nosotros, y no podemos deshacernos de ellas. Cada vez que agarro un periódico me parece ver Fantasmas deslizándose entre las líneas. Debe haber Fantasmas por todo el país, tantos como la arena del mar. Y luego nosotros, uno y todos, tan lastimosamente asustados de la luz» (Henrik Ibsen, Ghosts, Acto 2).

Después de 14 años ya puede considerarse una tradición que los voceros del PSUV [Partido Socialista Unificado de Venezuela], y demás propagandistas gubernamentales (endógenos y exógenos), declaren en cada oportunidad posible que “los logros de la Revolución no se pueden negar”. Desafortunadamente para el país, el caso es totalmente lo contrario. Los logros formidables de la administración chavista no se ven por ninguna parte. Aclaro, con 14 años en el poder sería casi imposible que nada de lo hecho por el gobierno fuera positivo. El problema es que sumando todo lo bueno que haya hecho (y hasta algunas de las cosas menos exageradas que miente haber hecho) su total no llega a lo realizado en cinco años por el peor de nuestros gobiernos anteriores, los cuales, dicho sea de paso, nunca contaron con los recursos que tuvo a su disposición el régimen del fallecido Presidente. En cuanto a la responsabilidad concreta y fundamental de buscar el bienestar de la población, el gobierno chavista ha fallado terriblemente y sin atenuantes en todas las áreas, ya sea alimentación, empleo, vivienda, seguridad, salud, generación de electricidad, mantenimiento de lo que ya existía o cualquier cosa que se nos pueda ocurrir. Pero por más reprochable que sea lo positivo que el chavismo haya dejado de hacer lo más grave es todo lo extraordinariamente dañino que sí ha hecho. Es tan vasto el desastre que, tras intentar muchas veces hacer un resumen sucinto de las embarradas y negligencias del gobierno, entendí por qué el Presidente necesitó de casi diez horas para tratar de ocultarlas, bajo una gruesa capa de mentiras y distracciones, en su último informe a la Asamblea Nacional.

Aunque es difícil seleccionar una entre las muchas labores profundamente destructivas del chavismo, lo que han hecho con la legalidad está, para mí, entre las peores. Nuestro país nunca ha demostrado tener muy claro el verdadero sentido de las leyes. La mayor parte de la gente parece creer que son algo que, en el mejor de los casos, debería aplicarse a los demás; pero el Presidente y sus segundos hicieron de esa noción un lema de vida. A comienzos del gobierno chavista Virginia Contreras, quien había sido abogada de los militares golpistas del 4 de febrero de 1992, luego sería embajadora en los EUA y después abiertamente opositora, declaró que las amenazas televisadas del Presidente para presionar a la Corte Suprema eran un progreso, porque antes esas presiones se ejercían de manera oculta, con llamadas telefónicas. De acuerdo con lo que confesó hace apenas seis meses el ex-magistrado del TSJ Eladio Aponte Aponte, con la “revolución” esas llamadas dejaron de ser para presionar. Una vez desaparecido todo rasgo de independencia del Poder Judicial pasaron a ser para comunicar órdenes presidenciales que decretaban la absolución de los chavistas y agregaban detalles al calvario de los reos de la oposición. No es de extrañar que, siguiendo su ejemplo, en el último período de la vida del presidente Chávez sus herederos políticos hayan actuado con un total y descarado irrespeto a las normas más fundamentales. Por eso tenemos a un ex vicepresidente ejerciendo de Presidente-encargado-candidato, sustentado en interpretaciones de la Constitución hechas a pedido por un TSJ que ni siquiera se molesta en no contradecir sus sentencias. Como escribió un amigo en Facebook, en Venezuela se muere el Presidente y entierran a la Constitución.

Para continuar, los mismos que le propusieron al país un candidato “sano” que murió pocos meses después de su elección ahora ofrecen a otro cuyos méritos consisten en haber sido escogido por el difunto caudillo, no tener ideas propias y mantenerse en comunicación con él. Ser su hijo, su corazón.

Si bien la condición de médium de Maduro es una historia más fácil de tragar que la de su preparación para ser presidente, no hay que tener habilidades extra-sensoriales para ver que Chávez dejó al país hecho un desastre. En el supuesto negado de que fuera posible, una conducción suya a control remoto desde el “Más Allá” solo contribuiría a empeorar la situación.

Por otra parte, a pesar de sus alardes de trascendencia, el chavismo no tiene una base doctrinaria que le sirva de guía. Por definición, sólo ha consistido en seguir sin chistar los caprichos del líder. Maduro apuesta a que la gente continúe practicando el culto ciegamente, diciendo a los seguidores que Chávez lo dejó todo preparado y que habla a través de él. Pero ha sido su “preparación” lo que nos trajo hasta aquí. Y aunque el desangelado Maduro copia todos los trucos de su predecesor como animador reemplazante es apenas una muy mala imitación.

Pronto llegará el momento en que sus errores no puedan verse como una extensión del mandato del desaparecido y los seguidores de Chávez le pasarán la factura por todo. Entonces le reclamarán desde las firmas falsas hasta el irrespeto hacia el cadáver, al cual, en su afán de sacarle el mayor provecho político apenas les faltó ponerlo a bailar la Burriquita.

La encarnación del chavismo ha muerto y en su lugar ha dejado una serie de malas copias que dicen solo aspirar a servirle de parlantes a su voz de ultratumba. Aunque indudablemente pueden ser igual de violentos y peligrosos, estos muertos en vida tienen, para nuestro país, una grave desventaja adicional con respecto a los zombies de las películas: los cerebros no están entre las cosas que les interesan. 

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ZENIT Staff

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