"Esta es la hora de la Eucaristía"; el padre Nicolas Buttet en Quebec (I)

En el marco de su participación en el Congreso Eucarístico Internacional

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QUEBEC, martes, 17 junio 2008 (ZENIT.org).- «Esta es la hora de la Eucaristía… es la hora de Cristo… Pienso que podemos emprender la ‘revolución profunda’, la de los corazones y de la sociedad». Este es el mensaje que el padre Nicolas Buttet, fundador de la Fraternidad «Eucharistein«, desea transmitir al Congreso Eucarístico Internacional,  en Québec, Canadá, en el que participa desde el domingo.

Ha confiado sus primeras impresiones sobre el congreso a Zenit. En esta entrevista, explica también cómo ha descubierto el sentido profundo de la Eucaristía y lo que está en juego de este sacramento para el mundo de hoy.

«Es maravilloso lo que pasa aquí –declara–. Es un tiempo de gracia, ¡un kairós! Más de diez mil participantes, ya ha llegado una docena de cardenales, 130 obispos, centenares de sacerdotes. Y Jesús. Todo para Jesús Hostia».

El padre Buttet, antes de fundar la  Fraternidad «Eucharistein«, fue ordenado sacerdote tras varios años de vida eremítica. Antes de entrar al seminario, estaba viviendo un exitosa carrera política entre los demócratas cristianois en su país, Suiza.

–La Iglesia en Canadá espera mucho de este congreso eucarístico. ¿Cree que pueda renovar a la Iglesia? Concretamente, ¿qué puede cambiar?

–P. Nicolas Buttet: Llegado al aeropuerto de Montreal, un joven empleado del control de equipajes me interroga sobre mi vestimenta (llevo una casaca marrón y una cruz) diciéndome con su buen acento canadiense : «¿qué es esto ?». Yo le respondo : «es un hábito religioso, soy religioso y sacerdote». Me responde : «ah, ¿existe todavía gente como ésta ?» Comenzamos una amena conversación, tenía curiosidad por algo de lo que parecía ignorarlo todo.

Hace seis meses, me encontraba en Montreal para una sesión de tres días con jefes de empresas. El tema era el discernimiento y debíamos intervenir dos personas: un filósofo y «el monje». Llegado a la sesión, un hombre me dijo con entusiasmo: «usted, ¿es el monje?» Respondí: «sí, de alguna manera». «¿Monje budista ?» dije con curiosidad no disimulada. Le respondí: «no, ¡católico!». «Católico… ¿como el Papa ?» rebatió con aire un poco inquieto y sospechoso. «¡Sí !» respondí yo entusiasta. Y oigo que me dice a la cara con gran decepción: «¡Ah no !». La sesión se desarrolló muy bien. A continuación y pudimos discutir francamente sobre este primer contacto… ¡Todo menos frío !

Estos dos ejemplos atestiguan las consecuencias pesadas, de esto que se ha convenido en llamar aquí la «revolución tranquila» de los años sesenta. Se ha producido un tsunami lento, pero un tsunami al mismo tiempo eclesial, religioso, cultural.

La Jornada Mundial de la Juventud de Toronto (2002) vino ya a sacudir este torpor que pesa sobre la sociedad canadiense y especialmente sobre esta parte francófona que festeja este año los 400 años de Quebec, llamada inicialmente «¡Ciudad María !». Este fue el primer acontecimiento eclesial visible desde que la Iglesia había sido relegada fuera del campo público. El Congreso Eucarístico es una etapa determinante en este camino de proposición de la fe. Lo es por la visibilidad del acontecimiento, por la amplitud de la organización y por la audacia de algunas iniciativas del cardenal Ouellet y su equipo. Pienso sobre todo en el efecto espiritual, en la movilización de tantas buenas voluntades, de tantas parroquias. En estas adoraciones perpetuas situadas en diferentes lugares, en esta oración comprometida desde hace varios meses por este congreso. Dios escucha a una Iglesia en oración. Dios multiplica sus obras en los corazones que se abren a la gracia.

–¿Qué dirá al congreso ?

–P. Nicolas Buttet : El cardenal Ouellet me ha pedido aportar sobre todo un testimonio personal sobre la Eucaristía. Por tanto voy a hablar de mi encuentro con Jesús-Hostia, pero también de la manera conmovedora con la que mis experiencias en el mundo me han conducido a llevar a Jesús a tantas personas.

Me acuerdo de una misa en China, celebrada en el fondo de un establo, detrás de las vacas, para que la policía no viniera a buscarnos… Pero también he pedido a varios jóvenes que acogemos en nuestra comunidad, jóvenes que vienen de la calle, del medio de la droga o habiendo vivido una depresión, que me describan en algunas palabras su relación con Jesús presente en el Santo Sacramento y lo que la misa y la adoración les aporta. Por tanto compartiré esto. 

Mi conclusión será muy clara : ¡es la hora de la Eucaristía ! Es el Kairós, pues es la hora de Cristo y en la Eucaristía tenemos a Jesús y todo el misterio de salvación. Juan Pablo II dijo que no hay ningún riesgo de exageración en el culto dado a este misterio pues es a Jesús mismo a quien se dirige. Pienso que podemos emprender la «revolución profunda», la de los corazones y de la sociedad.

Benedicto XVI tomó como un signo y una misión el hecho de haber subido a la sede de Pedro en pleno año eucarístico. Era para él una ocasión de hacer del desarrollo del culto eucarístico el centro de su ministerio petrino. Y se sabe cómo se lo ha tomado. Es él  quien ha pedido a los obispos introducir en todas las diócesis al menos un lugar de adoración perpetua del Santo Sacramento. Ha dado ejemplo instituyendo cinco en Roma. La Eucaristía es una escuela de libertad y una escuela de caridad. Pero es sobre todo la fuente de la vida sobrenatural del bautizado, sin la que no queda nada más que lo humano, e incluso «demasiado humano» ¡habría dicho Nietzsche !

–A los católicos, incluso practicantes, a veces les cuesta entrar en el misterio de la Eucaristía. Comunican su convicción, por costumbre. Y sin embargo la Eucaristía es vital en la fe de un católico. ¿Cómo se puede ayudar a los creyentes a comprender el significado profundo de la Eucaristía ?

–P. Nicolas Buttet : La beata de Quebec, Dina Bélanger, beatificada en 1993 por Juan Pablo II, escribió un día en su diario : «Si las almas comprendieran el tesoro que poseen en la divina Eucaristía, habría que proteger los tabernáculos con muros inexpugnables ; pues, en el delirio de un hambre santa y devoradora, irían ellas mismas a alimentarse del Pan de los Ángeles. Las iglesias desbordarían de adoradores consumidos de amor por el divino prisionero, tanto de día como de noche». ¡No hemos llegado a esto! Es verdad que el misterio es tan grande, la brecha tan enorme entre lo que nuestros sentidos perciben -el pan- y lo que nuestra fe cree -Jesús- que no es fácil entrar en el misterio. Pienso que hay tres cosas a desarrollar : una catequesis eucarística que pasa por las palabras y los ejemplos. «Entremos en la escuela de los santos, grandes intérpretes de la piedad eucarística auténtica», dijo Juan Pablo II al final de su encíclica sobre la Eucaristía.

En segundo lugar, hay que destacar la consagración en la misa, y el tabernáculo en las iglesias. Siempre me impresiona la poca devoción durante la celebración eucarística en la consagración. Es un momento que es como descuidado. Se puede creer con las palabras, pero con los gestos que se hacen en estos momentos, uno nunca se equivoca.

Estaba un día en casa de unos amigos. Los padres tenían una hija de tres años ; la habían  bautizado y por lo tanto, por tradición y por deber, iban a misa con ella todos los domingos. La tía de esta niña es católica comprometida. Era pues la hora de ir a misa y la mamá preguntó a su hijita de tres años : «¿Con quién quieres ir a misa, con mamá o con la tita ?» Y la niña respondió sin dudar : «¡con la tita !» «Y ¡por qué ?», le preguntó la mamá. «¡Porque ella cree !» replicó todavía con menos vacilación la pequeña. Pienso que hay gestos, actitudes que
son una catequesis en sí mismas.

Una vez estaba en China. Un viejo catequista, Zacarías, que arriesgó su vida por anunciar a Jesús y que llegaba a sus cien años, había conservado, en un local escondido de su casa, un tabernáculo con el Santo Sacramento. Feliz, me hizo descubrir su tesoro detrás de una puerta secreta… Apenas entrados en este pequeño local, Zacarías se puso de rodillas, se prosternó con la frente en el suelo y empezó algunas oraciones. ¡Yo comprendí que era Jesús quien esta allí ! ¡No había ninguna duda!

En tercer lugar, hay que redescubrir la adoración eucarística y la devoción eucarística fuera de la misa. Este misterio es tan grande que sólo la liturgia no nos permitirá jamás profundizar lo suficiente. Sólo una exposición prolongada al misterio de la Presencia real de Jesús en el Santo Sacramento permite entrar progresivamente en el estupor eucarístico. Pienso en este testimonio de Maxime, de 21 años : «Para mí la Eucaristía es el centro de mi vida. Jesús-Eucaristía me ha sacado del infierno de la droga. Gracias a la Eucaristía, mi vida ha sido transformada y estoy ahora feliz de vivir para servir a Cristo. La Eucaristía es mi fuerza para amar, para seguir y servir a Cristo a través de alegrías y penas. Dios nos ama infinitamente y no nos abandonará jamás».

La segunda parte de esta entrevista se publicará este miércoles.

Traducido del francés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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