WASHINGTON, miércoles, 3 marzo 2004 (ZENIT.org).- El anuncio de la Administración Bush de permitir en el futuro el uso de un cierto tipo de minas antipersonales constituye un «paso atrás» en el objetivo de lograr una prohibición total de estos artefactos explosivos, afirma un representante de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.
Monseñor John J. Ricard, presidente de la Comisión de Política Internacional del episcopado y obispo de Pensacola-Tallahassee, recuerda que el gobierno estadounidense en el pasado había anunciado su deseo de unirse a más de 150 naciones en la prohibición de «armas indiscriminadas», como éstas.
El prelado reconoce que la nueva política estadounidense «amplía el papel de Estados Unidos en la ayuda a las víctimas de las minas terrestres», pero considera que es una «oportunidad perdida».
«La Administración ha reiterado los previos compromisos para acabar con el uso de minas de tierra que no se autodestruyen –aclara–. Lamentablemente, la política estadounidense ahora prevé el uso indefinido de minas autodestructibles, y de este modo da un paso atrás en su anterior anuncio de unirse a más de 150 naciones que ya han firmado el Tratado de Prohibición de Minas», añade.
«Con el Papa Juan Pablo II y con obispos católicos de todo el mundo, los obispos de este país han pedido desde hace tiempo la prohibición de estas armas indiscriminadas y letales y han urgido al gobierno estadounidense a firmar el Tratado de Prohibición de Minas», afirma el obispo.
«La continua dependencia del ejército más grande del mundo de estas armas insidiosas sólo retrasará el día en el que el mundo quede libre de este azote», indica.
El arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente de la Santa Sede ante las agencias de las Naciones Unidas en Ginebra, había expuesto con fuerza esta posición en la reunión del Comité permanente de expertos de la Convención sobre la Prohibición de las Minas Antipersonales, celebrada del 9 al 12 de febrero.
