¡Este papa nos gusta!

El nombre, la procedencia, el impacto, la emotividad: el nuevo pontífice Francisco ha reunido buena voluntad y grandes apoyos de la opinión pública. También por parte de los más «cínicos»

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El nombre, la procedencia, el impacto, la emotividad: el nuevo pontífice Francisco ha reunido buena voluntad y grandes apoyos de la opinión pública. También por parte de los más «cínicos»

Papa Francisco. Combinar el título más importante de la Iglesia Católica universal al más común de los nombres masculinos tiene un cierto efecto. Y también un poco de ternura. Emociona todavía más, por tanto, al asociar este nombre a un papa de este tipo.

Un papa que se asoma tímido en la Loggia de la basílica vaticana y dice «Buonasera«. Un papa que mientras habla le tiembla la voz tanto como para «trabarse» en el Ave María. Que dedique su primer pensamiento al predecesor y que como «jefe» de la Iglesia necesita inmediatamente de la bendición de su pueblo.

Pequeños gestos que han emocionado a la gran muchedumbre de fieles que llevaban smartphone y tabletas y que poblaban el miércoles la plaza de San Pedro. Y no pasaron inadvertidas las miles de personas conectadas a la televisión y al ordenador que han apreciado aún más de cerca ciertos detalles del nuevo papa.

Recuerda en el aspecto a Juan XXIII, tiene la simpatía del papa Wojtyla, habla con la sencillez de Juan Pablo I y piensa como Ratzinger. Un mix explosivo. Y la respuesta es clara: «¡Este papa nos gusta!».

Los usuarios de los distintas redes sociales –casi las voces más resonantes de nuestros tiempos- andan «locos» por el nuevo pontífice. Entre personajes famosos y gente común, también no creyentes y no católicos, no hay uno que no haya dedicado un pensamiento a Francisco. Con ironía, un poco de cinismo quizá, pero con una bondad inesperada.

Sobre todo es el nombre el que ha revolucionado todo. Presentarse como Francisco ha despertado en la mente colectiva la humilde figura del santo de Asís patrón de Italia, y ha sido capaz de acallar todas las descripciones venenosas de la Iglesia como una «guarida de hipócritas hambrientos de poder».

«Ya el nombre es una garantía», escriben algunos navegantes de la red. «Directo, sencillo, con ese acento sudamericano que hace la diferencia», responden otros. En Facebook, a menudo terreno fértil de páginas y links anticlericales, impresiona ver el muro llenos de fotos del papa en metro o que besa los pies de los enfermos de sida.

Escribe un usuario presente el miércoles en la Plaza particularmente emocionado: «Un balcón siempre cerrado que se abre recitando el mismo sermón, esa frase hija de los tiempos que prospecta un inminente futuro, esta vez lejano de Roma, de Europa. Esta vez tiene un consenso unánime: la procedencia, el impacto, la emotividad, ese nombre ha llegado al corazón de todos».

Ya forman parte de la historia algunas curiosidades sobre la vida del pontífice y las escasas pero simpáticas declaraciones concedidas al público son protagonistas de varios tuit. Por ejemplo: «Tuve novia. Era del grupo de amigos con los que iba a bailar, después descubrí la vocación religiosa.» O el brindis durante la cena del miércoles con los cardenales: «que Dios os perdone». Por no hablar del «No, en Roma me muero», a la propuesta de ser jefe de un dicasterio en la curia romana.

A todos los «cruzados» de la idea de una Iglesia más «descalza» y atenta a los necesitados, gustará saber que cuando, en 2001, Bergoglio fue creado cardenal por Juan Pablo II, en la diócesis de Buenos Aires se organizaban colectas para pagar el viaje a Roma y acompañar al nuevo purpurado. Pero el cardenal paró la iniciativa y bloqueó a todos en Buenos Aires, pidiendo distribuir el dinero recaudado a los pobres. Alguno se consolará también al escuchar que el miércoles se presentó sin mozzetta ni mantellina llevando la cruz pectoral de cuando era obispo, y que en la Sixtina no se ha sentado en la sede de Pedro.

En 2005, en el cónclave que eligió a Benedicto XVI, en el se concentraba la mayor parte de los votos. Pero –como escribió un cardenal elector en su diario- «su rostro contraído, casi pidiendo que no fuese él el nuevo pontífice», hizo apoyar la elección de Ratzinger.

El nuevo Santo Padre pasó por la casa del Clero en vía de la Scrofa para recuperar los efectos personales, y pidió pagar la cuenta. Y que el miércoles por la noche a eso de las 22.00 llamó a algunos amigos de Roma diciendo: «¡Hola! Soy el padre Bergoglio…»

Es humilde. Esto es cierto. La demostración más clara la hemos tenido en su primera aparición pública, en la que, con pocas frases, ya ha declarado cómo se orientará su pontificado. Como ha subrayado inteligentemente Ezio Mauro, director del diario italiano La Repubblica, «Bergoglio en sus primeras palabras no se ha definido en ningún momento como papa (es decir soberano y Vicario de Cristo) sino Obispo, por tanto pastor, y ha anunciado que «el Obispo de Roma y su pueblo caminaremos juntos»

Será por tanto un Obispo entre los obispos, un Pastor que tendrá vigor no de su primado, sino de la fe de su rebaño, al que ha pedido más veces oraciones especiales. Y, como señalaba el filósofo Vittorio Alberti, a la par que los famosos Franciscos de la historia del cristianismo (de Asís, Javier, Borja) llevará al Evangelio de Cristo hasta «el fin del mundo». De aquí, de hecho, ha dicho que proviene.

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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Salvatore Cernuzio

Crotone, Italy Bachelor's degree in Communication Sciences, Information and Marketing (2008) and Master's degree in Publishing and Journalism (2010) from LUMSA University of Rome. Vatican Radio. Rome Seven. "Ecclesia in Urbe. Social Communications Office of the Vicariate of Rome. Second place in the Youth category of the second edition of the Giuseppe De Carli Prize for religious information.

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