CIUDAD DEL VATICANO, jueves 26 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Las presidentas de Argentina y Chile celebrarán ante Benedicto XVI, en el Vaticano, los 25 años del «Tratado de paz y amistad», facilitado por Juan Pablo II, que evitó una guerra entre los dos países a causa del conflicto de Beagle.
El acto, que congregará a las presidentas Cristina Fernández de Kirchner y Michelle Bachelet, tendrá lugar en la Sala Clementina, después de que cada una de ellas mantengan una reunión privada con el obispo de Roma.
El secretario de Culto de Argentina, Guillermo Oliveri, reconoce que el evento del sábado será histórico: «es la primera vez que el Papa recibe a dos presidentas de países hermanos, en este caso Chile y Argentina. Por otro lado, también lo es pues ambas mandatarias de la democracia van a reafirmar su voluntad de paz e integración».
Tras el encuentro Bachelet y Fernández se dirigirán a las grutas de la Basílica de San Pedro para depositar un ramo de flores en la tumba de Juan Pablo II, mediador en esa disputa, y descubrirán una placa recordatoria en la Casina Pío IV, escenario de las negociaciones de paz entre los dos países.
El padre Andrea Koprowski S.J., director de Programación de «Radio Vaticano», explica que el Papa Karol Wojtyla se involucró personalmente e involucró a sus colaboradores para lograr aquel resultado «en el que muy pocos creían».
«Fue un éxito de mediación, con frutos duraderos para las dos naciones», afirma el sacerdote, refiriéndose al Tratado de Integración y Cooperación entre las dos naciones, que ha sido ratificado este jueves en tiempo récord por el Senado y la Cámara de Diputados de Chile, después de que así lo hiciera, el 18 de noviembre el Congreso argentino.
«Se trata de una consecuencia natural del firmado en 1984 ante Juan Pablo II», añade.
El mismo Benedicto XVI subrayó este aspecto en las cartas que envió a las presidentas de Chile y Argentina una carta enviada el 29 de noviembre de 2008 a los gobernantes de los dos países, con motivo de los 30 años del inicio de la mediación pontificia que duró un lustro.
En las cartas a las presidentas de Chile y Argentina, Benedicto XVI afirmaba en noviembre pasado que «la historia reciente, con la experiencia de varios intentos fatalmente fallidos y de soluciones drásticas que, en controversias en distintos escenarios del mundo, han generado gravísimas consecuencias, nos ayuda a descubrir los horrores que aquella mediación pontificia evitó a los pueblos argentino y chileno, e incluso a otras naciones de la región».
«En estas palabras del Papa se entiende todo el sentido, el valor y el significado de las audiencias de este sábado, día en el que los protagonistas celebrarán la paz y sus frutos, dando testimonio en nombre de dos pueblos de 56 millones de personas que vivir en paz es posible», asegura el padre Koprowski.
En 1978, cuando Juan Pablo II fue elegido Papa, se dio cuenta muy pronto que la paz entre Chile y Argentina, naciones presididas por los generales Augusto Pinochet y Jorge Videla, se encontraban al inicio de una guerra, como ahora se ha podido constatar por archivos desclasificados.
El conflicto entre Santiago y Buenos Aires duraba desde el año 1888 y afectaba a diferentes cuestiones fronterizas en la región austral, en particular, en el Canal Beagle.
Juan Pablo II decidió enviar al cardenal Antonio Samoré como un último intento para reanudar el diálogo en vísperas de la Navidad de 1978. El purpurado logró la firma de un documento en Uruguay, el 8 de enero de 1979, que comprometía a los dos países a buscar una solución pacífica. Después de cinco años de largas negociaciones, el 29 de noviembre de 1984, se firmó en el Vaticano el «Tratado de paz y amistad».
Por Jesús Colina
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