Ética para secretarias

Nuevo libro publicado por el sacerdote Rafael Hernández Urigüen

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MADRID, 4 febrero 2003 (ZENIT.org).- «Una ética para secretarias y ayudantes de dirección», (editorial Grafite) es el título del libro que acaba de publicar el sacerdote Rafael Hernández Urigüen.

Licenciado en Filosofía y Doctor en Teología, profesor en el ISSA (Instituto Superior de Secretariado y Administración) de la Universidad de Navarra en el campus de San Sebastián, el autor explica en esta entrevista los motivos que le han llevado a

–¿Por qué un libro de ética exclusivamente para secretarias?

–Rafael Hernández: Decidí escribirlo porque no existía ninguno en el mundo editorial de habla hispana. Me pareció que es una profesión con características específicas muy determinadas y en la que se plantean también concretos problemas deontológicos y éticos.

Otro motivo nació de las numerosas consultas que como profesor de ética me llegaban desde diversos lugares incluso preguntándome sobre manuales específicos. Desde hace años soy capellán y docente universitario en ISSA (Instituto Superior de Secretariado y Administración de la Universidad de Navarra en San Sebastián http://www.issa.edu). Pensé que la universidad debe ofrecer a la sociedad servicios que favorezcan el bien común. También me pareció interesante contribuir a la ética de las profesiones, pues favorece la evangelización en el mundo del trabajo, como tantas veces nos ha recordado el papa Juan Pablo II. Respecto a que el manual se dirija a secretarias la intención responde a que la mayoría de las personas que se dedican a esta profesión son mujeres, y además aportan en su modo de trabajar la riqueza de las cualidades femeninas. Finalmente, los empresarios y directivos tienen una oportunidad de mejorar el clima laboral si conocen las expectativas de las mujeres, y podrán así respetar y favorecer la idiosincrasia femenina con beneficios notables para las personas las familias y las organizaciones.

— ¿Cuáles son los principales escollos éticos con los que se enfrenta una secretaria o ayudante de dirección?

–Rafael Hernández: Antes de nada me gustaría decir que el nivel ético de las secretarias me parece muy alto en lo que conozco de España. Existe una tradición de honradez, confidencialidad, espíritu cooperativo y profesionalidad muy notable. De todas formas, los escollos éticos más frecuentes que detectaban las profesionales a las que me dirigí al iniciar mi investigación se referían a la mala remuneración de su trabajo, favoritismos injustificados («enchufes»), personas que buscan ascender sin méritos propios por «autobombo», falta de humanidad o mal ambiente laboral, «mobbing» y finalmente el acoso sexual.

–Según ha escrito el empresario y profesor de Ética en el IESE de Barcelona Juan A. Castellanos, un hombre de negocios judío con 36 años de profesión le dijo que «el mejor negocio absoluto es ser honesto». ¿Esto vale también para las secretarias?

–Rafael Hernández: Ésa es la tesis que defienden las páginas de mi libro: las virtudes éticas valiosas en sí mismas, influyen en la calidad personal y laboral de la Ayudante de Dirección cualificándola progresivamente y mejora la imagen corporativa (tanto oculta como explícita) de la empresas. La secretaria se encuentra en la «primera línea» de las empresas y organizaciones y es protagonista , entre otros cometidos, de la atención al cliente.

–Usted habla en su libro de la necesidad de la discreción en una secretaria. ¿Es ése su talón de Aquiles?

–Rafael Hernández: Pienso que las secretarias españolas cualificadas son ejemplares en lo que a discreción se refiere, pero en la era de la información, y en la sociedad del conocimiento se precisa más que nunca la confidencialidad armonizable siempre con la veracidad y la transparencia solidaria.

–Habla Usted también en su libro del acoso sexual que sufren numerosas secretarias. ¿Qué debe hacer una profesional ante esto?

–Rafael Hernández: En mi libro se desarrolla toda una exposición del valor antropológico que el pudor y la serenidad en los encuentros mujer-hombre ofrecen para evitar situaciones no deseadas y siempre de lamentables consecuencias. Aparecen en las páginas del manual experiencias y pistas de profesionales veteranas que pueden ayudar a decidir en cada caso qué es lo más prudente en cada caso. Además se recoge toda la legislación española al respecto que puede facilitar la defensa también legal de los derechos inviolables de la mujer. Pero, sobre todo, he pretendido contribuir a la difusión de una cultura que favorezca la virtud cristiana de la castidad en la línea del catecismo de la Iglesia Católica que enfatiza la conveniencia de crear una nueva cultura, de limpieza o «ecología sexual» frente al hedonismo dominante.

–Sin embargo, se da también el caso opuesto: el empresario que rompe su matrimonio por las «insinuaciones» de su secretaria. ¿Cómo evitar estos casos?

–Rafael Hernández: Como le comentaba antes, una cultura del pudor, de la prudencia en el modo de relacionarse la mujer y el hombre en el ámbito laboral, y de algunas medidas que sepan defender los ámbitos laborales y profesionales separando lo personal de lo específicamente laboral, sin confusiones o enredos desafortunados, además de una difusión de los valores cristianos ayudará a crear una cultura serena y respetuosa. Los ejemplos del libro incluyen testimonios con salidas airosas ante laberintos aparentemente insolubles.

–Decía la Madre Teresa de Calcuta aquello de «sonreír siempre, especialmente cuando más duela». Usted menciona la importancia del trato humano en las secretarias. ¿Cómo mantener la sonrisa ante el clásico cliente pesado o en un día de muchísimo trabajo?

–Rafael Hernández: La secretaria, como mujer, tiene una capacidad de intuición y empatía especialmente desarrollada que sabe adivinar la situación del «otro». Suelen comentarme las profesionales expertas que en esos momentos especialmente duros ante el cliente «cascarrabias» o de difícil carácter ellas piensan más en la imagen de la empresa que en su propio estado anímico y procuran «fidelizar» a ese hombre o a esa mujer con «mano izquierda» y delicadeza. Como cristianas, más de una me ha recordado que procuran ver en el cliente a ese prójimo redimido por Cristo, y ofrecen ponerle «buena cara» encomendándolo al Señor. En mi libro se habla de la ética de la atención al cliente y se ofrecen pistas prácticas en este sentido. No olvidemos que Juan Pablo II ha recordado la necesidad de «evangelizar» el trabajo: Evangelizar supone saber decir con la palabra, el ejemplo y el gesto: «alégrate». No olvidemos que los cristianos podemos hacer presente al Señor en esas situaciones.

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ZENIT Staff

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