Ética y espiritualidad, indispensables en el cuidado del enfermo

Monseñor Zimowski en un congreso sobre medicinas tradicionales y complementarias

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ROMA, lunes 26 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- La persona enferma debe ser considerada en su integridad, afirmó el arzobispo Zygmunt Zimowski en su discurso inaugural del Seminario “Ética y espiritualidad de la sanidad. Medicinas tradicionales y complementarias. Nuevas investigaciones y orientaciones”.

Las sesiones de trabajo tuvieron lugar en el Palacio de la Cancillería de Roma los pasados 20 y 21 de octubre.

En su intervención, el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios destacó la dimensión espiritual del cuidado de los enfermos.

Afirmó que “la ética y la espiritualidad constituyen la esencia del ser humano” y por lo tanto revelan toda su riqueza en el ámbito de la salud, del sufrimiento y de la enfermedad.

La ética y la espiritualidad “se presentan mucho más como una exigencia y una experiencia” que como “una elaboración teórica”, añadió, según informó Radio Vaticano.

Dados los límites de la medicina oficial, dijo monseñor Zimowski, es necesario que el personal sanitario cuide a la persona enferma “en toda su integridad”.

El servicio a los enfermos, recordó, “abraza todas las dimensiones de la persona humana: física, psíquica, espiritual y social”.

Por eso, en su enseñanza, la Iglesia proporciona “una base antropológica sólida para la reflexión ética y bioética” y al mismo tiempo “reconoce expresamente las responsabilidades éticas de los agentes sanitarios”, explicó.

La pastoral de la salud no es sólo administrar sacramentos

La Iglesia, prosiguió, enseña que el ministerio pastoral “en el seno de las estructuras sanitarias no puede reducirse en ningún caso a la administración de los sacramentos a los enfermos”.

Se trata, en primer lugar, de “una acción eclesial en la que la vida sacramental de los enfermos y del personal médico se integra en el anuncio vigoroso y continuo del Evangelio”.

Y más hoy, dijo citando a Juan Pablo II, en un mundo en el que “los peligros pueden ocultarse tras un arsenal de técnicas y dispositivos de equipos ultramodernos o proceder de la desoladora soledad de los enfermos abandonados a sí mismos”.

Sin embargo, precisó, la salvaguarda de la buena salud no es el fin último de la vida.

Como afirma Benedicto XVI en la “Spe salvi”, “debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero eliminarlo completamente del mundo no está dentro de nuestras posibilidades”, “esto sólo lo puede hacer Dios”.

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ZENIT Staff

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