Europa no sabe ayudar a los países pobres

La Santa Sede pide menos «asistencialismo» y más trabajo

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BRUSELAS, 17 mayo 2001 (ZENIT.orgAVVENIRE).- «Nuestra época, por primera vez, tiene el conocimiento, los medios y las posibilidades políticas para derrotar a la pobreza y las desigualdades. A pesar de ello, los fuertes desequilibrios siguen existiendo». Esta es la denuncia que el arzobispo Diarmuid Martin, observador permanente de la Santa Sede ante la sede de la ONU en Ginebra, ha dirigido a los poderosos del mundo, en la tribuna de la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre los Países menos Desarrollados, que se celebra en Bruselas.

Monseñor Martin, en esta entrevista, evalúa la situación actual de la ayuda al desarrollo desde el punto de vista de la Santa Sede.

–En su intervención, ha invitado a todos los participantes a hacer un «examen de conciencia» sobre las políticas contra la pobreza. ¿Por qué?

–Diarmuid Martin: El motivo es muy sencillo. En veinte años, esta es la tercera conferencia de la ONU sobre los países menos desarrollados. Y sin embargo en ese plazo su número ha aumentado. Parece evidente que hay algo que no funciona. Es natural que llegados aquí nos hagamos la pregunta de fondo sobre la validez de las intervenciones realizadas.

–Esta pregunta usted ya se la ha planteado. ¿Tiene una respuesta?

–Diarmuid Martin: Los países desarrollados, empezando por la Unión Europea (UE) que alberga esta conferencia, deben tener el valor de admitir sus errores, que se pueden resumir en una postura de superioridad respecto a los países más pobres. Un comportamiento de superpotencia que debe ser sustituido por una relación de cooperación.

–¿Puede explicarlo un poco más?

–Diarmuid Martin: Se trata de invertir en la capacidad de las personas. Invertir en formación. En el fondo el objetivo del desarrollo es preparar a las personas para que puedan aportar las capacidades que Dios les ha dado. Traducido en pocas palabras: menos asistencia y más desarrollo de la persona.

–¿En cambio, en estos años se ha apostado por el «asistencialismo»?

–Diarmuid Martin: Diría que también aquí, en Bruselas, se habla todavía demasiado de asistencia y no se habla, por ejemplo, de creación de puestos de trabajo. Y sin embargo, este es un tema central, un pilar para cualquier política de desarrollo real. Sobre todo, porque un trabajo digno es el primer factor que permite al hombre poner a disposición sus propias capacidades. Y, en segundo lugar, permite a la persona ser dueña de su destino, no depender de la ayuda del poderoso de turno. La creación de nuevos puestos de trabajo debería usarse también como instrumento para evaluar la eficacia de los diversos programas de lucha contra la pobreza.

–¿Hay un modo privilegiado para crear puestos de trabajo?

–Diarmuid Martin: Invertir en formación es importante pero lo es también crear un espíritu de pequeña empresa. Los ejemplos positivos no faltan y demuestran también que las mujeres son especialmente capaces de responder a este estímulo. Las relaciones de cooperación deberían por tanto premiar a las pequeñas empresas que funcionan. Y aquí se engancha el tema de la deuda externa. Cuando estas empresas funcionan, es importante que se garantice la reinversión de los beneficios en el mismo lugar. Los altos niveles de deuda, en cambio, impiden esto, de manera que las riquezas locales se gastan en pagar intereses que ya no son sostenibles, y se perpetúa la
espiral de la pobreza.

–De todos modos, en Bruselas se habla poco de trabajo, se habla mucho en cambio de «buen gobierno». El programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) acaba de anunciar la creación de un nuevo fondo para promover el «buen gobierno». ¿Qué le parece?

–Diarmuid Martin: Todo depende de cómo se estructure este fondo. Como decía, es importante invertir sobre todo en formación de personas que estén capacitadas para garantizar un «buen gobierno». Los países más pobres ya han aceptado este criterio, pero es un error mantener que el problema del «buen gobierno» afecta sólo a los países menos desarrollados. La Unión Europea, por ejemplo, debería admitir que su propio pasado en este campo no es precisamente un modelo. Lo demuestran los fondos destinados por esta institución y que nunca han llegado a sus destinatarios, así como los muchos casos, incluso recientes, de «mala cooperación».

–Con motivo de esta conferencia, la UE ha lanzado una nueva iniciativa para abrir el mercado de la Unión a los productos de los países menos desarrollados.

–Diarmuid Martin: Es una buena iniciativa aunque en algún aspecto un poco curiosa. El programa se llama «De todo menos armas». Es decir, las armas serán el único producto de los países pobres que no podrá entrar libremente en el mercado europeo. Honestamente, no sé a cuánto asciende el comercio de armas que va desde los países pobres a Europa, pero todos sabemos en cambio que está muy desarrollado el que lleva armas de Europa a los países más pobres. Entonces no estaría mal que la UE diera la vuelta a la iniciativa «De todo menos armas», imponiendo a los propios estados miembros que bloqueen el tráfico de armas hacia estos países, dado que la guerra y los conflictos civiles están entre las primeras causas de la pobreza. Pero creo que de esto no se habla en Bruselas.

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ZENIT Staff

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