Experimentar el amor a Cristo, secreto de la evangelización eficaz

Reconoce el cardenal Vidal, arzobispo de Cebú (Filipinas)

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CIUDAD DEL VATICANO/CEBÚ, martes, 8 febrero 2005 (ZENIT.org).- «El amor hacia el Señor» es el «animador de todo misionero» y «fuente de todo impulso misionero»: sin él «todo esfuerzo por anunciar el Evangelio es fatiga y trabajo oneroso», reconoce el cardenal Ricardo Jamin Vidal, arzobispo de Cebú (Filipinas).

La importancia de esta constatación se refleja este mes en la oración de Juan Pablo II, quien pide «para que en los misioneros crezca la conciencia de que sólo mediante un amor apasionado a Cristo se puede transmitir el evangelio de modo eficaz y convincente».

85.000 sacerdotes, 28.000 religiosos, 45.000 religiosas y 1.650.000 catequistas están actualmente al servicio de la misión «ad gentes», mientras que en los países del mundo misionero poco más del 7% de 2.850 millones de personas es católico, según datos actualizados por la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos (Cf. Zenit, 6 febrero 2005).

«Los misioneros y misioneras que trabajan en las misiones» «saben» que «sólo mediante un amor apasionado a Cristo es posible transmitir el Evangelio de modo convincente y eficaz», porque «el Evangelio en sí mismo es una llamada a amar, es una propuesta de amor ofrecida por el propio Cristo», explica en «Fides» el cardenal Vidal comentando la intención misionera de oración del Papa.

«Nosotros somos enviados a anunciarlo y sólo haciendo experiencia de este amor y compartiéndolo entre nosotros, podemos anunciarlo a los otros», admite.

Y es que «en el corazón de todo misionero debe haber un fuego que queme y empuje a anunciar al Señor»; se trata del «amor del que habla el profeta Jeremías: “Yo decía: No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre. Pero había en mi corazón algo así como un fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía” (Jr 20,9)».

«El amor hacia el Señor», que «es la sustancia del Evangelio», «se expresa en el servicio alegre»; de hecho –recuerda el purpurado– «el Evangelio es un desafío a ser «santos como es santo el Padre en los cielos» (Mt 5,48)», un desafío que «difícilmente se traduce en el lenguaje de hoy», pero «a pesar de ello, la vocación a la santidad también es una vocación a amar, y el amor es el deseo más profundo de todo ser humano».

«Frente a un amor que se abandona totalmente por amor al Amado, el mundo moderno debe recuperar sus valores y prioridades. Frente a un amor que prefiere a los enfermos, los pobres, los excluidos, el mundo debe preguntarse si ha perdido de vista algo más esencial que el culto de sí mismo», subraya.

«Cristo nos llama a un encuentro cara a cara, donde nada se interpone entre Él y nosotros –explica el cardenal Vidal–. Éste es un amor que no busca otra cosa que el bien del amado; todos los demás motivos superficiales e innobles desaparecen».

Ante la forma de contemplar «las relaciones humanas como un intercambio de bienes», o el amor «como un medio para conseguir algo de la otra persona y no como un acto en el que uno se dona a la otra persona», «considerando el amor gratuito el mundo se interroga sobre su modo de amar», añade.

También el mundo ve «a Dios como alguien que puede darnos todo lo que pedimos», pero «el Evangelio nos lleva a un conocimiento más profundo de un Dios que nos ama en el modo en que Él desea ser amado por nosotros: «Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es me digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. (Mt 10,37-39)».

Para el cardenal Vidal, «el desafío de todo misionero es saber articular este mensaje de modo que pueda ser percibido por el mundo», y «el único modo de articularlo es vivirlo y dar testimonio de ello con la vida».

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ZENIT Staff

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