F. X. Nguyên Van Thuân, de la cárcel comunista a la púrpura cardenalicia

Mi madre quería que fuera sacerdote, no cardenal; confiesa

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CIUDAD DEL VATICANO, 2 febrero 2001 (ZENIT.org).- De las cárceles comunistas a «príncipe de la Iglesia». Así se puede resumir la vida de François Xavier Nguyên Van Thuân, el arzobispo vietnamita que será creado cardenal por Juan Pablo II el próximo 21 de febrero.

En 1975, Pablo VI le nombró arzobispo de Ho Chi Minh (la antigua Saigón). El gobierno comunista definió su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló. Durante trece años estuvo encerrado en las cárceles vietnamitas. Nueve de ellos, los pasó régimen de aislamiento.

Una vez liberado, fue obligado a abandonar Vietnam a donde no ha podido regresar, ni siquiera para ver a su anciana madre. Ahora es presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz de la Santa Sede.

El mes de marzo pasado, el arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân, predicó los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a la Curia romana. Tuvieron un eco inesperado por la esperanza cristiana que rezumaban, a pesar (o precisamente) gracias a la dura vida que ha tenido que afrontar. Pudieron ser seguidos gracias a las crónicas diarias publicadas por Zenit. Ahora se han convertido en un libro publicado con el título «Testigos de esperanza» por la editorial Ciudad Nueva (http://www.ciudadnueva.com/).

En esta entrevista, concedida a los micrófonos de Radio Vaticano (http://www.radiovaticano.org/), monseñor Van Thuân hace sus confesiones tras su denominación como cardenal.

–Monseñor Van Thuân, ¿cómo ha acogido su nombramiento?

–Van Thuân: Al recibir el nombramiento del Santo Padre sentí en mi corazón un una fuerte sensación: soy indigno. «¡Rezad por mi!». Ahora bien, en la gracia gratuita del Señor me siento lleno de la misericordia del Señor. Pienso en mi madre anciana. Sus sentimientos son como una lección que me guía. Recuerdo que a veces con el pasar de los años algunos sacerdotes vietnamitas han ido a verla y alguno le preguntó si quería que yo fuera nombrado cardenal. Ella respondió: «No. Cuando le mandé al seminario siempre recé para que fuera un buen sacerdote, para que ofreciera la Santa Misa. Y eso basta».

–¿Qué significa para usted ser cardenal?

–Van Thuân: La fidelidad a la Iglesia que está representada con el color rojo púrpura, el color de la sangre. Significa que debo estar disponible hasta la efusión de la sangre. Tengo algo de experiencia y he comprendido lo que esto significa. No sólo en el martirio, sino también en el trabajo cotidiano, en la paciencia para que cada uno cargue con su cruz, para aprender a compartir el sufrimiento de tanta gente que nos rodea, y así promover la evangelización de todos.

–Así que, tras trece años en la cárcel, se puede seguir dando la vida como presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz…

–Van Thuân: Dar la vida es como mi trabajo; un sacrificio que tiene como objetivo tratar de que disminuya la miseria en el mundo, llevar la paz, cancelar la deuda y aliviar el hambre, la enfermedad en el mundo.

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ZENIT Staff

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