CIUDAD DEL VATICANO, 31 agosto 2003 (ZENIT.org).- El cardenal Corrado Ursi, de 95 años, arzobispo de Nápoles entre 1966 y 1987, falleció en la tarde del pasado viernes en esa ciudad.
El purpurado era conocido en Italia por haber impulsado la aplicación del Concilio Vaticano II en la arquidiócesis y por su decisiva obra de promoción humana y cristiana entre los más pobres.
Recorriendo las esquinas de su arquidiócesis, el difunto arzobispo pudo constatar los ambientes de marginación en que se veían obligadas a vivir miles de personas.
Creó un Centro para estudiar el desafío en la Curia arquidiocesana y lanzó proyectos de escuelas, casas e instituciones de formación y acogida para familias que vivían en chabolas, ex detenidos, analfabetos, niños abandonados…
Al recibir la noticia de su fallecimiento, Juan Pablo II ha enviado un telegrama al actuar arzobispo de Nápoles, el cardenal Michele Giordano, en el que recuerda «con admiración su fecunda y polifacética actividad apostólica».
Su labor, recuerda el Papa, estuvo «animada por el deseo de aplicar las orientaciones pastorales del Concilio Vaticano II promoviendo una auténtica renovación eclesial, fiel a Cristo, y siempre dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo».
Nacido en Andria (Bari) en 1908, ordenado sacerdote en 1931, fue rector del seminario de Molfetta de 1944 a 1951, año de su consagración episcopal como obispo de Nardó. Tras haber sido transferido como obispo a Acerenza y Potenza, el Papa Pablo VI le nombró arzobispo de Nápoles hasta ser reemplazado por razones de edad.
Con el fallecimiento del arzobispo emérito de Nápoles, el Colegio cardenalicio queda compuesto por 165 cardenales, de los cuales 109 son electores y 56 no electores (por haber cumplido los 80 años).
