Fallece un ardiente defensor de la libertad cristiana

El padre Etienne Chân Tin, redentorista

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ROMA, domingo 9 diciembre 2012 (ZENIT.org).-En la tarde del 1 de diciembre, el padre Etienne Chân Tin, religioso redentorista, se apagó a la edad de 92 años, en su celda del convento de los redentoristas de la calle Ky Dong, en Saigón, donde regresó tras varias semanas en el hospital. El padre Chân Tin fue el representante más emblemático y apasionado de la resistencia cristiana a las usurpaciones del poder político, la autonomía de la sociedad civil, y la libertad de la Iglesia y de los cristianos. Una resistencia llevada antes de la llegada al poder del nuevo régimen, en 1975, al sur de Vietnam.

A lo largo de su vida –informa la agencia Eglises d’Asie–, el padre Chân Tin se comprometió a tomar la palabra para denunciar la opresión y la injusticia en todas partes. Estas intervenciones tomaron formas variadas, oral, escrita, y el uso amplio del soporte informático.

El ensayista Do Manh Tri, en 1993, escribió un largo artículo sobre él padre Chân Tin: «Chân Tin o el deber de la palabra». Al religioso redentorista le gustaba citar la frase de san Pablo: «Por Él sufro hasta llevar cadenas como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada (2Tm 2,9)».

Había nacido el 15 de noviembre de 1920, en una aldea de la provincia de Thua Tien-Huê. En 1944, pronuncia sus primeros votos religiosos en la congregación de los redentoristas. En 1949, es ordenado sacerdote. En los años siguientes, la situación del país no dejará de cambiar. La primera guerra de Vietnam termina en 1954, con la partición del país. Otra guerra viene algunos años después. Al final de esta guerra, en abril de 1975, el sur del Vietnam es absorbido por el norte. El partido comunista trata de imponerse a la sociedad civil. Los tiempos cambian, los regímenes se suceden, y el padre Chân Tin continúa imperturbablemente sus intervenciones, sus tomas de palabra, sus cartas abiertas y, regularmente, sus comparecencias ante altas instancias. En un encuentro con un secretario de estado de Interior, el 8 de noviembre de 1989, hará ver que antes de 1975, las autoridades llamadas «fantoches» le hacían los mismos reproches, las mismas acusaciones que los que se le infligían hoy.

Tras estudiar en Roma y obtener un doctorado, es encargado, en 1953, de la enseñanza de teología en el seminario de los redentoristas de Da Lat. Se le confía luego la dirección de la conocida revista Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Es la época del concilio Vaticano II y, gracias a él, la revista contribuye mucho a la difusión de las ideas y de la teología conciliar. Con algunos sacerdotes y su amigo Nguyên Ngoc Lan, funda luego la revista Dôi Diên (Plantar Cara) que se llamará también Dung Day (Levantémonos) para ayudar a los cristianos a actuar ante cuestiones actuales. Sus posturas y sobre todo la campaña para la liberación de presos políticos de la época le atraen numerosas dificultades por parte de las autoridades.

Después de 1975, la revista será autorizada durante un tiempo a aparecer, pero no durará mucho tiempo este medio de expresión del que pronto se prohibirá su aparición. Esto no impedirá dejar oír su voz, especialmente ante la multiplicación de las violaciones de los derechos humanos, los centenares de miles de presos políticos, entre los cuales muchos sacerdotes católicos. En 1982, envía al Comité central del Frente Patriótico una carta abierta que denuncia vigorosamente el incumplimiento de los derechos humanos (Derechos humanos y libertad en Vietnam, Expediente Intercambio Francia-Asia, noviembre de 1982)

En 1987-1988, el poder vietnamita trata, por todos los medios, de impedir la canonización de los mártires de Vietnam. Junto con otros sacerdotes y laicos, entre los que está su amigo Nguyên Ngoc Lan, el padre Chân Tin interviene públicamente para sostener y justificar esta canonización (Expediente Intercambio Francia-Asia, n° 6/88, Controversia en torno a los mártires de Vietnam). En 1989, las tres cartas abiertas que firma o inspira son el comienzo de un gran debate en la Iglesia de Vietnam. La primera, de julio de 1989, fue entregada por él al cardenal Etchegaray, que efectúa entonces una visita oficial a Vietnam. Las otras dos, firmadas por sacerdotes y laicos, son enviadas, una a la Conferencia Episcopal de Vietnam, la otra al arzobispo de Hô Chi Minh-Ville (Carta de los cristianos vietnamitas a los obispos de Vietnam, EDA 79, Expedientes y documentos, 16 de enero de 1990). Todas estas cartas llamaban a la Iglesia a emprender relaciones directas con el Estado, con independencia y dignidad. Acusaban sobre todo, con virulencia, el papel jugado por el «Comité de unión de los católicos patriotas», en el diálogo entre la Iglesia y el poder.

 
Para la censura vietnamita, el religioso redentorista pasa los límites cuando, en su tercera conferencia de Cuaresma, el 11 de abril de 1990, en Saigón, después de subrayar las señales de cambio que se manifestaron en los países comunistas, en Europa del Este y en la Unión Soviética, exhorta al poder vietnamita a un examen de conciencia profundo y a un arrepentimiento sincero (EDA 87, expedientes y documentos, n° 6 franco/90). El 16 de mayo de 1990, una medida administrativa del Comité popular de Hô Chi Minh-Ville condena al religioso redentorista al exilio en una pequeña parroquia del distrito de Duyên Hai, y a su colaborador Nguyên Ngoc Lan a la residencia vigilada en su domicilio. Esta medida, precisó, estaba destinada a reprimir las actividades «contra la seguridad nacional».

Al ser liberado, el 13 de mayo de 1993, lejos de retirarse de la lucha por la libertad, seguirá incansablemente sus intervenciones públicas, cartas abiertas sobre actualidad religiosa, social y política, y aportará su apoyo a los disidentes, a los acusados en procesos políticos. Será un colaborador de la revista del grupo de oposición, Bloque 8406.

En Saigón, entre la muchedumbre, más de cien sacerdotes y un millar de fieles, que oraban alrededor del ataúd del padre Etienne Chân Tin, el pasado 4 de diciembre, en la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, estaban muchos amigos y compañeros de lucha del difunto, pero también un cierto número de otros que, durante los tiempos turbulentos, se le habían enfrentado. En su homilía, el provincial de los redentoristas vietnamitas, padre Vincent Pham Trung Thanh, recordó que el perdón era no sólo el gran mandamiento cristiano, sino también un elemento de la cultura tradicional vietnamita, que exige que la gente se perdone y reconcilie, en torno a los difuntos.

Traducido del francés por Raquel Anillo

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ZENIT Staff

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